Vistas de página en total

viernes, 30 de agosto de 2019

Cuidemos que no nos falte el aceite suficiente para mantener encendida la lámpara de la fe para que sea viva y podamos ser luz en medio del mundo



Cuidemos que no nos falte el aceite suficiente para mantener encendida la lámpara de la fe para que sea viva y podamos ser luz en medio del mundo

1Tesalonicenses 4, 1-8; Sal 96;  Mateo 25, 1-13
Con esto es suficiente, pensábamos, y si acaso luego buscamos más. Pero nos cogió el toro, como se suele decir. No fue suficiente y luego no hubo manera de conseguir más. Son nuestras imprevisiones, muchas veces nacidas de la desgana, del poco entusiasmo, de hacer las cosas simplemente como si fuera una obligación pero sin poner ganas, entusiasmo, alegría que aquello que hacemos.
Hay personas que van así por la vida, arrastrándose. Han perdido la ilusión, no tienen ganas de esforzarse para nada, con poca cosa se contentan, van a lo mínimo y así le vas en la vida. Parece que son felices así, que no necesitan tanto esfuerzo como aquellos que nos tomamos las cosas en serio y ponemos ganas y trabajamos lo que sea necesario para conseguirlo. Pero a la larga no son felices, lo pasaron bien (¿?) en algún momento porque no se esforzaron tanto, pero sus metas eran raquíticas y no lograron algo que les diera mas plenitud a sus vidas.
Esforzarnos y perseveran es algo que cuesta; ser previsores de futuro para las contingencias que pudieran surgir no siempre lo tenemos en cuenta; y no es que tengamos que ir acaparando con agobios como si nos fuéramos a quedar sin nada, pero sí es necesario preparar bien las cosas, porque eso forma parte de nuestra responsabilidad en la vida.
No podemos estar a lo que salta, a lo que venga en cualquier momento y nos coja de improviso. Hay tomarse en serio la misión que tenemos en la vida y por eso es necesario prepararse y desde muy pronto. Es una lástima que tantos jóvenes se tomen la vida alegremente en su juventud y no se preparen en serio para el futuro de su vida.
Son pensamientos que me surgen, un poco desordenados quizás, ante la parábola que se nos ofrece hoy en el evangelio. Ya sabemos de aquellas jóvenes que salían a recibir al esposo que llegaba para la boda, pero que tenían que ir con lámparas encendidas para alumbrar el camino en principio pero también para iluminar la sala de las bodas. El esposo tardó en llegar, y no había suficiente aceite para mantener las lámparas encendidas. Ya conocemos el desarrollo de la parábola y como las que no tuvieron aceite suficiente mientras a última hora fueron a comprar más, se cerró la puerta de la boda y no pudieron entrar.
Ya de alguna manera hemos hecho una lectura del mensaje del texto aplicándolo a la vida, en esas cosas que nos suceden cada día, o en estas posturas o actitudes que tomamos ante nuestras responsabilidades. Muchas situaciones de la vida tendríamos que ver reflejadas ahí para sacar nuestras propias conclusiones; revisión de la forma como nos tomamos la vida, como asumimos hasta el fondo nuestras responsabilidades, como vamos teniendo esas previsiones que necesitamos en el día a día.
Algo que podemos aplicar al camino de nuestra fe, de nuestra formación cristiana, de nuestros compromisos ante el mundo desde esa vivencia de nuestra fe. En nuestras manos, podemos decir, tenemos esa luz de nuestra fe, pero que tenemos que cuidar, que tenemos que preservar que no se apague, que tenemos que alimentar. No nos podemos contentar en decir que tenemos fe, que estamos bautizados y algunas veces realicemos algún acto religioso.
La vivencia de la fe tiene que llevarnos a algo más; primero a profundizar en esa fe, a tener un verdadero conocimiento y formación de esa fe que tenemos, que hemos recibido. Poco nos preocupamos de la formación y maduración de esa fe; nos contentamos con lo que de niño nos trasmitieron, pero luego no lo hemos madurado en la vida en la medida en que hemos ido madurando humanamente. Hay que alimentar esa fe, conociéndola, formándonos, escuchando con atención desde lo hondo del corazón, participando en todo aquello que se nos pueda ofrecer para profundizar en esa fe y hacerla más viva.
Tenemos posibilidad de cada día leer el evangelio, leer la Biblia; como igualmente se nos ofrece por parte de la Iglesia en que participemos en grupos cristianos que nos ayudan a madurar en esa fe. Pero muchas veces somos reacios a participar porque nos creemos que ya nos lo sabemos todo y qué nos van a decir o qué nos van a enseñar.
Se nos apagan las lámparas, no tenemos el aceite suficiente, y vemos como se va debilitando la fe en tantos y nos puede suceder a nosotros también. Cuidemos que no nos falte el aceite suficiente para mantener encendida esa lámpara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario