En
torno a Jesús vemos que hay inquietud y surgirán muchas personas deseosas de
querer imitar el maestro, de irse con El aunque seguirle tiene sus exigencias
Génesis 18,16-33; Sal 102; Mateo 8,18-22
Signos de vitalidad se dan en una
comunidad cuando vemos que la gente anda inquieta, no está siempre satisfecha
con lo que tiene o con lo que hace, siempre está en movimiento buscando como
hacer mejor las cosas y así surgen iniciativas que se ponen en común y se
ofertan para ver qué más o mejor podemos hacer, y así vemos personas que se
sienten llamadas de lo más hondo de si mismas y ofrecen sus cosas o se ofrecen
ellas mismas, para ver en que se puede participar, como pueden hacer crecer más
y mas la comunidad.
Mientras podemos contemplar pueblos
amorfos, donde nadie se mueve para tener una iniciativa, todos están como a la
expectativa a ver que hacen los otros, pero no surgen esas personas con valores
que cuiden de dar vida a esa comunidad; pueblos amorfos, que pareciera que están
dormidos o que ya no tuvieran vida porque lo que hacen es como dejarse
arrastrar por la monotonía y la rutina. No hay vida, parece que todo está
muerto, todos viven en esa dejadez.
Ejemplo palpable de esto lo podemos ver
en tantas comunidades, en que nadie se compromete, donde no surgen esos nuevos
lideres que conduzcan por nuevos derroteros a la comunidad, donde no vemos
florecer esas personas con inquietud que sean capaces de movilizar a los demás.
Comunidades muertas, en su desgana, en su rutina, en su conservadurismo, que
languidecen poco a poco.
En torno a Jesús vemos que hay
inquietud y surgirán muchas personas deseosas de querer imitar el maestro, de
irse con El. En el evangelio de hoy tenemos dos ejemplos claros. Uno se ofrece
estando dispuesto a todo y el otro escucha la invitación del Maestro. Pero este
tiene sus cosas pendientes; le queda mucho de muerte en su alma; hay apegos en
su corazón. Lo que se nos dice en el evangelio de que tenia que ir a enterrar a
su padre es algo muy sintomático. Apegos del corazón, ataduras de las que no
sabemos desandarnos, signos de muerte que muchas veces permanecen entre los
pliegues de nuestro corazón, aunque tengamos buena voluntad y buenos deseos. Es
como una rémora que nos frena, que nos impide ir más allá, no vemos otros
horizontes sino que seguimos siempre en lo mismo. Cuantas cosas nos retrata ese
pequeño detalle de tener que ir a enterrar a sus muertos.
El primero en su generosidad explosiva
se ofrece para todo. ¿Hasta donde estará dispuesto a llegar? Si yo tuviera
tiempo, decimos tantas veces, y hacemos hasta una lista de todas las cosas que
haríamos, pero al final nos quedamos en nada, porque en nosotros sigue pesando
que no tenemos tiempo.
Digo esto como ejemplo, de otros
sueños, otras aspiraciones que podamos tener pero que sea algo fácil, que sea
algo que yo pueda hacer, que no me quite mi tiempo de lo que ya son mis
ocupaciones, que sea aquí cerca, y no tenga que ir por otros sitios
desconocidos, y así pensamos en tantas cosas cuando queremos aparecer como muy generosos
y siempre dispuestos, pero que cuando vemos la dificultad ya no nos ofrecemos
tan alegremente. ‘Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nido…’
bueno que yo tenga unas mínimas cosas para poder realizar mi tarea y quizá lo
que estamos es buscando facilidades para que no se nos complique mucho la vida.
‘El Hijo del Hombre no tiene donde
reclinar la cabeza’. ¿No recordamos
que allá en Belén no había ni sitio en la posada para tener una cuna para su
nacimiento? Cuando nos ponemos a seguir a Jesús no podemos estar pensando en
esas cosas técnicas, o en esas cosas que nos faciliten nuestra tarea, para
entonces verlo fácil eso de seguir a Jesús.
Muchas veces o miramos para atrás cuando ponemos la mano en el arado o
estamos pidiendo que se nos pongan a disposición unos medios para yo poder
comprometerme en esa tarea de la evangelización.
Y no es ese el estilo de Jesús.
Pensemos en cuantos medios queremos tener a nuestra disposición, porque de lo
contrario no sabríamos qué hacer en las tareas pastorales. No digo que no los utilicemos,
sino que no los convirtamos poco menos en cosas absolutamente necesarias,
absolutos, para poder realizar la tarea de la evangelización.
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