Un camino perseverante, un camino de fidelidad, un camino
vivido en alegría y libertad, un camino que será siempre un camino de amor como
ha de ser siempre el seguir a Jesús
1Reyes 19, 16b. 19-21; Sal 15; Gálatas 4,
31b - 5, 1. 13-18; Lucas 9, 51-62
‘Cuando
se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de
ir a Jerusalén’. Se puso en camino y sus discípulos con El. Es una constante del
evangelio de san Lucas, ponerse en camino y la subida a Jerusalén. Mucho nos
quiere decir para quienes queremos ser sus discípulos, que también hemos de
ponernos en camino.
Discípulo
es el que sigue los pasos del maestro. El discípulo no sigue sus pasos
particulares y a su antojo, sino que ha de seguir los pasos del maestro, en
este caso, los pasos de Jesús. No vamos a nuestro aire para escoger lo que nos
pueda parecer más fácil o más cómodo, sino que tenemos que acogernos a las
directrices del maestro, porque a la larga es un estilo de vida. Y Jesús va
delante; como veremos en algún momento va delante y va deprisa porque no quiere
tardar en llegar.
Aunque
pudiera parecer una referencia al camino físico no es solo eso, quiere
expresarnos algo más, del sentido de camino de nuestra vida y cómo tenemos que
realizarlo, de nuestra vocación que es un camino especial al que nos invita Jesús,
de las exigencias del camino que nunca serán caminos de violencia que queramos
imponer, nos habla también de la libertad también con que hemos de emprenderlo
al tiempo que también lo ofrecemos a los demás.
No es
fácil muchas veces encontrar nuestro camino y seguirlo hasta el final. Nos
entran dudas, aparecen los cansancios, en ocasiones incluso nos desviamos pero
si queremos hacerlo necesitamos un plus de fidelidad y de perseverancia para
alcanzar la meta que habíamos soñado. Nos cuesta también seguir el camino con
Jesús, porque no son nuestros ritmos cansinos y a veces egoístas sino ir tras
las huellas de Jesús; es El quien nos traza las metas y nos señala el camino
porque va delante de nosotros. Y aquí con más razón tenemos que evitar lo que
nos retarde ese seguimiento, nos distraiga o nos haga volver atrás.
Creo que
de todos estos aspectos quiere hablarnos Jesús en el texto del evangelio de
hoy. Envía por delante de él a unos discípulos, podíamos decir, para preparar el
camino, y se van a encontrar el rechazo y el desprecio; ante la imposibilidad
de cumplir su misión surgen resabios vengativos en el corazón de los enviados,
pero no es esa la manera de actuar de Jesús. Regaña Jesús a aquellos impetuosos
discípulos – por algo los llamaran los hijos del trueno, ‘los boanerges’ – que
quieren incluso hacer bajar fuego del cielo para que se cumplan los deseos de
Jesús. Pero Jesús es quien viene a anunciar la paz, a construirnos el Reino de
Dios que es Reino de paz.
Por otra parte
será alguno que muy voluntario él quiere seguir a Jesús a donde quiera que
vaya. Jesús le replicará que no vaya buscando en el seguimiento de Jesús
facilidades para su vida, comodidades o soluciones fáciles para los problemas
de la vida. Las fieras salvajes tienen madrigueras y los pájaros del cielo se
construyen sus nidos, pero el Hijo del Hombre vive en el desprendimiento total
y en la pobreza suma, porque no tiene donde reclinar su cabeza.
Serán
otros a los que llama Jesús en este camino, pero que de alguna manera quieren
priorizar primero sus asuntos particulares o las cosas de los suyos. Pero el
que se pone en camino tras Jesús lo que ha de priorizar es el seguimiento de
Jesús, la radicalidad de su seguimiento, la búsqueda primero que nada, como nos
dirá Jesús en otro momento, del Reino de Dios y su justicia, que lo demás se
dará por añadidura; Dios nunca abandona y habrá quien se dedique a esos otros
asuntos.
Y es que
el que sigue un camino ha de mirar siempre adelante para seguir el camino; en
nada podemos distraernos de lo que es lo principal, nuestra mirada no se puede
quedar en las superficialidades que aparezcan en nuestro entorno ni en las
cosas que dejamos atrás. Quien conduce un vehículo por una senda, no se puede
mirar para detrás a ver el camino que ha quedado detrás, porque pronto además
se va a salir entonces del camino. No es fácil en ocasiones porque atrás pueden
quedar esos apegos que hemos arrancado del corazón o podemos seguir pensando en
lo bueno que en otros momentos hayamos podido vivir. Nos cuesta aceptar la
novedad del camino del Evangelio que se va abriendo en todo momento delante de
nosotros por la fuerza del Espíritu.
Cosas que
nos suceden en el camino de la Iglesia que siempre tiene que ir navegando hacia
delante en los nuevos rumbos que el Espíritu nos va sugiriendo, nos va
inspirando en aquellos que como profetas están en la Iglesia para señalar
sendas y caminos.
Pero nos
surge tantas veces la añoranza, el pensar que otros tiempos fueron mejores, el
queremos volver a cosas que pudieron haber sido muy buenas en el pasado pero
que ya no responden a los retos que tiene hoy la Iglesia en el tiempo que
vivimos; añoramos ritos antiguos, añoramos ambientes de cristiandad vividos en
otros momentos de la historia, tenemos miedo del presente que nos parece el
momento más difícil de todos los tiempos, olvidando que siempre ha habido
tiempos difíciles y siempre ha estado el Espíritu del Señor guiando a la
Iglesia como lo hace también en nuestros tiempos.
Un camino
que se abre delante de nosotros, un camino con unos pasos concretos siguiendo
las huellas de Jesús, un camino que haremos siempre asistidos por la fuerza del
Espíritu que Jesús nos prometió y nos dio. Un camino perseverante, un camino de
fidelidad, un camino vivido en alegría y libertad, un camino que será siempre
un camino de amor.
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