No vayamos encorvados por la vida, vivamos nuestra dignidad y respetemos la dignidad de los que están a nuestro lado
Efesios 4,32–5,8; Sal 1; Lucas
13,10-17
Amamos ser libres. Es algo esencial a nuestra condición humana. Es
esencial para mantener nuestra dignidad. Algo que siempre se reivindica. La
historia de los hombres y de los pueblos está llena de batallas por la libertad
y por la dignidad de personas y pueblos. Nos rebelamos contra todo lo que
signifique opresión o de dominio de unos sobre otros.
Normalmente nos fijamos en grandes situaciones que se viven en muchas
ocasiones a través de la historia de opresión y de dominio de unos pueblos
contra otros, o condenamos toda forma de gobierno de los pueblos donde desde el
poder se controle o se manipule la vida de las personas que componen esa
sociedad, nos rebelamos contra todo tipo de dictadura o de dominio que mermen
libertades, y somos conscientes que eso no es solo cosa del pasado, sino que en
el momento histórico en que vivimos sigue existiendo esa falta de libertad.
Reclamamos leyes justas que hagan desaparecer todo tipo de desigualdad en lo
social o de dominio y manipulación en lo político. Muchos ejemplos de esto se podrían
poner.
Sin embargo quizá olvidamos o no tenemos tanto en cuenta otras situaciones
que podemos vivir en lo personal donde casi de alguna manera hayamos vendido
nuestra libertad. Decimos somos libres y queremos ser libres, pero luego
vivimos en la vida atados a muchas dependencias y hasta esclavitudes que
dominan y controlan nuestra propia voluntad.
No nos damos cuenta quizá pero en nuestra sociedad actual estamos
cayendo en muchas dependencias y ya no es el dominio solo de unas personas
sobre otras, sino que muchas veces dependemos de cosas, de instrumentos creados
quizá para facilitarnos la vida en ese desarrollo que va adquiriendo nuestra
sociedad, pero que nosotros convertimos en ataduras, que parece que sin esas
cosas no podríamos vivir. Pensemos en tantos aparatos electrónicos, por
ejemplo, sin los cuales parece que ya no podemos vivir.
¿No viviremos encorvados bajo esas dependencias que realmente nos
merman la libertad? ¿Detrás de todo eso no puede haber una cierta manipulación
desde quienes dirigen de alguna manera esos medios?
Hoy el evangelio nos habla de que Jesús llego a una sinagoga y allí había
una mujer enferma desde hacia muchos años de tal manera que no podía ponerse
derecha, porque andaba encorvada. No vamos ahora de momento a entrar en que lo
estuvieran acechando porque era sábado a ver que es lo que hacia y la reacción
del encargado de la sinagoga.
Fijémonos que Jesús se acerca a aquella mujer para liberarla de su
enfermedad, del mal que aquejaba su vida. ‘Al verla, Jesús la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de tu
enfermedad. Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y
glorificaba a Dios’. Fijémonos
en las palabras que le dirige Jesús. ‘Mujer, quedas libre de tu enfermedad’.
Aquella limitación de la mujer no solo era lo físico, podríamos decir, sino que
en su enfermedad había algo que le impedía vivir con toda dignidad. Andaba
encorvada, y Jesús que aquella mujer se pudiera poner derecha. Es todo un signo
para nuestra vida.
Hablábamos antes de
nuestros deseos de libertad y dignidad. Pero hemos hablado de esas dependencias
que nos vamos creando en la vida de las que tenemos que aprender también a
liberarnos. No significa que no utilicemos los medios más modernos que nos
ayuden en nuestra vida. Es algo distinto, es aprender a utilizar esos medios,
para que nosotros no seamos los que dependemos de ellos. Es algo que se nos va metiendo sutilmente en la vida y casi
ni nos damos cuenta.
Pongo un ejemplo, los móviles,
las redes sociales, y todos esos aparatos, por decirlo de alguna manera, que
les acompañan que cada día son más modernos, que cada día queremos tener lo último
que ha salido, que vamos utilizando por todas partes. Nos chocamos de narices
en la calle con una farola por ir atendiendo al móvil. ¿No nos sucederá que
estamos comunicados con el nuevo amigo que hemos conocido en el otro lado del
mundo, pero luego no nos comunicamos con el que está al lado nuestro? Estamos
sentados al lado de nuestro amigo, o nuestra familia y suena el característico
sonido del WhatsApp y ya nos olvidamos del que está a nuestro lado que dejamos
con la palabra en la boca y nos ponemos a atender al aparatito. ¿Entramos o no
entramos en relaciones humanas? ¿Con el que está lejos? ¿Y el que está junto a
nosotros lo dejamos a un lado? ¿Habrá unas dependencias que nos deshumanizan?
No vayamos encorvados por
la vida. Vivamos nuestra dignidad pero respetemos la dignidad de los que están
a nuestro lado. ¿No habrá aquí una llamada a que nos liberemos y nos podamos
poner derechos, como nos dice hoy el evangelio?
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