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jueves, 30 de agosto de 2018

La responsabilidad con que asumimos la vida que nos abre a los demás y nos eleva y trasciende hasta la plenitud de Dios


La responsabilidad con que asumimos la vida que nos abre a los demás y nos eleva y trasciende hasta la plenitud de Dios

1Corintios 1,1-9; Sal 144; Mateo 24,42-51

No sé, pero da la impresión de que nos hemos acostumbrado a que quien ostenta la responsabilidad de algo en la vida se sienta como dueño y señor de aquello de lo que solo es un administrador y que su responsabilidad es precisamente el cuidar de administrar bien lo que está en su mano para bien de aquello o aquellos que se le han confiado a su responsabilidad. Tener una responsabilidad no es hacernos dueños todopoderosos para actuar a nuestro antojo, sino que podríamos decir que es entrar en una dinámica de servicio para buscar el bien y lo bueno para todos y todo lo que está a su cuidado.
Hablar de esa responsabilidad es hablar de la vida misma, pero serían hablar también de todas esas funciones que hay en la sociedad a la que toca servir y que tenemos que cuidar que no solo sea para el bien ni solo del propio responsable ni solo de algunos de sus miembros.
Demasiado tendríamos que decir en este aspecto en tantos estamentos de la sociedad, en la vida social y en la vida política, en los que son responsables del gobierno como en las responsabilidades que asumimos en las tareas que desempeñamos todos cada día. Y tenemos que reconocer cuánto de corrupción hay en tantos aspectos de todo esto que estamos mencionando.
¿Qué vemos hacer desgraciadamente en tantos de nuestros políticos? ¿Qué vemos en tantas otras actividades de la vida social en las actitudes y comportamientos de muchos de sus dirigentes?
Pero decíamos también que hablar de responsabilidad es hablar de la vida misma. La responsabilidad de nuestra propia vida que tenemos que saber asumir. Es mi vida, oímos decir tantas veces, y de mi capa hago un sayo, dicen algunos. Es tu vida que tienes que saber vivir con responsabilidad. Es tu vida donde has de saber desarrollar tus valores y tus cualidades, que no estás dotado de ellas, para guardarlas encerradas, sino que tenemos que saber dar fruto.
Es tu vida, pero no vives aislado de los demás, sino que vives en sociedad, porque hay un sentido y un valor social desde lo más intimo de tu propio ser y no vives solo para ti. Piensa que tu misma existencia ha dependido de otros seres de la misma manera que de ti va a depender la existencia de otros seres que vendrán detrás de ti e incluso de los que están a tu lado en esa profunda interrelación que hay entre todos. Por eso tus propios valores, tus cualidades que te enriquecen también están llamadas a enriquecer a los demás.
Es tu vida que está dotada también de una trascendencia no solo en lo que de ti se va a reflejar en los demás sino que también nos eleva en una vida espiritual y en una vida que va mas allá de lo que ahora en este espacio temporal podamos vivir. En esa elevación espiritual y en esa ansia de plenitud y de eternidad que todos llevamos dentro nos abrimos a Dios, nos trascendemos en Dios que no solo buscamos en esa ansia de eternidad, sino que sentimos también que viene a nosotros y en nosotros en nuestra vida se hace presente.
Hoy nos habla Jesús en el evangelio de vigilancia, de estar preparados y atentos como los que tienen una responsabilidad. Es de todo lo que venimos reflexionando. Y esa presencia de Dios en nosotros que vamos a sentir precisamente nos induce a vivir con todo sentido y plenitud todas esas responsabilidades que tenemos en la vida. No podemos descuidar esa vigilancia, ese cuidado, esa responsabilidad. Esa fe que va a llenar e inundar nuestra vida no nos adormece sino todo lo contrario nos hace estar más vigilantes, a actuar con mayor responsabilidad, a trabajar para hacer que nuestro mundo sea mejor.

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