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domingo, 26 de agosto de 2018

También queremos poder decir que no nos vamos con ningún otro porque solo Jesús es para nosotros Palabra de vida eterna


También queremos poder decir que no nos vamos con ningún otro porque solo Jesús es para nosotros Palabra de vida eterna

 Josué 24, 1-2a. 15-17. 18b; Sal. 33; Efesios 5, 21-32; Juan 6, 61-70

Nadar entre dos aguas sin que nos arrastre la corriente no es tarea fácil; habrá que ser quizá un experto nadador cuando de corrientes marinas o corrientes entre ríos se trate, pero cuando es en la vida donde queremos nadar entre dos aguas o también como se suele decir nadar y guardar la ropa se nos puede hacer más complicado. Hay que tomar decisiones, hay que aclarar las ideas, no podemos permanecer siempre en la confusión, tenemos que decantarnos por algo; aunque algunas veces parece que nos encontramos con expertos en escurrir el bulto.
Pero ahora queremos hablar del evangelio, de la buena noticia que nos anuncia Jesús donde se nos plantea un sentido de la vida, una opción fundamental de la que puede depender la felicidad o la plenitud de la persona. Y ahí tenemos que aclararnos, aunque algunas veces parece que preferimos permanecer en un conformismo que nos mantenga en la sombra, o al menos que no nos comprometa a mucho. Pero el planteamiento de Jesús no es un juego, tiene su radicalidad, que no podemos rehuir sin es que en verdad tenemos una fe cierta y clara en Jesús y en el Reino de Dios que El nos anuncia.
Nos da motivo para este planteamiento o esta reflexión que nos estamos haciendo este texto del evangelio del Pan de vida que hemos venido escuchando en los últimos domingos y donde vemos que llega el momento de tomar decisiones. Pero esto nos vale para cualquier pasaje del evangelio con el que nos enfrentemos, páginas que demasiadas veces maquillamos a nuestro favor para no afrontar las decisiones y posturas valientes que se suponen en un seguidor de Jesús.
Queremos tantas veces nadar, sí, entre dos aguas, nos queremos llamar cristianos y al mismo tiempo andamos con conformismos sin querer entrar en la radicalidad que para nuestra vida siempre ha de significar el evangelio. No olvidemos que el primer anuncio que nos hace Jesús es que nos convirtamos para poder creer en esa Buena Noticia que se nos anuncia, y convertirnos es darle un cambio radical a nuestra vida.
Lo que Jesús ha venido planteando en la sinagoga de Cafarnaún era algo serio. Comer ese Pan de vida que Jesús nos ofrece es mucho más que comer un simple pan. Era radicalmente decidirnos por seguir a Jesús para vivir su vida, creer en su Palabra sabiendo que para nosotros es Palabra de vida eterna, ponernos en una sintonía total con Jesús de manera que ya solo viviéramos su misma vida, optar por el camino de Jesús para solo seguir sus pasos, vivir sus actitudes y sentimientos, hacernos uno con El. Como el alimento que comemos para alimentarnos y que se hace vida en nosotros, transformándose en vida para nosotros.
Quizá las palabras de comer su carne y beber su sangre pudieran asustar. Por eso se preguntaban como iban a comer su carne porque no llegaban a entender bien el significado que Jesús estaba dando a sus palabras. Muchos desde entonces dejarán de ir con Jesús, lo abandonarán. Pero Jesús sigue diciéndonos que El es el verdadero pan bajado del cielo y que da vida al mundo y que su carne será verdadera comida y su sangre verdadera bebida.
Es cuando le pregunta a sus discípulos más cercanos, a aquellos que ya había escogido para estar con El y enviarlos en su nombre a anunciar el Reino, si ellos también quieren marcharse. En sus corazones también anidaban las dudas; aunque tenían una cercanía, una sintonía muy especial con Jesús a ellos también les costaría entender y no terminaban de saber a donde conduciría todo aquello en que se habían metido cuando habían dejado todo para seguir a Jesús.
Pero allí está quien ama intensamente a Jesús, a pesar de sus debilidades. ‘¿A quién vamos a ir, con quién no vamos a ir? Solo tú tienes Palabras de vida eterna’. Es una confesión de fe muy rotunda, como ya haría en otra ocasión el mismo Pedro. Ciegamente, casi podríamos decir, pero con la ceguera del amor estaban decididos a estar con Jesús, a seguir a Jesús. no terminarían de comprender ahora sus palabras, pero ya llegaría el momento en la cena pascual, donde Jesús les ofrecería aquel pan y aquella copa diciéndoles que aquello era su cuerpo, que aquella copa era la copa de su sangre, de la alianza nueva eterna.
Seguirían aun sus luchas y sus dudas, sus temores y la aparición de sus debilidades, porque incluso le abandonaría a su suerte, pero ahora estaban dispuestos a decir que no se podían ir con otro porque nadie más tenia palabras de vida eterna como El tenía.
Claro que aquí esté que pensemos en nosotros y en el sentido y significado con que nosotros también comemos la Eucaristía, su Cuerpo y su Sangre sacramentalmente presentes para darnos vida. Es de lo que de verdad tenemos que ser conscientes. Acercarnos a comulgar no es ir porque todos lo hacen; acercarnos a comer a Cristo tenemos que darnos cuenta todo lo que significa en cuanto estamos poniendo toda nuestra fe en El, en cuanto queremos en verdad vivir su misma vida, en cuanto tenemos que impregnarnos de sus sentimientos, de su actitudes, de su vida para que para siempre las de Jesús sean las nuestras, en cuanto que queremos vivir su vida para siempre y para siempre hemos de arrancar de nosotros todo lo que sea muerte, todo lo que sea pecado.
Decimos que no podemos ir a comulgar en pecado; es que seria una incongruencia, porque mientras seguimos dejando reinar el pecado y la muerte en nuestro corazón, vamos a comulgar, decimos, porque hemos optado por la vida de Jesús.
Acercarnos a comulgar nos compromete, aunque sabemos de nuestras debilidades, nuestras dudas y nuestros miedos. Queremos tener la seguridad y la certeza de la Verdad de Jesús. Queremos sentirnos fortalecidos con ese alimento de vida eterna, para que ya se acaben de una vez para siempre nuestros miedos y para que ya en El nos sintamos fortalecidos frente a todas las adversidades que nos pueden aparecer en la vida. Queremos alimentarnos de su amor para que nuestro amor sea también total amando con su mismo amor. Se acabaron las dudas y las indecisiones, el nadar entre dos aguas, ha de comenzar la radicalidad del seguimiento de Jesús.
¿A quién vamos a acudir? ¿Con quién nos vamos a sentir mejor? ¿Quién va a ser nuestra mejor fortaleza? ¿Quién tiene para nosotros palabras de vida eterna? Solo tú tienes palabras de vida eterna, también nosotros queremos confesar queriendo comer totalmente a Cristo para que sea vida de nuestra vida.

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