También queremos poder decir que no nos vamos con ningún otro porque solo Jesús es para nosotros Palabra de vida eterna
Josué 24, 1-2a. 15-17. 18b; Sal. 33; Efesios 5,
21-32; Juan 6, 61-70
Nadar entre dos aguas sin que nos arrastre la corriente no es tarea
fácil; habrá que ser quizá un experto nadador cuando de corrientes marinas o
corrientes entre ríos se trate, pero cuando es en la vida donde queremos nadar
entre dos aguas o también como se suele decir nadar y guardar la ropa se nos
puede hacer más complicado. Hay que tomar decisiones, hay que aclarar las
ideas, no podemos permanecer siempre en la confusión, tenemos que decantarnos
por algo; aunque algunas veces parece que nos encontramos con expertos en
escurrir el bulto.
Pero ahora queremos hablar del evangelio, de la buena noticia que nos
anuncia Jesús donde se nos plantea un sentido de la vida, una opción
fundamental de la que puede depender la felicidad o la plenitud de la persona.
Y ahí tenemos que aclararnos, aunque algunas veces parece que preferimos
permanecer en un conformismo que nos mantenga en la sombra, o al menos que no
nos comprometa a mucho. Pero el planteamiento de Jesús no es un juego, tiene su
radicalidad, que no podemos rehuir sin es que en verdad tenemos una fe cierta y
clara en Jesús y en el Reino de Dios que El nos anuncia.
Nos da motivo para este planteamiento o esta reflexión que nos estamos
haciendo este texto del evangelio del Pan de vida que hemos venido escuchando
en los últimos domingos y donde vemos que llega el momento de tomar decisiones.
Pero esto nos vale para cualquier pasaje del evangelio con el que nos
enfrentemos, páginas que demasiadas veces maquillamos a nuestro favor para no
afrontar las decisiones y posturas valientes que se suponen en un seguidor de
Jesús.
Queremos tantas veces nadar, sí, entre dos aguas, nos queremos llamar
cristianos y al mismo tiempo andamos con conformismos sin querer entrar en la
radicalidad que para nuestra vida siempre ha de significar el evangelio. No
olvidemos que el primer anuncio que nos hace Jesús es que nos convirtamos para
poder creer en esa Buena Noticia que se nos anuncia, y convertirnos es darle un
cambio radical a nuestra vida.
Lo que Jesús ha venido planteando en la sinagoga de Cafarnaún era algo
serio. Comer ese Pan de vida que Jesús nos ofrece es mucho más que comer un
simple pan. Era radicalmente decidirnos por seguir a Jesús para vivir su vida,
creer en su Palabra sabiendo que para nosotros es Palabra de vida eterna,
ponernos en una sintonía total con Jesús de manera que ya solo viviéramos su
misma vida, optar por el camino de Jesús para solo seguir sus pasos, vivir sus
actitudes y sentimientos, hacernos uno con El. Como el alimento que comemos
para alimentarnos y que se hace vida en nosotros, transformándose en vida para
nosotros.
Quizá las palabras de comer su carne y beber su sangre pudieran
asustar. Por eso se preguntaban como iban a comer su carne porque no llegaban a
entender bien el significado que Jesús estaba dando a sus palabras. Muchos
desde entonces dejarán de ir con Jesús, lo abandonarán. Pero Jesús sigue diciéndonos
que El es el verdadero pan bajado del cielo y que da vida al mundo y que su
carne será verdadera comida y su sangre verdadera bebida.
Es cuando le pregunta a sus discípulos más cercanos, a aquellos que ya
había escogido para estar con El y enviarlos en su nombre a anunciar el Reino,
si ellos también quieren marcharse. En sus corazones también anidaban las
dudas; aunque tenían una cercanía, una sintonía muy especial con Jesús a ellos también
les costaría entender y no terminaban de saber a donde conduciría todo aquello
en que se habían metido cuando habían dejado todo para seguir a Jesús.
Pero allí está quien ama intensamente a Jesús, a pesar de sus
debilidades. ‘¿A quién vamos a ir, con quién no vamos a ir? Solo tú tienes
Palabras de vida eterna’. Es una confesión de fe muy rotunda, como ya haría
en otra ocasión el mismo Pedro. Ciegamente, casi podríamos decir, pero con la
ceguera del amor estaban decididos a estar con Jesús, a seguir a Jesús. no terminarían
de comprender ahora sus palabras, pero ya llegaría el momento en la cena
pascual, donde Jesús les ofrecería aquel pan y aquella copa diciéndoles que
aquello era su cuerpo, que aquella copa era la copa de su sangre, de la alianza
nueva eterna.
Seguirían aun sus luchas y sus dudas, sus temores y la aparición de
sus debilidades, porque incluso le abandonaría a su suerte, pero ahora estaban
dispuestos a decir que no se podían ir con otro porque nadie más tenia palabras
de vida eterna como El tenía.
Claro que aquí esté que pensemos en nosotros y en el sentido y
significado con que nosotros también comemos la Eucaristía, su Cuerpo y su
Sangre sacramentalmente presentes para darnos vida. Es de lo que de verdad
tenemos que ser conscientes. Acercarnos a comulgar no es ir porque todos lo
hacen; acercarnos a comer a Cristo tenemos que darnos cuenta todo lo que
significa en cuanto estamos poniendo toda nuestra fe en El, en cuanto queremos
en verdad vivir su misma vida, en cuanto tenemos que impregnarnos de sus sentimientos,
de su actitudes, de su vida para que para siempre las de Jesús sean las
nuestras, en cuanto que queremos vivir su vida para siempre y para siempre
hemos de arrancar de nosotros todo lo que sea muerte, todo lo que sea pecado.
Decimos que no podemos ir a comulgar en pecado; es que seria una
incongruencia, porque mientras seguimos dejando reinar el pecado y la muerte en
nuestro corazón, vamos a comulgar, decimos, porque hemos optado por la vida de Jesús.
Acercarnos a comulgar nos compromete, aunque sabemos de nuestras
debilidades, nuestras dudas y nuestros miedos. Queremos tener la seguridad y la
certeza de la Verdad de Jesús. Queremos sentirnos fortalecidos con ese alimento
de vida eterna, para que ya se acaben de una vez para siempre nuestros miedos y
para que ya en El nos sintamos fortalecidos frente a todas las adversidades que
nos pueden aparecer en la vida. Queremos alimentarnos de su amor para que
nuestro amor sea también total amando con su mismo amor. Se acabaron las dudas
y las indecisiones, el nadar entre dos aguas, ha de comenzar la radicalidad del
seguimiento de Jesús.
¿A quién vamos a acudir? ¿Con quién nos vamos a sentir mejor? ¿Quién
va a ser nuestra mejor fortaleza? ¿Quién tiene para nosotros palabras de vida
eterna? Solo tú tienes palabras de vida eterna, también nosotros
queremos confesar queriendo comer totalmente a Cristo para que sea vida de
nuestra vida.
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