La misión del Buen Pastor que da su vida por sus ovejas nos abre horizontes para llegar a esos otros mundos a los que hemos de hacer también el anuncio de la Buena Nueva de Jesús
Hechos 4, 8-12; Sal. 117; 1Juan 3, 1-2; Juan 10, 11-18
¿Hasta dónde somos capaces de llegar en el cumplimiento de las
responsabilidades que hayamos adquirido o se nos hayan confiado en la vida? Asumir
una responsabilidad y más cuando media en ello también el amor algunas veces
nos cuesta y parece como si quisiéramos ponerle límites o decir hasta aquí
llego pero complicarme la vida más allá ya no estoy tan dispuesto. Ya decimos
que no a todos se les enfrían sus responsabilidades y podríamos descubrir
muchos testimonios admirables de quienes pierden para si, pero son capaces de
mantener su fidelidad hasta el final.
En el cumplimiento de nuestras responsabilidades algunas veces quizá
tengamos que enfrentarnos a quienes no actúan con toda ética y rectitud y que
desde sus lugares de influencia quizá hasta pudieran hacernos daño con sus manipulaciones.
Es difícil y cuesta, pero sí nos podemos encontrar personas que actúan con esa
rectitud aunque eso les pueda traer otros perjuicios por otros lados.
Es responsabilidad, es rectitud, es fidelidad, es sentir como propio
lo que tenemos en nuestras manos, aunque sea cosa que nos haya confiado
alguien, es el amor a la justicia y la bondad que brillan en tantos corazones
buenos también. ¿Hasta donde seremos capaces de llegar nosotros también?
¿Habremos puesto junto a esa tarea de la responsabilidad el abono del amor que
la hace verdaderamente fecunda?
Hoy lo aprendemos de Jesús en el evangelio. Nos habla del pastor que
cuida con responsabilidad de sus ovejas, pero donde todo además lo vemos
impregnado por el amor. Es el verdadero pastor que ama a su rebaño, que lo
cuida y lo protege, que le ofrece los mejores pastos, pero que también lo
defiende. Es el pastor que las ama y las conoce, a cada uno le ha dado un
nombre, y cada una conoce a su pastor porque así se sienten amadas, protegidas
y cuidadas por él. Si acaso alguna se le extravía la busca por collados y
barrancos hasta que la encuentra llenándose de alegría que comparte incluso con
los demás.
No es el asalariado que se comporta de manera irresponsable, porque
aunque trata de cumplir con su deber de llevar a pastar a las ovejas, cuando
viene la dificultad y el peligro, huye, abandona, no protege ni cuida aun a
riesgo de su propia vida. El que no es dueño de las ovejas porque no las siente
como algo propio de su vida, ve venir al lobo y las abandona, dejando que el
lobo haga estrago entre las ovejas.
Y Jesús nos está diciendo que ese buen pastor es El que da su vida por
las ovejas, que da su vida por nosotros. ‘Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las
ovejas… Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen,
igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las
ovejas…’
No es necesario que digamos muchas cosas para que veamos reflejada esa
imagen del Buen Pastor en Jesús. Basta que le contemplemos en el evangelio, en
su cercanía con la gente, en la acogida misericordiosa a cuantos a El se
acercan con sus dolencias del cuerpo o del espíritu, en su recorrer los caminos
de Galilea y toda Palestina, en su saber estar al lado de los pecadores y de cuantos
eran despreciados por todos, en su entrega hasta el final dando su vida por
nosotros. Es la vida de Jesús, son sus gestos y son también sus palabras, es su
mirada y es su mano tendida, es su corazón misericordioso siempre abierto y es
ese acercarse incluso a aquel que está abandonado de todos.
Hoy es un momento para ponernos a contemplar y a considerar cuanto es
el amor que el Señor nos tiene, pero también para que consideremos cómo
nosotros le escuchamos y conocemos su voz. Esa voz del Buen Pastor que llega a
nosotros por tantos caminos, porque nos llega a través de la Iglesia y de
quienes en la Iglesia tienen una misión y un oficio pastoral, pero que nos
llega también a través del hermano que camina a nuestro lado y muestra alguna
preocupación por nosotros. ¿Por qué no ver ahí ese cuidado amoroso de Jesús
Buen Pastor que llegue también así a nuestra vida?
Hay un pequeño detalle en el evangelio en el que también hemos de caer
en la cuenta. Nos dice Jesús que hay otras ovejas, que no están quizá en nuestro
rebaño, pero que también tienen que oír la voz del Pastor, recibir esa atención
del Pastor que también ha de cuidar de ellas. ‘Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también
a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo
Pastor’.
En un sentido ecuménico
habitualmente hemos querido ver ahí a quienes se han separado de la Iglesia y
hemos utilizado este texto como una motivación para nuestra oración por la
unidad de los cristianos. Pero creo que puede decirnos algo más. ‘Otras
ovejas que no son de este redil…’ nos dice. ¿No somos una Iglesia en
salida, una iglesia que no puede apagar su espíritu misionero?
En cuantos podemos pensar
en este mundo en el que vivimos, por un lado unos que se han alejado de la Iglesia
aun cuando se dicen todavía creyentes y cristianos; pero tantos a los que quizá
ya no les diga nada la religión, ni Cristo ni la Iglesia, cuantos con otras
maneras de pensar, con otras ideologías que marcan sus vidas, tantos quizás
personas de buena voluntad y que hacen el bien o trabajan por la justicia y por
un mundo mejor pero que no han descubierto la luz de la fe o el sentido
cristiano de la vida incluso con los buenos valores por los que trabajan. Tenemos
que reconocer claramente que no todo es negativo en quienes no profesan nuestra
misma fe.
A tantos que miramos de
lejos, porque tienen otro estilo de vida o porque desde nuestro punto de visto
sus vidas se ven marcadas por muchas cosas que a nosotros no nos pueden parecer
buenas. Y ¿qué hacemos ante todo eso? ¿Qué inquietud sentimos por ese mundo que
nos rodea y que ya no quiere llamarse ni sentirse cristiano? Y no pienso
solamente en países lejanos que llamamos de misión.
Jesús es el Buen Pastor que
piensa en esas otras ovejas que no son de este redil. Pero Jesús quiere que
nosotros pensemos en ellos también. Porque ahí también tenemos que hacer
presente y visible al que es el Buen Pastor que entrega su vida por las ovejas,
también por estas ovejas.
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