El Espíritu del Señor
nos lo revelará todo, nos hará sentir su presencia, nos inundará de la
sabiduría de Dios para que en cada momento sepamos ver las obras de Dios
Hechos de los apóstoles 14,5-18; Sal 113; Juan 14, 21-26
Alguna vez nos sucede que cuando alguien tiene una confidencia
especial con nosotros nos sentimos en cierto modo, además de agradecidos,
abrumados por la confianza que han tenido con nosotros de la que no nos
sentimos merecedores. ¿Por qué a mí? ¿Por qué yo? Nos preguntamos y preguntamos
quizá a aquel que ha tenido esa confianza con nosotros.
De la confianza tenemos que hacernos dignos aunque no nos sintamos
merecedores, pero a ello hemos de corresponder nosotros de alguna manera mostrándonos
con confianza y agradecimiento a quien tiene esos detalles con nosotros.
Es cierto que no a todos ni siempre abrimos de la misma manera el
corazón a los demás, pero sí tenemos que aprender a crear niveles de cercanía
con los que nos rodean para que haciendo el camino de la vida juntos, al mismo
tiempo sepamos apoyarnos mutuamente los unos en los otros. Así el camino, sobre
todo cuando vengan momentos difíciles o dolorosos, se nos hace más fácil y
llevadero al sentir ese apoyo del que va a nuestro lado. El contemplar la
intima inquietud del otro nos sirve de estímulo en nuestro esfuerzo y nos
impulsa a mantenernos en ese camino resto aunque sea costoso.
Me fue surgiendo esta reflexión a partir de la reacción que Judas –
como dice muy el evangelista, no el Iscariote – tuvo ante las confidencias que Jesús
les estaba haciendo aquella noche de la cena pascual. ¿Por qué has tenido esta
confianza con nosotros y así te manifiestas? ‘Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a
nosotros y no al mundo?’ Y es que como hemos venido comentando Jesús les
estaba abriendo su corazón. Pero aun nos dirá más, porque nos anuncia la
presencia y la sabiduría de su Espíritu para que podamos comprender todas las
cosas. ‘Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el
Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os
lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho’.
Ellos podían tener la sintonía
con el Señor, porque aun cuando se sentían débiles e incluso aquella debilidad
se iba a manifestar de forma escandalosa aquella misma noche cuando todos le abandonarían
e huirían, sin embargo habían entrado en una sintonía de amor con Jesús. Y el Espíritu
del Señor nos lo revelará todo, nos hará
sentir su presencia, nos inundará de la sabiduría de Dios para que en cada
momento sepamos ver las obras de Dios, vivamos en su presencia y realicemos las
obras del amor.
Somos débiles también y de
muchas maneras se manifiesta esa debilidad en nuestra vida en tantos momentos
que se nos vuelven negros porque no sabemos ser siempre fieles, pero tendríamos
que saber mantenernos en esa sintonía de amor. Le amamos y nos queremos
esforzar en cumplir su mandamiento para que así sintamos ese amor del Padre también
sobre nosotros. ‘Y yo también lo amaré y me revelaré a él’, nos dice Jesús.
Pero sigue diciéndonos algo muy hermoso. ‘El que me ama guardará mi palabra,
y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él’. Dios quiere
morar en nuestro corazón. Es el Dios que planta su tienda entre nosotros, pero
aun más quiere habitar en nosotros si en verdad le amamos y guardamos su
palabra.
Es una dicha grande, es un
gozo grande para nuestro corazón. Se nos manifiesta, se nos revela, y nos llena
de su amor y de su vida. ¿Cómo correspondemos a tanto amor? Le damos gracias
pero queremos mantenernos siempre en ese amor siendo por nuestras obras de amor
signo de Dios para los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario