Subiendo con Jesús a Jerusalén aprendemos que aunque el camino se costoso y nosotros nos sintamos débiles hay en nosotros unos talentos que serán nuestra fuerza para el camino
Lucas, 19, 11-28
Jesús iba subiendo de Jericó a Jerusalén; el episodio que contemplábamos
anteriormente en el evangelio ha sucedido en Jericó; la ascensión no es fácil,
pues median casi una treintena de kilómetros y el desnivel es considerable,
porque supera los mil metros desde la profundo del valle del Jordán donde está
situada la ciudad de Jericó. Las subidas son costosas, pero viene a ser aquí
una buena imagen para el mensaje de Jesús.
Después de los acontecimientos de Jericó, los ciegos curados, Zaqueo
transformado por la presencia de Jesús, al iniciar la subida toma a sus discípulos
como en un aparte y les propone una parábola; en ella de alguna manera les
habla del sentido de su subida a Jerusalén; pero es también una parábola que
hablará de responsabilidades y respuestas, una parábola que nos habla en el
fondo de fidelidad y de compromiso.
En la versión de san Lucas que escuchamos nos habla de un hombre noble
que marcha a lugares lejanos para buscar el titulo de rey, pero que ha confiado
a sus servidores una serie de talentos para que mientras tanto los administren
y negocien con ellos. A uno confiará cinco talentos, a otro tres y al tercero
solamente uno. A la hora de rendir cuentas veremos al de cinco que ha negociado
otros cinco y al que ha confiado tres lo mismo ha conseguido otros tres. Al que
se le había confiado solamente uno tuvo miedo a arriesgarse, no quería perder,
aunque eso significara no ganar, y así se presentó a rendir cuentas con sus
miedos y con su pobreza, viéndose ahora despojado de todo.
En la vida tenemos que ponernos en camino dejando a un lado los miedos
a los riesgos o a los peligros. No podemos encerrarnos y contentarnos con lo
que tenemos, sino que hemos de hacer de verdad fructificar nuestra vida. Y ya
no son solo las ganancias materiales que podamos adquirir lo cual podría ser
valido en orden a nuestro propio sustento y el de los nuestros, sino que en el
desarrollo de lo que somos nos veremos siempre sorprendidos y enriquecidos en
lo más hondo de nuestra vida. Los perezosos y miedosos no querrán salir de su
letargo porque les parece más cómodo ni arriesgarse a las luchas de la vida con
las posibles heridas que podamos alcanzar, pero perdiendo la posibilidad de ese
enriquecimiento personal cuando desarrollamos lo que somos aunque nos pueda
parecer poco e insignificante.
Podemos tener la experiencia quizás ya sea en nuestro propio nivel
personal o porque lo que descubramos en los demás, que en un momento
determinado cuando nos parecía que éramos incapaces de afrontar aquellos
problemas o situaciones si hubo en nosotros ese espíritu de lucha fueron
surgiendo en nuestra vida tantas cosas de las que no nos creíamos capaces pero
que en aquel momento difícil brotaron en
nosotros con una fuerza especial para aunque pareciéramos débiles afrontar las
peores situaciones.
Responsabilidad, compromiso, respuesta, fidelidad, decíamos al
principio que de eso nos hablaba la parábola. A eso nos lleva. Descubriremos así
nuestra misión en el mundo en el que vivimos; descubriremos también la misión
que como cristianos tenemos en el seno de nuestra comunidad, de nuestra iglesia.
En esta tarea misionera y evangelizadora en la que estamos inmersos en
los planes pastorales de nuestras comunidades tenemos que descubrir bien cuanto
tenemos que hacer; no podemos decir que no sabemos ni que no podemos. Dejémonos
conducir por el Espíritu del Señor que va inspirando tantas cosas buenas en
nuestro corazón. Esa riqueza de nuestra fe no nos la podemos guardar para
nosotros solos, sino que será algo que tenemos que compartir, algo de lo que
contagiar a cuantos nos rodean, algo que tenemos que anunciar con nuestro
testimonio y el compromiso de nuestra vida.
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