Los gestos proféticos de Jesús cuando quiere purificar el templo me están pidiendo signos y señales en mi vida de que en verdad quiero hacer que nuestro mundo sea mejor
Lucas, 19, 45-48
Hay gente que no puede callar, que no se puede quedar con los brazos cruzados
ante algo que consideran mal, algo que quizá pueda dañar a los demás, algo que
consideran injusto. Algunas veces, reconozcámoslo, nos cuesta entender los
gestos de protesta que pueda hacer alguien ante cualquier situación que resulte
injusta.
Quizá en nuestras pocas ganas de complicarnos la vida pensamos o hasta
llegamos a decir que no es para tanto, que quizá de otra manera, que no hay que
ponerse así; pero tendríamos que ponernos en el pellejo de quien sufre esa
injusticia, o de quien tiene esa sensibilidad para ser capaz de ver el
sufrimiento de los demás. Nos acobardamos, quizás, nos impacta ver esos gestos,
nos sentimos quizá inútiles o incapaces de hacer esas cosas. Necesitamos
sensibilizar el corazón que en ocasiones lo tenemos demasiado endurecido. Que
esos gestos casi proféticos que vemos en los demás nos despierten de nuestro
letargo.
He comenzado haciéndome esta reflexión al escuchar el texto del
evangelio de hoy en que vemos a Jesús realizar un gesto verdaderamente profético.
Es la expulsión de los vendedores del templo. Es casa de oración y la habéis
convertido en una cueva de ladrones, les dice. Habrá quien no lo entienda. Por
allá están los fariseos, los ancianos del pueblo, los sumos sacerdotes que
quieren quitarlo de en medio. Aquel profeta no es lo que ellos esperaban. Quizá
sus planes y hasta sus negocios se veían perdidos con los gestos de Jesús y lo
que Jesús anunciaba y representaba. Miraban más por sus intereses que por
descubrir lo que era la voluntad salvadora de Dios que se manifestaba en Jesús.
¿De donde proceden nuestros miedos y cobardías? Porque muchas veces
nos echamos para detrás, queremos cerrar los ojos para no ver y los oídos para
no oír. Quizá hablamos y hablamos diciendo que las cosas tienen que ser de otra
forma, que hay que cambiar, y nos estamos quejando de todo, pero no damos pasos
para mejorar, no tenemos gestos que manifiesten nuestro despertar a lo bueno y
a lo justo. Vivimos demasiado con los brazos cruzados viendo pasar la vida por
delante pero sin poner nada de nuestra parte para que sea mejor.
Y esto en todos los aspectos de la vida. Será nuestra propia vida
personal que tenemos que aceptar que debe mejorar, que son muchas las cosas que
tenemos que transformar, nuevas actitudes y posturas que hemos de tomar, un
mayor compromiso en muchas cosas por donde hemos de caminar.
Será lo que vemos que sucede en la vida social, pobreza, crisis,
divisiones, enfrentamientos, falta de una verdadera paz social, rupturas de
todo tipo… cuantas cosas donde tendríamos no solo una palabra que decir sino
una acción concreta que realizar.
Esa cueva de bandidos que Jesús veía en el templo y que él quiere que
cambie, es lo que vemos en nuestra sociedad y que tenemos que poner nuestra
parte para que sea mejor nuestro mundo, mejoren nuestras relaciones entre unos
y otros, haya más solidaridad y mas justicia, vivamos en mayor armonía y paz.
¿A que gestos me está pidiendo la palabra del señor que me comprometa
a realizar para hacer que ese mundo concreto donde vivo, familia, vecinos, personas
cercanas, amigos seamos en verdad un signo del Reino de Dios entre nosotros por
un nuevo estilo de vivir?
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