Sepamos detenernos ante la higuera de la soledad o el sufrimiento de nuestros hermanos porque con ello podemos ser signos de la salvación de Dios que llega a sus vidas
Lucas, 19, 1-10
‘Jesus entró en Jericó y atravesaba la ciudad…’ Atravesamos también
nosotros los caminos de la vida, cruzamos por nuestras calles y plazas y nos
vamos encontrando con todo tipo de gentes, de acontecimientos, con el palpitar
de la vida. Sentimos quizá curiosidad cuando es nuevo el lugar que visitamos y
nos iremos fijando con detalle en todo cuando encontramos. Pero cuando quizá
pasamos una y otra vez por el mismo lugar ya vamos tan ensimismados en nuestras
cosas que vemos sin ver, porque ya no miramos, ya no nos fijamos, ya no somos
capaces ni de reconocer lo más conocido. Así vamos quizá muchas veces por la
vida sin sensibilidad, sin ser capaces de ver la cara de aquellos con los que
nos encontramos, sin detectar quizá tantos sufrimientos o soledades que se
cruzan en nuestro camino en esos rostros que ya no vemos.
Jesús atravesó Jericó y no podemos decir que era una vez más. En
muchas ocasiones En su subida a Jerusalén desde Galilea habría hecho aquel
mismo camino pues era normal bajar por el valle del Jordán para subir luego
desde Jericó hasta Jerusalén. Pero Jesús no lleva los ojos cerrados, Jesús
siempre va buscando el encuentro con los demás y se detiene en el camino
cuantas veces sea necesario. Lo había hecho con aquellos ciegos que allí a las
afueras de Jericó estaban al borde del camino; de alguno llegamos incluso a
conocer su nombre, Bartimeo.
Mucha gente habría en aquella mañana en la calle de Jericó, porque
alguien que quería ver pasar a Jesús y no podía a causa del gentío y su baja
estatura, se había subido a una higuera pensando ver a Jesús, pero también
pasar desapercibido, pues no era bien mirado por sus conciudadanos de Jericó a
causa de su profesión. Para todo ellos que estaban allí junto al camino viendo
pasar a Jesús, El tendría una mirada como siempre hacia llena de compasión y de
amor. El reflejaba siempre en sus gestos el amor de Dios de quien era signo en
medio de los hombres.
Con esa mirada se había detenido junto a la higuera donde se había
ocultado Zaqueo tras sus ramaje. Jesús sabia que estaba allí y allí había ido a
buscarle. No era Zaqueo el que tuviera más interés por conocer a Jesús, sino
que era Jesús el que quería fijarse en Zaqueo, quien buscaba a Zaqueo. ‘Baja
de ahí, quiero hospedarme en tu casa’, fueron las palabras de Jesús.
Ya sabemos todo lo que sucedió, porque muchas veces hemos meditado y
comentado este acontecimiento. Con gozo lo recibió en su casa pero es que aquel
fue día de salvación. Todo cambio en el corazón de Zaqueo desde que Jesús se había
fijado en él. Ya conocemos su determinación de cambiar, de devolver, de
compartir generosamente con todos. La presencia de Jesús había transformado su
vida. ‘Hoy ha llegado la salvación a este hijo de Israel’, diría Jesús.
Pero quería detergerme un momento en esta reflexión en esa mirada de
Jesús, en esa determinación de Jesús de detenerse ante la higuera, ese no pasar
desapercibido para Jesús quien estaba oculto entre el ramaje de la higuera,
porque Jesús siempre nos ve, porque Jesús nos está enseñando a llevar los ojos
abiertos por la vida. Quizá también esa mirada nuestra para fijarnos en aquel
con quien nos cruzamos pudiera ser un camino de salvación para esa persona.
Esa mirada sensible para darnos cuenta donde está el sufrimiento,
donde se encuentro un hombre solo, donde hay quizá hambre de Dios pero que
necesita que alguien llegue a su vida como un signo de ese amor de Dios, es
como tenemos que aprender a ir por la vida.
No cerremos los ojos, porque podemos ser signos de salvación para los
demás si somos capaces de detenernos ante su higuera, la higuera de su soledad,
de sus buenos deseos que no sabe como realizarlos, la higuera de una esperanza quizás
que se encuentre un poco enterrada, la higuera de sus sufrimientos, la higuera
de su yo solitario que va dando vueltas por la vida y necesita que alguien se
detenga a su lado. Con nosotros pudiera llegar también la salvación de Dios a
su casa, a su vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario