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jueves, 22 de junio de 2017

No reces el padrenuestro simplemente recitando sus palabras, sino saborea el calor del amor de un padre al que quiere corresponder un hijo cautivado por ese amor

No reces el padrenuestro simplemente recitando sus palabras, sino saborea el calor del amor de un padre al que quiere corresponder un hijo cautivado por ese amor

2Corintios 11,1-11; Sal 110; Mateo 6,7-15
Hay cosas que nos suceden repetidamente, palabras que repetimos todos los días, pensamientos e ideas que afloran en nuestra mente una y otra vez, pero que terminamos de acostumbrarnos a ellas y al final no terminan de hacer mella en nosotros cuando realmente tendríamos que sentirnos totalmente transformados si dejáramos que de verdad impactaran en nuestro corazón y nuestra vida. Lo malo es acostumbrarse a las cosas y convertirlas en rutina; les hacemos perder su valor y su sentido, serán cosas que pasaran por nuestra vida pero de manera tan superficial que no dejarán huella.
¿Será que vivimos la vida demasiado alocada? Todo son carreras y prisas y no nos damos tiempo para saborear lo que de verdad en bueno y sabroso para nuestra vida. Es la superficialidad en la que podemos caer y que tiene una pendiente muy fuerte y peligrosas que nos arrastra al sin sentido de perder el valor de lo que tiene que ser verdaderamente importante y trascendental para nosotros.
Terrible que esto nos sucede en el ámbito de nuestra fe, de nuestra religiosidad, de nuestra relación con Dios. Cuanto daño nos hace esa superficialidad en este aspecto. Seguimos diciendo que somos creyentes, pero no le damos hondura a nuestra vida desde la fuerza de la fe.
Somos creyentes pero no terminamos de mantener una relación intima y profunda con nuestro Hacedor. Somos creyentes y aunque quizás sabemos muchas cosas en el orden de la fe y del evangelio, no terminamos de dejarnos envolver por la presencia de Dios en nuestra vida, en nuestro quehacer, en los pensamientos más íntimos de nuestro corazón y en nuestra relación con los demás. Somos creyentes y nuestra relación con Dios es esporádica, quizás mas cuando nos vemos en dificultades problemas o sufrimientos, y aunque decimos que rezamos nuestra oración se ha hecho superficial y rutinaria, contentándonos con repetir unas formulas de oración.
No quiere Jesús que en sus discípulos sea así. El nos está descubriendo la maravilla del misterio de Dios que nos envuelve con su amor. Quiere que sintamos y experimentemos en nosotros su presencia y su amor y que nuestra relación con El sea la de los hijos. Tenemos que ser los hijos que nos gozamos de la presencia y del amor del Padre en todo momento, y por eso queremos vivir en su amor, queremos expresarle en todo momento nuestro amor desde lo más profundo de nosotros mismos. Es lo que tenemos que aprender a saborear en la forma de oración que nos enseño; es más que una forma, es un estilo nuevo, una nueva vivencia del amor de Dios que sentimos en nosotros y al que queremos corresponder.
Muchas veces queremos explicar el padrenuestro; hoy simplemente quiero decirte, rézalo de nuevo, mejor aun, saboréalo de nuevo diciéndolo muy despacito sintiendo todo el calor del amor de un padre al que quiere corresponder un hijo también cautivado por ese amor.

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