Está cerca la hora y hemos de levantarnos para hacer el camino de la cruz
con Jesús que es nuestra cruz y la de nuestro mundo y se haga verdadera Pascua
para todos
Isaías 50,4-7; Sal 21; Filipenses
2,6-11; Mateo 26,14–27,66
‘Mirad, está cerca la hora, y
el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos,
vamos!’ Así les decía Jesús en
el huerto a los discípulos que estaban adormilados. ¿Será también lo que nos
quiere decir Jesús hoy cuando comenzamos esta semana de Pasión? ‘Mirad, está
cerca la hora…’
Lo que en el camino de Galilea a
Jerusalén les había anunciado tantas veces y a los discípulos tanto les había
costado comprender, ahora lo proclama ya inminente. ‘Está cerca la hora’.
Era el inicio de la pasión. Es el inicio de nuestras celebraciones pascuales
para las que nos hemos venido preparando a lo largo de toda la Cuaresma.
Decimos Semana Santa, semana grande, semana de pasión que culminara en la
celebración del tiempo pascual. También nosotros podemos andar confundidos y no
terminar de entender los anuncios que Jesús nos hace. Es necesario
espabilarnos, despertarnos de ese sueño en que nos sumergimos tantas veces en
nuestra insensibilidad.
A nosotros también nos dice ‘¡Levantaos,
vamos!’ Tenemos que subir también a Jerusalén pasando hoy por la bajada del
monte de los Olivos para entrar en la ciudad santa, pasar por el huerto de Getsemaní,
hacer todo el recorrido de la calle de la Amargura, subir con Jesús al
Calvario, ponernos al lado de su cruz, mas aun, tomar la cruz, la nuestra y la
de Jesús.
La cruz que veremos cargar a Jesús
y en la que va a ser clavado es nuestra cruz. El la tomo antes que nosotros,
que tantas veces quizás la hemos rehusado, de la que nos queremos echar atrás.
Cuanto miedo le tenemos a la cruz, pero ¿Por qué? El puso amor, nosotros habíamos
puesto nuestro pecado, pero en ella están puestas también todas las angustias y
sufrimientos de todos los hombres – una lista muy larga podríamos hacer de
pobreza, de hambre, de dolor, de guerras, de rivalidades y enfrentamientos, de
injusticia… -, y ahora nos toca poner también amor para que sea redentora, para
que sea en verdad transformadora para nosotros y para nuestro mundo, para que
sea camino de salvación para todos.
Este domingo inicio y puerta de
la semana santa lo llamamos Domingo de Ramos en la Pasión del Señor; y es que
queremos hacer nuestra entrada como lo hizo Jesús en la ciudad santa; lo
aclamaban las gentes, gritaban los niños, alfombraban el camino con los mantos
y las ramas de los olivos y las palmeras en una entrada triunfal en Jerusalén.
Todo tendría que sonar a música de paz y de triunfo - olivos y palmeras -,
porque llegaba el Hijo de David, el que venia en nombre del Señor. Son los
sencillos y los humildes, los niños y los pobres los que lo entienden y de los
que saldrán los mejores cánticos de alabanza al Señor. Que no se callen esos
gritos de paz para que no se oigan los gritos de tantas piedras de violencia.
No se ahogaran, sin embargo,
estos gritos con los que cinco días mas tarde van a resonar ante el Pretorio de
Pilatos, pero unos y otros hemos de entenderlos en su justo sentido. Nos pueden
parecer contradictorios y un contrasentido que quienes un día entrando en la
entrada en Jerusalén gritaban unas cosas, mas tarde parece que gritaran lo
contrario. Unos y otros aunque parezcan de distinto signo nos van a proclamar
una única y misma verdad, quien es de
verdad Jesús y el sentido de su muerte.
Es el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo, como un día lo señalara el Bautista allá en el Jordán.
Es el Cordero inmolado cuya sangre nos purifica y nos da vida; es el Cordero
inmolado cuya sangre derramada va a ser la Sangre de la Alianza Nueva y Eterna;
es la Sangre que caerá sobre nosotros para sellar esa Alianza, para hacer nacer
en nosotros eso hombre nuevo que nos comprometa a hacer un mundo nuevo.
‘¡Su sangre caiga sobre
nosotros y sobre nuestros hijos!’, gritaran ante el Pretorio los que buscaban su muerte sin comprender bien
lo que decían y el alcance que tenían aquellas palabras. Será la Sangre que
engendrara un hombre nuevo, un mundo nuevo. Nosotros, si, queremos entender y
darle su verdadero sentido. Nosotros queremos entender ese camino de la cruz,
ese camino de la pasión y de la muerte que va a emprender Jesús. Sabemos como
nosotros tenemos que emprender ese camino al paso de Jesús porque como hemos
dicho esa cruz es nuestra cruz, y es la cruz del sufrimiento, de la pasión que
sufre nuestro mundo. Nosotros, si, queremos entender el sentido de esa Sangre
derramada.
‘¡Levantaos, vamos!’ nos decía Jesús en Getsemaní y nos esta
diciendo a todos en este día. Emprendamos el camino con Jesús en esta semana
que nos lleva a la Pascua, pero que sabemos bien que ha de ser el camino
pascual por el que ha de discurrir siempre nuestra vida.
Caminemos al paso de Jesús con
la cruz, la nuestra y la de nuestro mundo, que es la cruz que Jesús va llevando
delante de nosotros. Si lo hacemos así y ponemos toda nuestra vida y todo
nuestro amor veremos surgir en nosotros un hombre nuevo, haremos posible también
que nuestro mundo sea mejor, estaremos así construyendo de verdad el Reino de
Dios, llegaremos a vivir en profundidad todo el sentido de la pascua.
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