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martes, 11 de abril de 2017

Arden en nuestro corazón los buenos deseos, pero pesan también nuestras negaciones, nuestras cobardías, nuestras traiciones, nuestros pecados pero hagamos pascua en nosotros renaciendo a nueva vida

Arden en nuestro corazón los buenos deseos, pero pesan también nuestras negaciones, nuestras cobardías, nuestras traiciones, nuestros pecados pero hagamos pascua en nosotros renaciendo a nueva vida

Isaías 49, 1-6; Sal 70; Juan 13, 21-33. 36-38
El evangelio hoy esta cargado de especial dramatismo. La escena corresponde a momentos de la cena pascual. Jesús esta rodeado de sus discípulos más cercanos y más queridos en momentos en que es inminente la pasión. El lo sabe. Los discípulos intuyen que algo va a suceder, aunque no han terminado de comprender las palabras de su maestro. Comienzan los titubeos, las deserciones, y los anuncios de negación. Son momentos tensos.
Como nos pueda suceder a veces en la vida en que por una parte nos sentimos solos porque o bien nos fallan los amigos o los que creíamos amigos o nosotros mismos hemos hecho algo que pueda desconcertar a los que están cercanos a nosotros, nos sentimos desorientados por no saber que va a suceder, o los problemas se nos acumulan en nuestro entorno. Buscamos respuestas y todo parece ser silencio en nuestro entorno.
Sentimientos así podíamos decir que se entrecruzaban entre los que estaban alrededor de aquella misma mesa preparados para la cena pascual. Las palabras de Jesús que parecen enigmáticas sin embargo hacen que se comiencen a suceder muchas cosas. ‘Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar’, anuncia Jesús. Se crea la tensión entre todos. ‘Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía’. Casi como en un susurro, acercándose a su pecho el discípulo amado se atreve a preguntar. ‘Señor, ¿Quién es?’
Jesús dará un poco de pan untado a Judas Iscariote, aunque el signo sea incomprensible para todos, lo mismo que las palabras de Jesús. ‘Lo que tienes que hacer hazlo en seguida’. Judas sale a la noche, aunque la noche la llevaba ya en su corazón, aunque los discípulos piensan si va a preparar algo que aun falta para la fiesta de Pascua. Es el comienzo, es cierto de la Pascua, porque será el momento de la entrega; será la traición de Jesús, pero será la entrega de Jesús; será el comienzo de la pasión que le llevara a la muerte, pero es el principio de la verdadera Pascua que va a tener lugar, porque en verdad es el paso de Dios en medio de los hombres, mas importante que aquella pascua que cada año recordaban y celebraban los judíos de su salida de Egipto.
Pero la tensión no termina porque Jesús habla de una marcha a un lugar que los discípulos ahora no podrán ir. No podrán ir porque mas tarde ellos mismos le abandoran y huirán allá en Getsemaní. Pedro, sin embargo, insiste porque el quiere estar con su maestro y dirá que será capaz de dar la vida por El. Pero Jesús le hablara de su cobardía y su negación aunque ahora se muestre tan valiente. ‘¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces’, le dice Jesús.
Estamos nosotros también dispuestos a celebrar la Pascua con Jesús. Arden en nuestro corazón los buenos deseos, pero pesan también nuestras negaciones, nuestras cobardías, nuestras traiciones, nuestros pecados. Pero aunque nos encontremos revueltos interiormente en esa tensión entre nuestro pecado, nuestros buenos deseos y nuestras promesas de amor, ha de predominar por encima de todo esa mirada llena de amor que Jesús nos dirige. No nos recrimina, nos mira y nos llama, nos muestra su ternura y su amor y nos esta invitando a que también nosotros nos recostemos sobre su pecho como se atrevió a hacerlo el discípulo amado.
Jesús también tiene sus secretos para nosotros, eso que quiere decirnos allá en lo más íntimo de nuestro corazón y que tocara nuestras fibras más sensibles, porque estará señalándonos cosas muy concretas de nuestra vida en las que hemos de hacer pascua, cosas de las que tenemos que morir para renacer, para resucitar, para llenarnos de nueva vida.
Dejémonos cautivar por esa mirada de amor. Busquemos la manera de caminar con El, pero sintiendo la seguridad que con la fuerza de su Espíritu podemos hacer ese hombre nuevo en nosotros. Somos débiles y tropezamos muchas veces, negamos no solo tres sino muchas veces en tantas cobardías de nuestra vida, pero hemos de hacer de verdad pascua en nosotros. Tenemos que morir con Cristo para con Cristo resucitar a nueva vida.

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