Ojala seamos capaces de llenar nuestro mundo de esa nueva fragancia del
amor que nace de nuestro encuentro con Jesús.
Isaías
42, 1-7; Sal
26; Juan
12,1-11
‘Y la casa se llenó de la
fragancia del perfume’. El
perfume, ese líquido aromático que se usa para desprender un olor agradable. No
nos gustan los malos olores, tratamos de suavizarlos con algún perfume; hay
muchas variedades y podríamos decir que hay perfumes para todos los gustos; nos
hacen sentir una sensación agradable y es agradable estar al lado de quien
huele bien o en un lugar suavemente perfumado. Es como la naturaleza que nos da
diferentes perfumes, los árboles, las flores en toda su diversidad, el mar, la
montaña, cada lugar tiene su perfume y nos puede llenar de paz y serenar
nuestro espíritu.
Pero un perfume no es solo
quitar una mala sensación por un mal olor, sino que puede convertirse también
en una ofrenda de amor, un signo de amistad, una expresión de esa cercanía que
queremos sentir con alguien que nos es agradable. Regalamos perfumes a quien
amamos, los recibimos con agrado de quien sabemos que nos quiere bien, nos hace
recordar hermosos momentos vividos con alguien, porque todos tenemos nuestro
olor con el que nos podemos hacer recordar y que pueden motivar muchos
recuerdos y sensaciones vividos.
‘La casa se lleno de la
fragancia del perfume’, nos
dice el evangelio hoy. Jesús estaba participando en una comida en Betania,
Marta como siempre servia, allí estaba Lázaro a quien Jesús había resucitado, y
por allá apareció María, la que sabia ponerse a los pies de Jesús, ahora con un
frasco de caro perfume de nardo purísimo. Ya sabemos lo penetrante del olor del
nardo; y María lo derramo entero a los pies de Jesús. Muchas cosas quería
expresar aquella mujer a Jesús, a quien tanto amaba; podía estar el recuerdo de
su vida anterior y su encuentro con Jesús, podría ser el recuerdo de aquellos
momentos vividos a sus pies escuchando sus palabras, podría ser la expresión de
la gratitud por la vuelta a la vida de su hermano Lázaro por la obra de Jesús.
Habrá siempre alguien interesado
que no sabe interpretar los signos y los gestos. En este caso no vendrá la interpelación
desde los que querían quitar de en medio a Jesús sino de uno de sus propios discípulos,
pero en quien estaba entrando la negrura en su corazón. Aquel dinero gastado en
el perfume se podría haber empleado de otra forma; y se quiere justificar en
querer darlo a los pobres, pero ya el evangelista nos descubre cuales eran las
intenciones torcidas de quien se presentaba ahora con cara de bueno. Jesús
quiere quitar hierro a la disputa que se puede crear y resalta lo que aquella
mujer hace, explicando que de alguna manera se esta adelantando a lo que habría
que hacer con su sepultura, pero que con las prisas del viernes en la tarde no podrán
realizar debidamente. Pero es que Jesús lo que quiere resaltar es el amor de
aquel corazón.
Nos aprestamos nosotros a
celebrar la pasión y la muerte de Jesús. Hemos iniciado ya el camino de la
semana santa y nos acercamos a los días del triduo pascual. Creo que hoy podríamos
tomar el camino de María de Betania y querer acercarnos a Jesús para perfumar también
sus pies, esos pies que nos señalan los pasos que nosotros hemos de ir dando,
de ir siguiendo. Podemos ofrecer también nosotros un perfume que tiene que ser
necesariamente el perfume de nuestro amor.
Primero quizás tendríamos que
quitar de nosotros los malos perfumes, el mal olor del pecado que hayamos
dejado meter en nuestra vida. Busquemos a Jesús con el perfume del perdón que
nos purifica. Pero intentamos ya comenzar a dar ese buen olor de Cristo porque
de Cristo nosotros nos impregnemos en su amor. Es en Cristo donde podemos
encontrar ese perfume. Es en su amor en el que tenemos que sentirnos envueltos
para que lleguemos a dar ese buen olor de Cristo.
Nardos, rosas, jazmines, miles
de flores olorosas en las que tenemos que sumergirnos para llenarnos de ese
buen olor del amor. Un olor de amor que tenemos que expresar de mil diferentes
maneras entre aquellos con los que convivimos, con aquellos a los que podemos o
tenemos que acercarnos y a los que encontraremos cada uno en sus propias
circunstancias de su vida; a cada uno, según su necesidad o su carencia, según
lo que vive o lo que ansia en su corazón nosotros nos acercaremos con los
gestos de nuestro amor, unos gestos bien individualizados, personalizados,
porque de forma muy concreta amaremos a cada uno.
Ojala seamos capaces de llenar
nuestro mundo de esa nueva fragancia del amor que nace de nuestro encuentro con
Jesús.
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