Aunque humildemente reconozcamos que no somos dignos de la presencia salvadora del Señor dejemos que venga a nosotros a curarnos
Isaías 2,1-5; Sal 121; Mateo
8,5-11
‘Voy yo a curarlo’, dijo Jesús. Un centurión lo estaba
esperando; tenía en casa un criado a quien apreciaba mucho que estaba muy
enfermo, casi muriéndose; por eso se adelante para llegar hasta Jesús para
hacerle la petición. ‘Voy yo a curarlo’, le responde Jesús.
Como tantas veces que Jesús llegaba allí donde estaba el sufrimiento.
Acompañó a Jairo hasta su casa para darle vida a la niña que estaba en las
ultimas aunque por camino vinieron con malas nuevas; como se acercó hasta el
paralítico de la piscina a quien nadie ayudaba a meterse en el agua; como se
detuvo junto al ciego de nacimiento en las calles de Jerusalén o pidió que le
trajeran a Bartimeo que gritaba en la orilla del camino de Jericó; como tendió
la mano a la suegra de Pedro para levantarla de la cama o toca con su mano la
carne llagada del leproso que se postra a sus pies.
Pero Jesús no solo va hasta donde han un dolor o sufrimiento físico,
sino que se fijará en el corazón quizá atormentado de aquel publicano que quería
ver a Jesús pero no se atrevía y se refugió entre las hojas de la higuera; o
como abrió las puertas de la casa en la noche para recibir a aquel buen hombre
lleno de dudas y de interrogantes en su interior que era Nicodemo; o como se
dejó lavar los pies por la mujer pecadora que lloraba de amor por sus muchos
pecados que ahora le serían perdonados.
‘Voy yo a curarlo’, le dice al centurión aunque ya supiera de
antemano que este hombre no se atrevía a que Jesús llegase a su casa, pero Jesús
estaba suscitando en su interior que su fe creciese y madurase en la humildad
para poder presentarlo quizá como modelo para la fe interesada de tantos que
acudían a Jesús solo por el milagro. Jesús va allí donde está el sufrimiento
porque quiere curar al hombre, no solo al cuerpo; Jesús quiere renovarnos desde
lo más hondo de nosotros mismos por eso tantas veces su despedida será que vayamos
en paz.
¿Estaremos ahora escuchando que Jesús nos dice también ‘voy yo a
curarlo’? creemos en su palabra poderosa que da vida, pero aunque siendo
humildes reconozcamos que no lo merecemos, que no somos dignos, dejemos que
Jesús llegue a nuestra casa, a nuestra vida, a nuestro corazón. Quiere venir El
a curarnos, a salvarnos. Preparemos con nuestra humildad el camino.
Estamos en los primeros pasos del Adviento que nos lleva a la Navidad,
a la venida del Señor. Pero sabemos que no es solo un recuerdo, sino que el
Señor viene, y viene a curarnos, viene a traernos la salvación. Preparemos el
camino como tantas veces vamos a seguir escuchando en los profetas reconociendo
que nuestros caminos están oscuros y necesitan luz, nuestros caminos se nos han
llenado de obstáculos y el viene a limpiarnos, nuestros caminos se han torcido
cuando nos hemos ido dejando arrastrar por pasiones y por egoísmos
materialistas pero El viene a elevar nuestro espíritu. Piensa como tengo que
pensar yo también cuál es esa enfermedad, ese mal que hay en nosotros y
necesita ser curado por Jesús.
Aunque digamos una y otra vez que no somos dignos, y hemos de decirlo
con total sinceridad, dejemos que el Señor venga a curarnos.
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