Si decimos ‘Señor’ invocando a Dios es porque queremos escucharle también para descubrir su voluntad y realizar el plan de Dios en nuestra vida y en el mundo
Isaías 26,1-6; Sal 117; Mateo
7,21.24-27
¿Creer en Dios es solamente rezar? ¿Creer en Dios es solamente ser
honrado y tratar de hacer cosas buenas? Parecen preguntas fáciles y nos
encontramos diferentes posturas quizás ante lo que plantean. Desde los que
reducen toda su fe a hacer sus rezos y oraciones cada día cuando se levantan,
cuando van a la Iglesia o cuando se acuestan olvidando el resto del día esa
presencia de Dios, los que se contentan con rezar pidiendo a Dios que les
resuelva y les dé solución fácil a los problemas que se van encontrando en la
vida, o por el contra los que te dicen que no hace falta rezar, que solo es
suficiente con que seas bueno y trates de hacer cosas buenas a los que te
quieren.
Están, pues, los que por una parte reducen toda su fe a unos actos
piadosos sin ningún otro compromiso en la vida frente a los que toda su fe la reducen
a hacer cosas por los demás contando demasiado poco con la asistencia y fuerza
de la gracia para poder llevar adelante su compromiso reduciendo todo a un puro
activismo sin mayor trascendencia religiosa. Claro que en medio podemos
encontrar otras posturas más conciliadoras entre una actitud y otra, y también
aquellos a los que la fe nada les dice y viven sin querer sentir esa presencia
de Dios en sus vidas y en lo que hacen.
¿Qué nos dice Jesús hoy en el evangelio? No nos vale decir ‘Señor,
Señor’ sin que esas expresiones tengan trascendencia y repercusión en la vida
que vivimos. ‘No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el
reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el
cielo’. No es solo decir ‘Señor,
Señor’, sino que es necesario escuchar
al Señor, conocer su voluntad para poder realizarla en la vida. ‘El que
cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo’.
Los que seguimos a Jesús queremos vivir y realizar en la vida lo que
es el Reino de Dios. No decimos que seguimos a Jesús solamente porque nos
sentimos atraídos por El, sino que en El estamos descubriendo un camino, un
sentido de vida, un sentido y un valor a lo que es nuestro mundo y lo que en él
tenemos que realizar. No simplemente queremos ser buenos y hacer aquellas cosas
que nos parecen buenas desde nuestra pura subjetividad, sino que queremos
realizar el plan de Dios, lo que es el Reino de Dios.
¿Cómo podremos realizar el plan de Dios sin Dios, el Reino de Dios sin
Dios? No podemos prescindir de El sino que con El tenemos que contar; primero escuchándole
para conocer lo que es su voluntad, luego realizándolo en el quehacer de
nuestra vida pero no solo por nuestras fuerzas o nuestra buena voluntad, sino
con la fuerza de su gracia, con la fuerza de su Espíritu que actuará en
nosotros.
Tendremos que decir, sí, ‘Señor, Señor’, porque queremos
reconocer que en verdad es el Señor de nuestra vida, queremos mostrarle todo
nuestro amor y nuestra alabanza, queremos darle gracias por esos dones que de
El continuamente recibimos, pero queremos también escucharle para conocer su
voluntad, para que sea en verdad su Espíritu el que nos ilumine y nos guíe, el
que nos dé la fuerza que necesitamos para realizar su plan, para construir de
verdad el Reino de Dios.
No solamente amaremos y haremos
cosas buenas a los que nos aman, sino que aprenderemos entonces la amplitud que
ha de tener nuestro amor. No solamente nos contentaremos con ser buenos y
honrados, sino que descubriremos entonces todo el compromiso que ha de haber en
nuestra vida por hacer un mundo mejor, un mundo más justo y más solidario, un
mundo donde todos en verdad seamos más felices.
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