Ante los momentos difíciles que nos va ofreciendo la vida el creyente ha de saber reaccionar con una fe madura y un compromiso serio por hacer un mundo mejor
Apocalipsis 14,14-19; Sal 95;
Lucas 21,5-11
Se entremezclan hoy en el evangelio y en las palabras de Jesús
diversas ideas o realidades que aunque nos pueden parecer confusas sin embargo Jesús
nos quiere aclarar para que no nos dejemos engañar por nadie.
La oportunidad viene de unas consideraciones que algunos se hacen
contemplando la belleza del templo de Jerusalén. No solo por lo que significaba
para el mundo judío como centro de toda la vida del pueblo judío no solo en el
aspecto religioso sino de la unidad de todo el pueblo de Dios. Era realmente
hermoso en su amplitud, en sus adornos, en el culto que allí se celebraba
aunque por otro lado estaba también muy lleno de muchas impurezas.
En esta subida de Jesús a Jerusalén vemos cómo quiere purificarlo para
que no se convirtiera en un mercado, sino como había de ser de verdad en casa
de oración. Con ello Jesús nos estaba llevando a la consideración de quien en
verdad es el verdadero templo de Dios, hablando de sí mismo, pero hablando de
lo que hemos de ser nosotros.
‘Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra
sobre piedra: todo será destruido’ les
dice. Una referencia a la destrucción del templo y de la ciudad de Jerusalén
que sucedería años más parte y que probablemente cuando Lucas nos escribe su
evangelio ya habrá sucedido. Se preguntan cuándo será, qué señales habrá pero Jesús
a eso no da respuestas concretas. Es lo efímero de las cosas de este mundo por
muy bellas que sean. ¿Será imagen de la
destrucción que hacemos de nosotros mismos, verdadero templo de Dios, cuando
dejamos meter el mal y el pecado en nuestro corazón?
Y nos habla a continuación de
cosas que podemos interpretar como del momento final de la historia, pero que
hemos de saber leer en los acontecimientos que cada día a lo largo de la
historia se van sucediendo, vamos viviendo. No para que vivamos en medio de
angustias y desesperanzas, pero sí para que constatemos la realidad y que nada
nos debe confundir.
Catástrofes naturales que se van
repitiendo continuamente en nuestro mundo, catástrofes humanas que los hombres
nos provocamos con nuestras violencias y faltas de entendimiento, son cosas que
se van sucediendo. Cada uno cuando las vivimos podemos sentir la tentación de
la angustia y no saber que hacer. Serán momentos de confusión porque nos cuesta
entender lo que sucede ya sea en las cosas de orden natural como en las que
provocamos los hombres. Sucesos que nos pueden parecer irremediables y que nos
parece que nos llevan al final de todo.
Jesús nos dice que no nos
confundamos. Ante tales acontecimientos deberíamos saber tener una reacción de
personas maduras. Jesús nos está anticipando como algunos aparecerán con falsos
mesianismos hablándonos de apariciones maravillosas o diciéndonos que son las
señales del fin del mundo. Sabemos bien cómo en nuestro tiempo las sectas de
falta religiosidad por así decirlo hacen su agosto aprovechándose de la débil
fe de la gente. Nos los encontramos cada día a la puerta de la casa o nos
abordan por las calles. Cuántos desgraciadamente se dejan cautivar por esas
interpretaciones calamitosas.
No os dejéis engañar, nos viene a
decir. ‘Cuidado con que nadie os engañe… no os vayáis tras ellos…’ Todas esas cosas ocurren y es donde hemos de saber
reaccionar con una fe madura y también sabiendo despertar lo mejor de nosotros
mismos que nos provoque la búsqueda de la justicia, de la verdad, el despertar
de una solidaridad verdadera. En verdad tenemos que sentirnos comprometidos a
hacer un mundo mejor para que no reine la injusticia y renazca continuamente la
solidaridad y el verdadero amor.
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