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sábado, 26 de noviembre de 2016

Despiertos y vigilantes caminamos por la vida cultivando una verdadera espiritualidad iluminando nuestra vida desde la fe y el sentido del evangelio de Jesús

Despiertos y vigilantes caminamos por la vida cultivando una verdadera espiritualidad iluminando nuestra vida desde la fe y el sentido del evangelio de Jesús

Apocalipsis 22,1-7; Sal 94; Lucas 21,34-36

‘Estad siempre despiertos… y manteneros en pie ante el Hijo del hombre’. ¿Estaremos dormidos en la vida? hay muchas formas y muchas veces no sé si andaremos como zombis por la vida; aparentemente despiertos, pero para aquellas cosas verdaderamente importantes dormidos.
Estar despiertos en la vida nos habla de estar atentos y vigilantes para ver lo que pasa, estar atentos y vigilantes en el cumplimiento de nuestras responsabilidades, estar atentos a las personas de nuestro entorno, estar atentos a lo que va sucediendo en el mundo. Quien desempeña una función en la vida no se puede dormir, ha de cuidar todos los detalles de lo que va realizando para sacar las cosas adelante, vigilantes ante los problemas que surgen porque muchas veces incluso hay que preverlos para saber darles solución a tiempo.
Quien tiene una responsabilidad familiar – y todos pertenecemos a una familia de la que no podemos desentendernos – ha de cuidar del bien de los suyos, de la felicidad de cada uno, de los problemas que podamos tener, de tener todo lo necesario para una vida digna, de cuidar del futuro de los hijos preparándolos debidamente desde la función de padres. Y así podíamos pensar en multitud de cosas en la vida.
Pero creo que cuando hoy escuchamos que el Señor nos dice que estemos despiertos algo más querrá decirnos, en otros aspectos fundamentales de nuestra vida también tendremos que fijarnos, aunque muchas veces en el materialismo con que vivimos o en la solución de esos problemas que día a día se nos presentan quizá el aspecto espiritual de nuestra existencia no lo cuidamos como tendríamos que hacerlo.
Ahí está nuestro crecimiento como personas pero también la profundidad espiritual que tenemos que darle a nuestra existencia. Esa espiritualidad que ha de dar fondo a nuestra existencia, que nos hará mirar a metas altas, y que llenará de trascendencia nuestro vivir. Es esa reflexión que hondamente dentro de nosotros hemos de ir haciéndonos para rumiar los acontecimientos de nuestra vida y saber aprender de cuanto nos suceda. Será entonces esa sabiduría que iremos aprendiendo de la vida misma cuando reflexionamos, cuando vamos contemplando lo que nos va sucediendo para saber leer en esos acontecimientos muchas lecciones buenas y positivas que hemos de saber ir sacando.
Y en esa espiritualidad de la persona un lugar importante, yo diría esencial, ha de ocupar nuestra fe. Esa fe que da sentido a nuestro vivir, a lo que hacemos y por qué lo hacemos. Esa fe que hemos puesto en Jesús y en su evangelio para convertirlo de verdad en centro de nuestra vida. En esa reflexión que nos hacemos es importante que iluminemos nuestra vida con esa luz de la fe y contrastemos lo que hacemos y vivimos con el sentir del evangelio de Jesús.
Despiertos para nuestra fe, despiertos en nuestra fe para mantenernos en pie ante el Hijo del Hombre como nos ha dicho hoy el evangelio. Nos está hablando, sí, de ese momento final de nuestra existencia cuando vayamos a presentarnos definitivamente ante Dios para su juicio. Quizá sea una cosa en la que no pensemos, o que muchas veces hasta tratemos de alejar de nuestros pensamientos. Pero no tendría que haber temor si en verdad nos hemos mantenido despiertos en el caminar de nuestra vida también en ese aspecto de nuestra fe.
El juicio de Dios tenemos siempre la esperanza que es desde la misericordia; es cierto que no siempre somos fieles porque somos muy débiles y muchos tropiezos vamos teniendo en la vida; pero si andamos despiertos habremos sabido ir corriendo y enderezando  nuestros caminos. Sabemos que al final nos vamos a encontrar con el Dios misericordioso que nos ama. Que en El encontremos esa luz plena  definitiva de vivir para siempre en su presencia.

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