Aprendamos a descubrir esos brotes del Reino de Dios que hay en tantos a nuestro alrededor que aman y se entregan por los demás
Apocalipsis 20,1-4.11-15; Sal
83; Lucas 21,29-33
‘Pues cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el
Reino de Dios…’ Son las palabras que escuchamos decir hoy a Jesús. ‘Sabed
que está cerca el Reino de Dios’. ¿Cómo podemos verlo? ¿Es en realidad así?
¿Sólo se referirá a los momentos finales de la historia?
Creo que sin dejar de referirse a ese momento final de la historia que
será una realidad aunque no sabemos cómo ni cuando, también el Señor se nos
está queriendo referir al momento presente. El Reino de Dios hoy y aquí, que
está cerca como nos dice, que está dentro de nosotros como nos dirá en otro
momento.
Ha comenzado el texto con unas imágenes. Habla de la higuera que
parece seca y muerta en el tiempo del invierno, pero cuando se va acercando la
primavera comienzan a aparecer sus brotes. Aquella vida estaba como oculta,
encerrada en el ser de la higuera, pero que hará falta unas condiciones
climatológicas apropiadas para que comiencen a surgir sus brotes y pronto se
llene de hojas en toda su frondosidad y será anuncio de unos futuros frutos no
tan lejanos.
El Reino de Dios está cerca, nos dice Jesús. Pero tenemos que
descubrir sus señales, que están ahí presentes aunque no las veamos. Nos
fijamos más pronto en la sequedad de las ramas sin hojas que en la vida que se
oculta tras ellas. Nos pasa en la vida, nos aparecen más pronto a la vista las
cosas negativas que todo lo positivo que en potencia está también presente en
nuestro mundo. Miramos excesivamente la vida con pesimismo y nos dejamos
aturdir por las malas nuevas que nos puedan llegar quizá por todas partes pero
no somos capaces de captar, de ver, de descubrir tantas cosas buenas y bellas
que se están realizando y que parecen estar ocultas.
Muchas señales de que el Reino de Dios está cerca, está en y con
nosotros, está en medio de nuestro mundo floreciendo también hay y tenemos que
saber descubrir. Son tantas las personas buenas que siguen haciendo el bien
aunque nos parezca que prevalezca el mal. Tantos voluntarios del amor; tantos
comprometidos con la justicia; tantos que se arremangan cada día para vivir su
compromiso por los demás; tantos que con humanidad, con mucho amor siguen
atendiendo a enfermos, a personas necesitadas, a los que no cuentan a los ojos
de este mundo; tantos que en silencio sin hacer cosas brillantes o
extraordinarias están rezando a Dios por los demás, por los que trabajan por
los otros; tantos que van sembrando alegría y esperanza con sus pequeñas
acciones levantando los corazones desesperanzados, tantos, tantos…
Abre los ojos. ¿No hay a tu alrededor muchas personas que hacen de
todo esto de lo que venimos hablando? Son personas que tú conoces también y que
tenemos que saber valorar. No todo son ramas secas e infructuosas.
El Reino de Dios está ahí y está en tu corazón inquieto aunque muchas
veces quizá no sepa qué hacer pero que siente preocupación por los demás. Son
las señales del Reino que está presente en nuestro mundo, en nuestra vida.
Quizá tendríamos que darlo a conocer un poco más para que la visión que se
tenga de las cosas no sea siempre negativa; tendríamos que dar a conocer más la
obra de la Iglesia en tantas personas que aman, que se entregan, que hacen el
bien, que quieren vivir su fe en Jesús, que se reúnen para dar gloria al Señor
con un compromiso también en sus vidas.
Sí, el Reino de Dios está cerca, como nos dice Jesús, está en medio de
nosotros, está también en nuestra vida. Vivámoslo y hagámoslo más presente.
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