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sábado, 29 de octubre de 2016

El camino de Jesús es un camino de sencillez y de humildad, del que han de estar alejados los orgullos, en el que no caben las envidias ni las zancadillas, donde florecerán los verdaderos valores

El camino de Jesús es un camino de sencillez y de humildad, del que han de estar alejados los orgullos, en el que no caben las envidias ni las zancadillas, donde florecerán los verdaderos valores

Filipenses 1,18b-26; Sal 41; Lucas 14,1.7-11

¿A quien le amarga un dulce? Suele decirse para expresar como nuestro ego se siente contento por dentro sacando a flote lo mejor de nuestros orgullos cuando alguien nos alaba algo que hayamos hecho, cuando nos tienen en cuenta o en buena consideración. Cuando nos queremos manifestar humildes y no dar importancia a lo que hacemos siempre nos aparecerá alguien que nos diga que tenemos que aprender a valorarnos más, hacer florecer nuestra autoestima y saber poner sobre la mesa lo que nosotros valemos y hasta lo importantes que podamos ser.
Un poco con una cosa y otra algunas veces se nos crean algunos conflictos interiores y no sabemos quizá por donde salir, por otra parte nos halaga que nos consideren y podemos sentir la tentación de buscar esos halagos, esos reconocimientos, y esas buenas consideraciones que los demás tengan de nosotros. ¿Qué hacer? ¿cómo actuar? ¿qué nos podría iluminar el evangelio de Jesús en estos aspectos?
A Jesús lo habían invitado a comer en casa de un hombre principal. Y ya el evangelista nos dice que estaban al acecho, incluso con lo que ayer nos decía el evangelio de que era sábado y por allí había un hombre enfermo de hidropesía. Pero ahora es Jesús el que se fija en la actitud de los comensales, porque comienzan poco menos que a darse codazos por ponerse en el lugar principal de la mesa. Es cuando surge la palabra de Jesús.
‘Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: Cédele el puesto a éste. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto…’  Y nos enseña Jesús que no temamos ocupar los últimos puestos. Y terminará diciéndonos: Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido’.
Ya sabemos que en esto de los banquetes y de las comidas tiene sus protocolos, y quien ha de ocupar uno u otro lugar. Jesús no va por el camino de los protocolos que al final son reglas encorsetadas que quizá pretendan no crear conflictos de orden, pero que en el fondo algunos recelos o envidias pueden provocar.
El camino de Jesús va por otros derroteros porque es un camino de sencillez y de humildad. Un camino del que han de estar alejados los orgullos, en el que no caben las envidias ni las zancadillas. Un camino ajeno a las vanidades de la vida y al vivir de las apariencias. Un camino de verdad en el que nos manifestamos como somos, pero en el que siempre hemos de saber ir con una actitud de servicio. Ese es el camino que nos hace verdaderamente grandes con la verdadera grandeza que ha de buscar toda persona; ese es el camino en el que van a resplandecer los verdaderos valores que llevemos en el corazón.


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