Jesús nos busca, nos llama, nos va dejando señales de su paso en el camino de nuestra vida y nos pide una respuesta
Efesios 6,10-20; Sal 143; Lucas
13,31-35
En su subida a Jerusalén se le acercan unos fariseos para decirle que
tenga cuidado, que se vaya por otra parte, porque Herodes anda buscándolo para
matarlo. Presente tenían lo que le había sucedido a Juan a quien todos
admiraban, pero que un día Herodes lo había encarcelado y al final por las
insidias de Herodías había sido decapitado.
Pero Jesús no teme. Es fiel a su camino y a su misión. Sabe que ha de
subir a Jerusalén aunque es consciente también de lo que en Jerusalén va a
suceder. Pero como les dice ‘no cabe que un profeta muera fuera de
Jerusalén’. Por eso seguirá actuando, anunciando el Reino aunque no todos
lo quieran comprender, realizando los signos del Reino expresados en aquellos
milagros que realiza ‘curando enfermos y echando demonios’.
Aunque se duele por Jerusalén. Más tarde cuando llegue a la ciudad y
la contemple hermosa ante sus ojos desde la bajada del monte de los olivos,
llorará por Jerusalén. Pero sigue buscando que se conviertan a su palabra. ‘¡Cuántas
veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos bajo
las alas! Pero no habéis querido’.
Ahí está su recorrido una y otra vez por las calles de Jerusalén, sus
enseñanzas en el templo donde enseñaba en el templo y con total libertad y
autoridad, las curaciones milagrosas que realiza, los ciegos que comienzan a
ver como aquel ciego de nacimiento que pedía limosna en la calle y es enviado a
la piscina de Siloé a lavar sus ojos, o los paralíticos que son levantados de
su camilla como el de la piscina Probática que esperaba el movimiento de las
aguas.
En aquella ciudad, sin embargo, será rechazado hasta ser llevado a la
muerte. Pero es su pascua, la que El viene anunciando continuamente, pero con
decisión sigue su camino hacia Jerusalén. Entrará en Jerusalén y será aclamado
como bendito que viene en el nombre del Señor. Los niños y la gente sencilla
alfombrarán el camino a su paso entre cánticos de alabanza. Pero será también
rechazado, muchos son los que instigan contra El.
‘¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne
a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido’. ¿Nos dirá eso también
a nosotros? Nos busca, nos llama, nos va dejando señales de su paso en el
camino de nuestra vida. Algunas veces nos podemos cegar y no ver esas señales,
sordos y no escuchar su palabra.
Tenemos que recordar, repasar lo que va siendo nuestra vida, esas cosas
buenas que nos suceden sin que las busquemos, esas inspiraciones que sentimos
dentro de nosotros para hacer el bien en un momento de terminado, esas llamadas
que vamos sintiendo en nuestro corazón. Ahí está la palabra buena de un amigo,
ese pensamiento que en un momento nos vino a la cabeza, eso que sucedió y que
nos impresionó y llamó nuestra atención, llamadas del Señor, presencia del
Señor, avisos de nuestro Ángel de la Guarda.
Demos respuesta. Realicemos esos signos también en nosotros que
pudieran ayudar a los que están a nuestro lado. No temamos implicarnos en cosas
buenas aunque muchos no las comprendan. Sigamos fieles a nuestros principios y
a los valores que hemos aprendido en el evangelio.
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