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martes, 14 de junio de 2016

Un estilo nuevo del amor que nos enseña Jesús para amar a todos incluso a los que no nos hacen bien

Un estilo nuevo del amor que nos enseña Jesús para amar a todos incluso a los que no nos hacen bien

1Reyes 21, 17-29; Sal 50; Mateo 5, 43-48
Yo soy bueno porque ayudo a los que me ayudan, escuchamos decir tantas veces o acaso nosotros también lo decimos; a esa persona nadie lo ayuda porque es que ella tampoco ayuda a nadie nunca. Y pensamos que ya somos buenos y lo suficiente ayudamos a los que son buenos con nosotros. ¿Es suficiente?
Entra, es cierto, dentro de una bondad natural, pero el estilo nuevo que Jesús quiere darnos es mucho más que todo eso. Es claro y tajante Jesús en sus palabras. Además nos propone como modelo lo que es el amor que Dios nos tiene. ¿Merecemos nosotros ese amor de Dios? ¿Qué hacemos para merecer que Dios nos ame? Pudiera ser que incluso con nuestras ofrendas y sacrificios andemos también de interesados. Le ofrecemos o le prometemos a Dios tantas cosas para que nos ayude, para que nos saque de aquellas situaciones difíciles, para que se nos resuelvan nuestros problemas.
Hoy nos propone Jesús una meta muy alta. ‘Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto’. Alta es la meta de perfección porque nos pide ser perfectos en el amor como lo es Dios. Y eso tiene que traducirse en el estilo de nuestro amor. No nos podemos contentar en amar a los que nos aman, con ser buenos con los que son buenos con nosotros. El ideal y la meta que nos propone Jesús es mucho más amplia, porque tenemos que amar también a los que no nos aman, incluso a los que nos odian, a los que se consideran enemigos nuestros.
Son claras las palabras de Jesús. Conviene recordarlas y repetírnoslas muchas veces. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen’. Es que si no fuera así no haríamos nada de extraordinario. Y extraordinario tiene que ser el amor con que hemos de amar a los demás. Hemos de romper moldes. Los que nos llamamos cristianos porque seguimos a Jesús y queremos vivir el Reino de Dios no nos podemos contentar con lo que todos hacen. Si hacemos lo mismo que los demás, ¿en qué nos diferenciamos? ¿Dónde estamos expresando lo que nos caracteriza en el amor cristiano?
Por eso nos dice Jesús: ‘Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles?’
Tenemos que revisar nuestras posturas, nuestras costumbres, nuestras maneras de hacer las cosas. No porque hagamos lo que todos hacen significa que estamos comportándonos con el espíritu y el sentido de Cristo. Y eso es lo que tiene que primar en nuestra vida para en verdad llamarnos seguidores de Jesús. Y esto tiene muchas traducciones en nuestra vida diaria, en nuestra vida de cada día. En la forma como  nos ayudamos y a quien ayudamos, en el espíritu de generosidad que tiene que haber en nuestro corazón, en la disponibilidad de nuestra vida para estar siempre en disposición de servicio sea a quien sea, en arrancar de nosotros esa rebeldía interior que podamos sentir cuando nos desairan, en la amabilidad con que hemos de tratar a todo aquel con quien nos encontremos, y así no sé cuantas cosas más podríamos decir.
No olvidemos la meta que nos propone el Señor. ‘Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto’.

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