No vivamos con superficialidad nuestro ser cristiano empapándonos del conocimiento de Jesús para lograr una profunda espiritualidad cristiana
Sabiduría 2,1ª.12-22; Sal 33;
Juan 7,1-2.10, 25-30
Un gran enemigo que tenemos demasiado cerca de nosotros es la superficialidad.
Sí, no saber tomarnos las cosas con la profundidad debida, quedarnos en una
mirada superficial sobre las personas fijándonos sólo en las apariencias, hacer
las cosas como por rutina simplemente dejándonos ir pero sin darle verdadera
profundidad y sentido a lo que hacemos, buscar el hacer las cosas con el mínimo
esfuerzo lo que nos llevará a que no le saquemos verdadero provecho a aquello
que hacemos contentándonos siempre con lo mínimo.
En muchos aspectos de la vida y en muchas cosas manifestamos muchas
veces esa superficialidad que nos hace ser mediocres, o que nuestras relaciones
con los demás se conviertan en una formalidad. Esa superficialidad se
manifiesta también en nuestra vida cristiana. Nos contentamos con aquello de
que somos cristianos de toda la vida y no siempre nos esforzamos por crecer y
avanzar en nuestra vida cristiana.
Nos hacemos un cristianismo fácil muchas veces de hacer lo que siempre
hemos hecho pero no estamos lo suficientemente abiertos desde nuestro corazón
para acoger esa Palabra del Señor que nos pide más, que nos pide nuevas
actitudes, que provoca una verdadera revisión de lo que hacemos para mejorarlo
más y más. La palabra que nos invita a la conversión ahora en el camino
cuaresmal que estamos recorriendo es como una cantinela que se repite, pero que
realmente no escuchamos desde lo más hondo del corazón.
Es necesario abrirnos más y más a la Palabra del Señor que tenemos la
oportunidad de escuchar cada día. Escucharla pero allá en lo profundo de nuestro
corazón. Una Palabra que nos haga crecer en el conocimiento de Jesús y del
misterio de Dios. Nos puede suceder como vemos les pasaba a los judíos en el
tiempo de Jesús, como escuchamos hoy en el evangelio.
Eran superficiales en el conocimiento de Jesús. Como ellos decían ‘de
éste sabemos de donde viene, pero cuando llegue el Mesías no sabemos de donde
vendrá’. Y Jesús vendrá a decirles que en verdad no le conocían, aunque
sepan de donde viene o quienes son sus parientes. Es necesario tener un
conocimiento mayor de Jesús. Quedarse en que era de Nazaret o quienes eran sus
parientes era una mirada superficial, porque lo que en verdad tendrían que
descubrir era que El era el enviado del Padre. ‘A mí me conocéis, y
conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado
por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque
procedo de él, y él me ha enviado’. Era precisamente lo que ellos no eran
capaces de descubrir, no querían aceptar.
Creo que un propósito muy interesante que podríamos hacernos en este
camino cuaresmal que estamos haciendo sería el comprometernos a crecer en ese
conocimiento de Jesús. No es simplemente saber cosas de Jesús, que seguramente
conocemos muchas, sino saber a Jesús, llenarnos del Espíritu de Jesús, conocerlo
en toda su profundidad.
Nos llevará a que leamos y leamos con mayor atención la Biblia, el
Evangelio, convirtiéndolo en verdadero vademécum de nuestra vida. Tendría que
ser como nuestro verdadero libro de cabecera. Empapándonos del evangelio de
Jesús en una lectura diaria iremos conociendo más y más todo ese misterio de
Jesús e impregnándonos de los valores del evangelio. Nos ayudará a salir de
nuestra superficialidad espiritual, nos hará ir logrando una verdadera
espiritualidad cristiana. Confieso que es algo que me preocupa para mí mismo y
mi compromiso como cristiano.
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