Levantemos nuestros ojos a lo alto para descubrir desde la fe todo el misterio del amor de Dios que en Jesús se nos manifiesta y nos llena de vida
Éxodo 32,
7-14; Sal 105; Juan 5, 31-47
Algunas veces nos surgen dudas en nuestro interior porque quizá no sabemos
ver más allá de lo que tenemos delante de los ojos o de lo que puedan palpar
nuestras manos. Nos hacemos excesivamente materialistas y podemos perder un
sentido espiritual de la vida o la trascendencia que en nosotros y en los demás
tendríamos que saber descubrir.
Y cuando nos quedamos solo en lo que nuestros ojos materiales puedan
descubrir sin saber encontrar lo que puede haber realmente de bueno detrás de
lo que vemos o experimentamos podemos perder el rumbo y podemos también errar
el camino, aparecen los miedos, sobresalen las desconfianzas. Pero eso cuesta,
nos llena de dudas muchas veces, es necesario un espíritu mas abierto a lo
espiritual y a lo trascendente. Muchas veces la misma fe es cuestión de fe. Es
un abrirnos a lo que nos puede parecer un misterio, pero que es realmente
abrirnos a Dios. Y no siempre lo sabemos hacer, no siempre somos capaces de
hacerlo.
Nicodemo iba también con sus dudas y con sus miedos cuando fue a ver a
Jesús de noche, como nos cuenta este mismo evangelio de Juan que estamos ahora
escuchando en estos días. El mismo hecho de que fuera de noche a ver a Jesús
nos muestra las dudas – negruras – que pudiera haber en su espíritu y también
los miedos que pudiera llevar consigo. Sin embargo se deja conducir por lo que
intuía y es capaz de descubrir el misterio que se manifiesta en Jesús. Por eso
podrá llegar a decir que si Dios no estuviera con Jesús no podría hacer las
obras que hacía.
Es lo que en general le sucedía a los judíos como nos manifiesta el
evangelio de este día. Mientras el pueblo llano y sencillo era capaz de
descubrir en las obras de Jesús las obras de Dios, aquellos que se consideraban
quizá más entendidos rechazan a Jesús, no son capaces de descubrir en las obras
de Jesús las obras de Dios y, como tantas veces hemos visto, siempre estarán
pidiendo signos y pruebas para reconocer a Jesús. Hay desconfianza en sus
corazones, no son capaces de abrirse al misterio que se revela en Jesús y no
creerán en El. Se les había cegado el Espíritu y no se abrirán al misterio de
la fe. Es la recriminación que Jesús les está haciendo.
Que no nos suceda a nosotros. Que no se nos cieguen los ojos del alma.
Que se avive nuestra fe para trascender de verdad a lo espiritual y al misterio
de Dios. Que en verdad pongamos toda nuestra fe en Jesús. Que desde nuestra
debilidad, desde las sombras de nuestras dudas levantemos los ojos a lo alto
para que en Cristo se reavive nuestra fe.
Seamos capaces de descubrir el hondo sentido de las obras de Jesús que
nos están manifestando lo que es el amor y la misericordia del Señor. Dios
siempre nos ama, aunque nosotros por nuestro pecado no lo merezcamos; El nos
ofrece su misericordia, su perdón, su gracia, su amor. Todas esas obras que
vemos realizar a Jesús en el evangelio son signos para nosotros de ese amor de
Dios y cómo a nosotros llega ese amor que nos transforma, que nos llena de
vida.
Fé, esperanza y caridad necesitamos en nuestro corazón, gracias por tus reflexiones
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