Busquemos a Cristo, verdadera luz de nuestra vida, que da plenitud de sentido a nuestra existencia
Daniel 13,1-9.15-17.19-30.33-62; Sal 22; Jn. 8, 12-19
Cuando hablamos de luz pensamos en primer término en la luz natural
que nos ofrece el sol cada día. Qué bello es el amanecer con los radiantes
rayos del sol surgiendo en el horizonte y dando forma y color a cuanto nos
rodea que en la oscuridad de la noche no podíamos apreciar. Pensamos también en
tantas fuentes de luz que hacemos surgir de las diferentes energías para
iluminarnos en la noche cuando nos falta la luz del sol. Que oscura se nos
vuelve la noche cuando ocasionalmente nos pueden fallar esas otras fuentes de
energía y nos vemos sumergidos en la oscuridad.
Pero cuando hablamos de luz queriendo ahondar un poco más pensamos en
la inteligencia que nos hace razonar y comprender las cosas y decimos que así
en esa reflexión vamos iluminando nuestra vida porque vamos encontrando ideas y
principios que nos iluminen, decimos, que nos hagan dar un valor y un sentido a
lo que hacemos y a lo que vivimos. Surgen pensamientos, surgen ideologías,
surgen filosofías, surgen razonamientos que encauzan de alguna manera nuestra
vida y nos hacen comprender mejor lo que
está más allá de lo que los ojos de la cara pueden ver.
Aún así nos aparecen oscuridades en la vida, cosas que nos cuesta
comprender, preguntas e interrogantes que se van hilvanando unos a otros en
nuestra mente o en nuestro interior y que algunas veces nos pueden hacer dudar
para encontrar ese camino y ese sentido de nuestra vida que parece muchas veces
que aun sigue en tinieblas.
Hoy nos dice Jesús en el
evangelio: ‘Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en
tinieblas sino que tendrá la luz de la vida’. Cristo se nos presenta a si
mismo como la verdadera luz que ilumina nuestro mundo, nuestra vida. Cuando
proclamamos que Cristo es nuestra salvación, nuestro salvador, no solo estamos
diciendo que El nos ha redimido de nuestros pecados, nos ha traído el perdón
para nuestro pecado, sino más aun que es nuestro salvador porque nos ha venido
a trazar el verdadero camino que nos lleva a la plenitud de la vida y de la
felicidad.
La luz ilumina hemos venido reflexionando, nos hace ver con claridad
las cosas que tenemos delante de los ojos, pero también allá en lo más hondo de
nuestra vida lo que va a dar sentido a nuestra existencia. Jesús nos pone en
camino de encontrar ese sentido profundo de nuestra vida, de nuestro ser. Ya
proclamará en otro momento del evangelio que El es el Camino, y la Verdad y la
Vida. Es la verdad que nos ilumina; es la verdad que nos enseña a recorrer
los caminos de la plenitud de la vida; es la verdad que nos hace encontrar ese
verdadero sentido de nuestra vida. ‘Tendrá la luz de la vida’ nos ha
dicho hoy.
Es lo que tenemos que buscar. Es el camino que hemos de recorrer.
Encontrarnos de verdad con Jesús para que nuestra vida sea iluminada de verdad
y no con luces caducas o efímeras que un día nos puedan fallar. Cristo no nos
falla. Cristo es la verdadera certeza de nuestra vida. La fidelidad de Cristo
no nos fallará. Cristo está siempre con nosotros.
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