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jueves, 17 de marzo de 2016

Ansiamos y deseamos esa vida eterna que Jesús nos promete y nos regala queriendo vivir un camino de fidelidad y de amor

Ansiamos y deseamos esa vida eterna que Jesús nos promete y nos regala queriendo vivir un camino de fidelidad y de amor

Génesis 17,3-9; Sal 104; Juan 8,51-59

Jesús es el regalo de Dios que nos llena de vida. Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia, nos repite Jesús en el evangelio. El es la manifestación del amor de Dios. Lo hemos meditado muchas veces, ‘tanto amó Dios al mundo, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga vida eterna’. Y cuando en el principio de su evangelio Juan nos hace una descripción del misterio de Dios que se realiza en Jesús nos habla de luz y de vida. Es la Palabra en la que estaba la vida, vida que es luz y que es salvación, vida que nos llena e inunda a los que creemos en El, para hacernos partícipes de la vida de Dios.
Hoy nos dirá Jesús en el Evangelio: ‘Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre’. Nos dice que tendremos vida para siempre si creemos en El, la muerte no podrá tener poder sobre nosotros. ‘No sabrá lo que es morir para siempre’, nos dice. Y más tarde en el encuentro con Marta y Maria cuando la resurrección de Lázaro volverá a hablarnos de resurrección y de vida. ‘Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí aunque haya muerto vivirá; y todo el que esté vivo y cree en mí, jamás morirá’.
Los judíos, como vemos hoy en el evangelio, no entendían las palabras de Jesús. Hacen sus interpretaciones pero no llegan en entender lo que Jesús les dice. Pero quizá tendríamos que preguntarnos nosotros si entendemos y si creemos en estas palabras de Jesús. Preguntarnos si en verdad nosotros deseamos esa vida de la que Jesús nos habla, si aspiramos a llenarnos de esa vida para siempre.
Por una parte está lo que sea la fortaleza de la fe que tengamos en Jesús para escucharle, para creerle, para ser en verdad sus discípulos, para seguir su camino. Nos puede suceder que decimos que tenemos mucha fe en Jesús, pero simplemente para pedirle que nos ayude cuando nos vemos apurados o tenemos problemas. Una fe simplemente desde la necesidad, porque necesitamos un apoyo, una fortaleza para enfrentarnos a nuestros problemas.
Pero la fe que tenemos en Jesús tendría que llevarnos a mucho más. Creer en su palabra es plantarla en nuestra vida; creer en su palabra es decirle si con todo nuestro corazón pero en verdad dispuestos a hacer lo que El nos dice, a seguir el camino que El nos propone. Eso es querer su vida, para vivir en la gracia del Señor, para vivir en su amor y amistad, para repartir nosotros también ese amor y esa vida entre los que nos rodean.
Y preguntándonos si en verdad creemos en la palabra de Jesús y deseamos esa vida que El nos ofrece es plantearnos nuestra fe y nuestra esperanza en la vida eterna, en esa trascendencia de eternidad con que hemos de vivir. Muchos cristianos hay que no creen en la vida eterna, que piensan que todo se acaba en la muerte y no hay vida ya junto a Dios para siempre. Es un artículo importante de nuestro credo, del credo de nuestra fe porque decimos que creemos en la resurrección y en la vida del mundo futuro, en la vida eterna. Y creer en la vida eterna es pensar en esa plenitud que junto a Dios vamos a tener, y es en consecuencia vivir ahora ya en esa unión con Dios alejándonos del pecado que podría apartarnos de Dios y de esa vida eterna feliz y dichosa junto a El.
A muchas consecuencias nos tendría que llevar esa reflexión que desemboque en una vida mejor, en una vida más santa.

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