Ansiamos y deseamos esa vida eterna que Jesús nos promete y nos regala queriendo vivir un camino de fidelidad y de amor
Génesis 17,3-9; Sal 104; Juan
8,51-59
Jesús es el regalo de Dios que nos llena de vida. Yo he venido para
que tengan vida y vida en abundancia, nos repite Jesús en el evangelio. El es
la manifestación del amor de Dios. Lo hemos meditado muchas veces, ‘tanto
amó Dios al mundo, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga
vida eterna’. Y cuando en el principio de su evangelio Juan nos hace una
descripción del misterio de Dios que se realiza en Jesús nos habla de luz y de
vida. Es la Palabra en la que estaba la vida, vida que es luz y que es
salvación, vida que nos llena e inunda a los que creemos en El, para hacernos
partícipes de la vida de Dios.
Hoy nos dirá Jesús en el Evangelio: ‘Os aseguro: quien guarda mi
palabra no sabrá lo que es morir para siempre’. Nos dice que tendremos vida para siempre si creemos en El, la muerte
no podrá tener poder sobre nosotros. ‘No sabrá lo que es morir para
siempre’, nos dice. Y más tarde en el
encuentro con Marta y Maria cuando la resurrección de Lázaro volverá a
hablarnos de resurrección y de vida. ‘Yo soy la resurrección y la vida.
El que cree en mí aunque haya muerto vivirá; y todo el que esté vivo y cree en
mí, jamás morirá’.
Los judíos, como vemos hoy en el
evangelio, no entendían las palabras de Jesús. Hacen sus interpretaciones pero
no llegan en entender lo que Jesús les dice. Pero quizá tendríamos que
preguntarnos nosotros si entendemos y si creemos en estas palabras de Jesús.
Preguntarnos si en verdad nosotros deseamos esa vida de la que Jesús nos habla,
si aspiramos a llenarnos de esa vida para siempre.
Por una parte está lo que sea la
fortaleza de la fe que tengamos en Jesús para escucharle, para creerle, para
ser en verdad sus discípulos, para seguir su camino. Nos puede suceder que
decimos que tenemos mucha fe en Jesús, pero simplemente para pedirle que nos
ayude cuando nos vemos apurados o tenemos problemas. Una fe simplemente desde
la necesidad, porque necesitamos un apoyo, una fortaleza para enfrentarnos a
nuestros problemas.
Pero la fe que tenemos en Jesús
tendría que llevarnos a mucho más. Creer en su palabra es plantarla en nuestra
vida; creer en su palabra es decirle si con todo nuestro corazón pero en verdad
dispuestos a hacer lo que El nos dice, a seguir el camino que El nos propone.
Eso es querer su vida, para vivir en la gracia del Señor, para vivir en su amor
y amistad, para repartir nosotros también ese amor y esa vida entre los que nos
rodean.
Y preguntándonos si en verdad
creemos en la palabra de Jesús y deseamos esa vida que El nos ofrece es
plantearnos nuestra fe y nuestra esperanza en la vida eterna, en esa
trascendencia de eternidad con que hemos de vivir. Muchos cristianos hay que no
creen en la vida eterna, que piensan que todo se acaba en la muerte y no hay
vida ya junto a Dios para siempre. Es un artículo importante de nuestro credo,
del credo de nuestra fe porque decimos que creemos en la resurrección y en la vida
del mundo futuro, en la vida eterna. Y creer en la vida eterna es pensar en esa
plenitud que junto a Dios vamos a tener, y es en consecuencia vivir ahora ya en
esa unión con Dios alejándonos del pecado que podría apartarnos de Dios y de
esa vida eterna feliz y dichosa junto a El.
A muchas consecuencias nos tendría
que llevar esa reflexión que desemboque en una vida mejor, en una vida más
santa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario