Una invitación a caminar hacia la plenitud de la Pascua que nos recuerda el sentido pascual y trascendente que tiene nuestra vida desde la plenitud de Cristo
Joel 2,12-18; Sal 50; 2Corintios
5,20–6,2; Mateo 6,1-6.16-18
Hoy es miércoles de ceniza. Hoy iniciamos un camino, un camino que nos
recuerda cual es el camino de la vida. Para muchos quizá se quede este día en
un rito que tiene la Iglesia del que casi nos quedamos sin entender su sentido.
Nos podemos quedar quizá en que se nos recuerde la muerte, por aquello de las
cenizas en las que todos nos convertimos y así pueda quedarse todo en el
recuerdo de un destino fatal en que todo se acaba y ya no hay nada más, cuando
de verdad no tenemos un verdadero sentido de trascendencia en nuestra vida.
Pero celebrar este día del miércoles de ceniza es mucho más, algo
mucho más profundo. Ya decíamos que iniciamos un camino. Hoy comenzamos una
peregrinación que nos conduce a una celebración pascual. En consecuencia viene
a recordarnos ese sentido de pascua que tenemos en nuestra vida desde nuestra
fe en Jesús, muerto y resucitado. Vamos a celebrar de una manera intensa en su
conmemoración anual algo que da sentido a nuestra vida y que de alguna forma
vivimos o hemos de vivir cada día.
Y es que la vida del cristiano tiene que estar impregnada de ese
sentido de pascua. Vivimos esa presencia del Señor en nosotros que nos llena de
gracia y de salvación. Es el paso del Señor que nos salva; es el paso del Señor
que nos llena de su amor. Y eso hemos de vivirlo cada día. Y ese paso del Señor
con su salvación tuvo, digámoslo así, su plenitud en la muerte y en la
resurrección del Señor. De ello nos hemos hecho partícipes desde nuestro
bautismo que nos hizo renacer en Cristo en virtud de su muerte y su
resurrección. Desde entonces toda nuestra vida ha de estar, como decíamos,
impregnada de ese sentido pascual.
Necesitamos recordarlo, revivirlo. Y a esto viene a ayudarnos el
sentido cíclico de nuestras celebraciones de cada año. Por eso decíamos que hoy
miércoles de ceniza emprendemos un camino, que es el camino que cada día
hacemos, pero que ahora con motivo de las celebraciones de la pascua queremos
vivir con mayor intensidad. Esto nos ayudará a que vivamos así en esa plenitud
cada día ese sentido de nuestra vida.
Caminamos, sí, hacia la pascua en el recorrido de la Cuaresma. Nos
recordará el sentido de nuestra vida y nos ayudará a vivirlo con toda plenitud.
La liturgia con sus signos, con la Palabra de Dios que nos ofrece cada día, en
ese recorrido que nos recuerda lo que era el catecumenado que preparaba a los
catecúmenos para el bautismo, nos va ayudando así a que renovemos nuestra vida.
Cuando llegue la Pascua vamos a hacer una renovación de nuestro compromiso
bautismal, nuestras promesas bautismales y la profesión de nuestra fe; ahora en
este peregrinaje cuaresmal nos vamos preparando.
Este rito con el que iniciamos la cuaresma en este día llamado
miércoles de ceniza por el signo que
empleamos nos recuerda nuestra meta, y nos recuerda que quizá hemos tenido
muchos tropiezos en el camino que vamos haciendo cada día y que tenemos que
enderezar el rumbo. Por eso más que recordarnos la muerte es invitarnos a la
conversión, a creer en el evangelio, a buscar ese sentido de trascendencia y de
plenitud que tiene nuestra vida, a renovar cuanto en nuestra vida está torcido
y empañado por el pecado. No es solo recordar la debilidad de nuestra vida,
sino recordar la grandeza y trascendencia que nuestra vida tiene invitándonos a
caminar hacia la plenitud que en Cristo podemos encontrar.
Escuchemos con atención esa invitación que se nos hace desde la
palabra del Señor y convirtamos de verdad esta cuaresma que iniciamos en un
tiempo gracia y de salvación.
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