Que ayunar sea algo más que
privarnos de unos alimentos para descubrir que hay otros ayunos que hacen una
auténtica desintoxicación de nuestra vida, de esos tóxicos de nuestros males
Isaías 58,1-9; Sal 50; Mateo
9,14-15
Si nos ponemos a pensar en la palabra ‘ayuno’ a la
manera de la dinámica de la lluvia de ideas seguramente nos surgirán muchos
pensamientos en torno a esta palabra. Ayunar es abstenerse de alimentos es el
primer y elemental pensamiento; pero podemos pensar en los que ayunan o se
abstienen de alimentos porque nada tienen que comer, lo que seria un ayuno
obligatorio por necesidad; pero pensamos en aquellos que ayunan porque se
quieren abstener de ciertos alimentos por conservar su figura, por decirlo de
alguna manera, o los que lo hacen como una medida en cierto modo higiénica para
hacer una limpieza de su organismo, una desintoxicación del cuerpo; claro que
podemos pensar en quienes lo hacen por alguna otra motivación ya sea de
solidaridad con quienes no tienen que comer para sufrir en su carne lo que
aquellos padecen, o como un entrenamiento donde aprendemos a renunciar a cosas
pequeñas para ser capaces de ser libres ante cosas de mayor importancia, o los
que lo hacen con un espíritu de sacrificio, en donde podemos entrar ya en un
sentido religioso del ayuno al que le queremos dar otro significado más
trascendente. Muchos pensamientos o motivaciones nos pueden surgir.
En el evangelio escuchamos hablar del ayuno y la Iglesia en estos días
de la cuaresma es algo que también nos ofrece. Pero es aquí donde tenemos que
reflexionar para darle un buen sentido y significado y no nos quedemos
simplemente en el cumplimiento formal de una norma que se nos pueda imponer.
Claro que tampoco nos podemos quedar en la simple literalidad del ayuno como
abstención de alimentos, sino que esa ofrenda que nosotros queramos hacer con
nuestro ayuno podemos convertirla en algo hermoso a través quizá de tantas
cosas de las que tendríamos que ayunar.
En el evangelio hemos visto que le están planteando a Jesús los discípulos
de Juan como en otros momentos se lo veremos hacer a escribas y fariseos el por
qué sus discípulos no ayunan. En esto eran muy formales y estrictos los
fariseos porque además rodeaban de mucha vanidad el hecho del ayunar y cumplir
con esos requisitos legales.
En la mente de Jesús está quizá lo que ya había anunciado el profeta
que hemos escuchado en Isaías. No quiere Jesús que hagamos las cosas como mero
cumplimiento, sino que lo que hacemos tiene que ser algo que salga de verdad
del corazón, pero de un corazón que queremos purificar, queremos que sea puro
para que pura sea la ofrenda que hagamos a Dios.
Ya decíamos anteriormente que no podemos reducir el ayuno a la
abstención de unos alimentos simplemente porque eso lo hacen también los que
quieren conservar la línea. En nosotros tiene que haber algo más, una
motivación más profunda, algo que implique nuestra vida, una auténtica
desintoxicación de nuestra vida, pero de esos tóxicos de nuestros males, de
nuestras malas costumbres, de nuestras rutinas o de nuestros caprichos, de
nuestros orgullos o de nuestras vanidades.
El profeta nos decía que el ayuno que el Señor quiere ha de pasar por
‘Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos,
dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos, partir tu pan con el
hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no
cerrarte a tu propia carne’. Ahí nos da el profeta muchas pistas de por
donde han de ir nuestros ayunos, porque si no hay amor en nuestro corazón de
qué nos valdrían esos ayunos o esos sacrificios.
Ayuna, pues, de tus caprichos y de tus vanidades; ayuna de esas cosas
que manejamos o utilizamos cada día y que se han convertido casi hasta en una
esclavitud porque parece que sin ellas no te puedes pasar (cuantos aparatitos
podemos poner en esta lista); ayuna de tu mal humor y de tu mal semblante para
hacer más agradable tu presencia con aquellos con los que convives; ayuna de
los paternalismos con que nos podemos presentar ante los demás incluso cuando
queremos hacer algo bueno, y de los aires de superioridad; ayuna de esas
soledades en las que te encierras y sal al encuentro con los otros de los que
tanto puedes recibir y tanto también puedes aportar; ayuna de esas comodidades
y sensualismos con los que rodeamos nuestra vida donde solo a lo que aspiramos
es a pasarlo bien; ayuna de tus tristezas y angustias poniendo alegría en tu
vida, sonrisas en tu semblante, palabras amables que trasmitan paz y serenidad
a los que están a tu lado…
‘Entonces
romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; te abrirá
camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor,
y te responderá; gritarás, y te dirá: Aquí estoy’.
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