Ponernos de parte de Jesús no es
solo llegar al martirio cruento de dar la vida sino ofrecer el testimonio de mi
fe cada día con mi vida
Romanos
4,13. 16-18; Sal
104; Lucas
12, 8-12
Siempre he sentido una admiración grande por los
mártires; y no es para menos. Mantenerse en la fidelidad a una fe, a unos
principios, a unos valores, al evangelio, a Jesús hasta llegar al límite de dar
la vida, no es cualquier cosa. No sé si hoy será más difícil que en otros
tiempos aunque el testimonio de los mártires está patente en toda la historia
de la Iglesia y hemos de reconocer que hoy también se sigue dando y quizá mucho
más de lo que imaginamos.
Decía si hoy será o no más difícil dar ese testimonio
en el mundo tan lleno de relativismo en el que vivimos; pareciera que no hay
verdades absolutas por las que mereciera la pena dar la vida, o eso al menos
nos tratan de hacer creer; y esa sería una gran tentación a la hora de dar el
testimonio por la verdad de Jesús, hasta donde hemos de llegar, hasta donde
merece que perdamos la vida.
La palabra de Jesús es clara y no nos vale andar a
medias tintas o querer nadar entre dos aguas. Somos o no somos. Seguimos a
Jesús con todas sus consecuencias o no lo seguimos y nos vamos con la canción a
otra parte. Pero ya nos diría Jesús que estamos con El o contra El y el que no
recoge con El desparrama; no hace muchos días que lo hemos escuchado.
Hoy nos habla de ponernos de su parte ante los hombres,
en fin de cuentas, dar la cara por Jesús. Claro que pensamos en esos momentos
extremos de cruenta persecución como tantos hemos visto a lo largo de la
historia y que también hoy siguen sucediendo. En muchos lugares del mundo hoy
se sigue persiguiendo a los cristianos y son muchos los que siguen dando la
vida por el testimonio de la fe.
El pensamiento que surge en mi interior es si yo, en
semejantes circunstancias, llegaría también hasta el final en el testimonio de
mi fe. ¿Sería capaz de dar la vida cuando tantas veces en la vida de cada día
no somos tan fieles y estamos tan llenos de cobardías? Claro que no podemos
olvidar la promesa de Jesús y El es fiel. ‘Cuando
os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os
preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a defender. Porque el
Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir’. Es lo
que hoy le hemos escuchado. La fuerza del Espíritu no nos fallará. Que no falle
en nosotros la fe la presencia y fuerza del Espíritu, porque eso sería un gran
pecado, como nos dice hoy también.
Como decíamos nos habla de ponernos de su parte delante
de los hombres. Claro que no podemos quedarnos en esos momentos extremos de persecución
sino que tenemos que pensar en el día a día de nuestra vida. Ponernos de parte
de Jesús significa mantener nuestra fe y nuestra fidelidad; ponernos de parte
de Jesús es preferir nos valores del evangelio a los valores que nos ofrece
nuestro mundo; ponernos de su parte es no dejar de lado todo el aspecto
espiritual y trascendente de la vida para quedarnos, como tantas veces somos
tentados a ello, en lo material, en lo terreno, en la ganancia inmediata, en la
búsqueda de un prestigio sea como sea; ponernos de su parte es vivir mi vida y
mi trabajo, mis relaciones familiares o el trato con los amigos, la mirada con
que miro el mundo que me rodea o la situación que pasan los que viven en
nuestro entorno, según el sentido de Jesús, con la mirada de Jesús, con el amor
que Jesús me enseña a tener.
Somos testigos de una fe, somos testigos de Jesús; lo
vamos a proclamar con palabras porque también tenemos que hacerlo así, pero lo
vamos a testimoniar con el estilo y sentido de la vida. Cuántas ocasiones
tenemos para dar testimonio de nuestra fe en Jesús. Que contemos siempre con su
gracia.
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