María es Pilar de nuestra fe, como signo de presencia de gracia y fortaleza y como señal que se hace camino para llevarnos siempre hasta Jesús
1Crónicas
15,3-4. 15-16;16,1-2; Sal 26; Lucas 11,27-28
El pilar es un signo y una señal. Fundamentamos los
edificios sobre fuertes pilares que van a sostener la trabazón de todo el
edificio y nos hablan de la fortaleza de lo que edificamos; pero también
podemos decir que es una señal porque un pilar colocado en un sitio determinado
nos puede estar señalando lo importante que allí podemos encontrar, pero
también puede ser una señal que nos indique una dirección a seguir para no
perder el norte o la dirección de nuestro camino.
He querido comenzar mi reflexión con estas imágenes
porque hoy estamos celebrando a la Santísima Virgen María en su advocación y
título del Pilar por la representatividad de su imagen sobre una columna o un
pilar. Nos recuerda una hermosa tradición que nos habla de la presencia de
María ya desde los orígenes de la fe cristiana en nuestras tierras hispanas con
la predicación del Apóstol Santiago, a quien se le manifestó la Virgen María
como fortaleza de Dios en la difícil tarea del anuncio del Evangelio en nuestra
tierra.
Da igual que tengan o no tengan fundamento histórico
estas piadosas tradiciones - no vamos a entrar en discusiones de tipo histórico
que pienso son lo menos importante en este caso -, porque lo importante es el
signo de María presente en el caminar de nuestra fe en nuestra tierra hispana a
lo largo de los siglos, en los que María ha sido siempre un faro seguro que nos
ha conducido a la fortaleza de nuestra fe en Jesús. Ella siempre nos conduce a
Cristo y nos enseña a dejarnos iluminar por su luz.
María así es para nosotros ese pilar, esa columna que
nos ayuda a mantener firme nuestra fe frente a todas las acechanzas y peligros.
Con María a nuestro lado, en ese lugar preciso y precioso en que Dios quiso
colocarla en la historia de la salvación, nos sentimos seguros en el camino de
nuestra fe, nos sentimos fortalecidos con la gracia del Señor de la que ella es
intercesora en favor nuestro. María en su imagen del Pilar se convierte así en
signo de esa presencia y de esa gracia del Señor que con la mediación de la
madre llega a todos sus hijos; es el signo que nos habla de esa firmeza de nuestra
fe y de nuestra esperanza, pero es el signo también de lo que tiene que ser
nuestro amor del que María nos enseña a amar como nos amó Jesús.
Estando al lado de María nos sentimos seguros en la
orientación y en la dirección que le damos a María. Con ella nunca nos
sentiremos engañados; si escuchamos de verdad a María en nuestro corazón - cómo
tendríamos que aprender a hacer silencios en nuestro corazón cuando vamos al
encuentro de María para no solo atiborrarla con nuestras peticiones sino
también sobre todo para escuchar sus inspiraciones en lo secreto de nuestro
corazón - ella nos llevará siempre hasta Jesús. Siempre María es esa señal que
nos dirige hasta Jesús y nos dice ‘haced
lo que El os diga’.
‘Dichoso
el vientre que te llevó y los pechos que te criaron’, escuchábamos a la mujer anónima
del evangelio prorrumpiendo en cánticos de alabanza a María, pero también
escuchábamos a Jesús que completaba ese cántico diciéndonos que seremos en
verdad dichosos como María si como ella escuchamos la Palabra de Dios y la
plantamos en nuestro corazón. Así María es ese pilar, ese signo de fortaleza,
esa señal que se hace camino que nos conduce a Jesús, ese ejemplo que hemos de
seguir y ese amor que hemos de vivir.
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