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viernes, 16 de octubre de 2015

La mano de Jesús siempre estará sobre nuestro hombro en los momentos difíciles y podemos sentir su presencia y cercanía en lo hondo del corazón

La mano de Jesús siempre estará sobre nuestro hombro en los momentos difíciles y podemos sentir su presencia y cercanía en lo hondo del corazón

Romanos 4,1-8; Sal 31; Lucas 12,1-7

Qué paz y que fortaleza se siente en el corazón cuando una mano amiga se posa sobre tu hombro o escuchas una palabra amable y de ánimo en momentos en que quizá te sientes solo, los problemas te abruman, o estás como desconcertado ante lo que sabes que se te viene encima y no sabes cómo afrontarlo. Cuánta agradece uno esa palmadita en la espalda o esa palabra de ánimo y de cariño para no sentirse solo, para saber que puedes afrontar todo lo que pueda suceder y que en ti hay una fuerza distinta y superior que te hará salir a flote por malos que sean los momentos que estás pasando.
Cuanto necesitamos muchas veces en la vida esa mano amable, esa mirada de cariño y de ánimo, pero también tendríamos que saber ofrecerla a los que caminan a nuestro lado porque eso sería una muestra de que no nos desentendemos de ellos sino que estamos atentos a su situación. Quizá no podemos ofrecerles grandes soluciones, pero sí podemos estar a su lado y que con nuestra presencia, esa sonrisa y ese calor de nuestro corazón hacer que no se sientan solos ni abandonados.
Eso quiero ver en el pasaje del evangelio que hoy se nos ofrece. Mucha gente seguía a Jesús en su subida a Jerusalén, dice que hasta se atropellaban unos a otros y se pisaban. Pero allí en medio de todo ese tumulto van los discípulos más cercanos a Jesús a los que El les había ya anunciado lo que iba a pasar en Jerusalén aunque como nos ha repetido el evangelista a ellos les costaba entender. Quizá veían también que la tarea que les esperaba era inmensa, viendo tanta gente como ahora seguía a Jesús, y no sabrían si ellos serían capaces de afrontarla.
Jesús los toma aparte y con ellos comienza a abrir su corazón. Pero Jesús quiere hacerles sentir que no están solos porque Dios Padre nos cuida a todos y qué preferencia especial tendrá con sus elegidos. Ya en otra ocasión veremos a Jesús orando al Padre para que cuide a aquellos a los que ha elegido. Ahora quiere que ellos sientan esa palabra de ánimo, esa mano sobre el hombro y que no teman.
Es bueno escuchar de nuevo esas palabras concretas de Jesús. ‘A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más. Os voy a decir a quién tenéis que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis que temer, os lo digo yo. ¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios. Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados. Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones’.
Podrán venir momentos difíciles en los que pueden atentar incluso contra nuestra vida, pero Dios no se olvida de nosotros y no nos faltará la fuerza de su Espíritu. En otros momentos Jesús anunciará persecuciones y muerte a causa de su nombre, pero también les había dicho allá en las bienaventuranzas que serían dichosos si padecieran por el nombre de Jesús. Lo importante es que sepamos mantener la fidelidad hasta el final, que no nos quiten eso más importante que llevamos dentro de nosotros con nuestra fe y nuestro sentido de la vida.
Hemos de saber escuchar esas palabras de Jesús, sentir esa presencia de Jesús en el camino de nuestra vida de cada día. Momentos malos, momentos de desanimo, momentos en que nos podemos sentir acosados, momentos en los que no sabremos qué hacer o cómo actuar, momentos en que lo podemos ver todo oscuro y no sabemos cómo salir adelante, momentos en que todo se nos vuelve en contra, no nos faltarán. Pero sepamos mantener nuestra fidelidad. Sepamos apoyarnos en el Señor. Sepamos sentir su presencia y la fuerza de su Espíritu. Sepamos acudir allá en la intimidad de nuestro corazón a la oración que nos haga sentir la presencia y la gracia del Señor.

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