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martes, 1 de septiembre de 2015

Allí donde hay un cristiano siempre ha de vencer y reinar el bien, la verdad, la justicia, la paz

Allí donde hay un cristiano siempre ha de vencer y reinar el bien, la verdad, la justicia, la paz

1Tesalonicenses 5, 1-6. 9-11; Sal 26; Lucas 4, 31-37

Bajó Jesús a Cafarnaún, ayer lo contemplábamos en la sinagoga de Nazaret, y allí en la sinagoga enseñaba a las gentes los sábados. Aquella nueva forma de enseñar llenaba a todos de admiración. Las noticias corrían de boca en boca y acudían a escucharle y a ver las obras que hacía. Porque hablaba con autoridad.
Había comenzado Jesús anunciando la llegada del Reino de Dios. En la sinagoga de Nazaret, como una presentación programática, había dicho cuales eran las señales del Reino de Dios. Comenzaba un mundo nuevo en que todos nos veríamos liberados de esclavitudes y opresiones, empezando por lo más hondo de nosotros mismos. La liberación de las limitaciones corporales era signo de esa liberación interior que hay que hacer en nuestro interior. Con un corazón renovado nuestro mundo será distinto. No comenzamos desde fuera sino desde dentro del corazón del hombre. El mundo había de ser renovado para hacer desaparecer todo mal porque además llegaba el perdón de Dios.
Ahora contemplamos cómo esas señales se van realizando en Jesús. Es la fuerza de su Palabra con la que anuncia de una manera nueva el Reino de Dios. Pero es también ese mal que va siendo vencido, por mucha resistencia que opongamos. Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo y al ver y escuchar a Jesús se pone a la defensiva, quiere rechazar la acción de Jesús. Pero allí está el poder de Dios que manifiesta su soberanía sobre todo. El espíritu inmundo es arrojado de aquel hombre. Allí donde está Jesús siempre vence el bien sobre el mal.
Escuchamos también nosotros a Jesús. Cada día dejamos que su Palabra se vaya plantando en nuestro corazón y hemos de sentir paso a paso esa renovación que ha de irse produciendo en nosotros. Hemos de ir dando señales de ese Reinado de Dios en nuestra vida, porque con nuestra vida, con nuestros actos, con nuestros gestos vamos dando señales de esa presencia de Dios en nosotros.
Pero si decíamos antes que allí donde está Jesús el bien vence el mal, tendríamos que decir también que allí donde está un cristiano siempre tiene que vencer el bien, la bondad, la verdad, la justicia. No podemos dejar que el mal se apodere de nuestro mundo; hemos de ir sembrando siempre la buena semilla; hemos de ir llenando día a día nuestro mundo de más amor, de mayor justicia, de una paz más profunda en todos los corazones y en las relaciones entre unos y otros; no podemos dejar que la mentira, la falsedad, la hipocresía, la vanidad se apoderen de nuestro mundo.
Es nuestra tarea porque somos otros cristos, porque para eso hemos sido consagrados en nuestro bautismo. Preocupémonos de sembrar cada día esa buena semilla en nuestro corazón y en aquellos que nos rodean y así iremos haciendo que nuestro mundo sea mejor.

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