El Señor sigue contando con nosotros aunque nos sintamos indignos para que lancemos las redes del Reino en nuevos mares que se abran ante nuestra vida
Colosenses
1, 9-14; Sal 97; Lucas 5, 1-11
Unas barcas, unas redes, unos pescadores en sus faenas,
el lago de Tiberíades, las gentes que se agolpan ansiosas de escuchar al nuevo
profeta, Jesús que les enseña sentado desde la barca, una invitación a hacer
nuevas pescas. Es el cuadro que nos ofrece el evangelio.
Había enseñado Jesús en la sinagoga pero ahora viene al
encuentro de la gente, allí donde realizan sus tareas, allí donde la gente hace
su vida; en la orilla del lago, donde llegan los pescadores ofrecen lo recogido
en la pesca y repasan sus redes para nuevas tareas; allí donde la gente se
reúne, charla y comparte. Son muchos los que ante la fama de las palabras y
obras de Jesús vienen a estar con El y escucharle. Son tantos que será
necesario encontrar un lugar desde el que todos puedan verle y oír su Palabra.
Necesitará de la barca Pedro y Jesús quiere contar con su colaboración.
Es el anuncio del Reino que ha de plantarse allí donde
la gente hace su vida, en lo que es la vida de cada día porque el Reino de Dios
que Jesús anuncia no está lejos de la vida de los hombres, porque está dentro
de nosotros y en nuestra vida de cada día se ha de manifestar. Así llega Jesús
hasta nosotros, así viene a hacerse presente en nuestra vida, así se ha de
construir el Reino en este mundo en el que vivimos.
Pero Jesús quiere enseñarnos algo más. No nos quedamos
en lo de siempre sino que tenemos que abrir fronteras nuevas. Aunque sean
diversas las cosas o aunque nos parezca que es imposible lograrlo. Es necesaria
una apertura y una disponibilidad para dejarse conducir hacia nuevas pescas,
aunque nos pareciera que en aquel mar ya no hay nada que pescar.
Es lo que Jesús le pide a Pedro y los primeros discípulos.
Hay que remar mar adentro y echar de nuevo las redes para pescar. Aunque otras
veces no hayamos podido hacer nada. Pedro sabía de aquellas aguas y de lo
infructuosa que había sido la noche anterior, pero se dejó conducir por el
corazón que le hacia confiar en la palabra de Jesús aunque su cabeza le dijera
que allí no había nada que hacer. ‘Maestro,
nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu
palabra, echaré las redes’. Es en el nombre de Jesús,
confiando en su Palabra, aunque el no supiera cómo se iba a lograr algo.
Y la redada de peces fue grande. Fue necesario pedir ayuda a los
compañeros de las otras barcas. Pero aquella pequeña o grande llama de fe que
había en su corazón le despertó a cosas más grandes. Se sintió pequeño y
pecador, indigno de estar en la presencia de Jesús y de ser su colaborador. ‘Apártate de mi, Señor, que soy un
pecador’. Pero Jesús quería seguir
contando con él. Sigue confiando. ‘No temas; desde ahora serás pescador de hombres’.
Jesús cuenta con nosotros. Es necesario que le demos el sí de nuestra
confianza, de nuestra fe y nos dejemos guiar. Anchos mares se abren ante
nosotros donde también hemos de seguir haciendo el anuncio del Reino, donde
tenemos que dar a conocer el nombre de Jesús. Nos sentiremos pequeños,
incapaces, indignos, pecadores pero el Señor sigue contando contigo y conmigo.
No sabemos en algún momento donde estará ese campo donde sembrar la semilla. Confiemos
y dejémonos guiar porque El abrirá nuevos horizontes a nuestra vida. Estemos
atentos a su voz.
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