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martes, 28 de abril de 2015

La madurez de una comunidad cristiana tiene que manifestarse en su espíritu misionero para anunciar la Buena Nueva de Jesús

La madurez de una comunidad cristiana tiene que manifestarse en su espíritu misionero para anunciar la Buena Nueva de Jesús

Hechos,  11,19-26; Sal 86; Juan 10, 22-30
Un signo de madurez es la forma cómo afrontamos las dificultades y los problemas que nos van apareciendo en la vida; la entereza con que los afrontamos nos denotan esa fortaleza interior que tiene una persona madura y que ha sabido fundamentar bien su vida. En lugar de encerrarse en si mismo ese fuego interior le hace abrirse a los demás, luchando y compartiendo, amando la vida y queriendo compartirla en lo bueno con los demás y recibiendo al mismo tiempo el aliciente de los que están a su lado apoyándolo en su duro caminar. No es fácil, pero ahí, como decíamos, se manifiesta la madurez de su vida, capaz de dar fruto aun en las más fuertes adversidades. ¿Seremos capaces de hacerlo así?
Así se manifestaba la Iglesia ya desde el principio guiada siempre por el Espíritu del Señor. Es lo que hoy contemplamos en los Hechos de los Apóstoles. A raíz del martirio de Esteban se desató una violenta persecución contra todos los que creían en Jesús lo que hizo que los discípulos se dispersasen por distintos lugares. Llegan así muchos seguidores de Jesús incluso a Antioquía de Siria y allí comienzan a anunciar el nombre Jesús no solo a los judíos sino también a los griegos. Cuando se emplea esta expresión en el nuevo Testamento se refieren por un lado a los prosélitos, o sea los judíos provenientes de la gentilidad, o también a los propios gentiles o paganos. Es lo que sucede en Antioquía y la comunidad crece y se expande.
Bajará a Antioquia Bernabé enviado por la Iglesia de Jerusalén que ‘al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho, y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor’. Mas tarde le veremos ir a Tarso a buscar a Saulo que se unirá a su predicación en aquella comunidad, de la que, como veremos más adelante, partirán con la misión del anuncio de Jesús a distintos lugares.
Creo que la lección de aquellas primeras comunidades cristianas sigue teniendo gran actualidad en nuestro momento presente. Algunas veces nos parece vernos acobardados cuando oímos noticias de dificultades o incluso persecuciones contra los cristianos en el mundo de hoy, o cuando contemplamos la dificultad para hacer el anuncio de la buena nueva de Jesús a nuestro mundo que en nuestro pesimismo vemos tan lleno de tantos males. No era fácil hacer el anuncio de Jesús en aquellos tiempos, como reconocemos que ahora tampoco nos es fácil.
Pero, ¿quién guía y conduce a la Iglesia? ¿es solo una obra de hombres de buena voluntad? Tenemos que aprender a confiar en el Espíritu del Señor que nos da fortaleza y precisamente ahí, en este momento si queremos llamarlo así de dificultades, tenemos que manifestar nuestra madurez cristiana. Como decíamos antes en lo humano, así tiene que manifestarse la madurez de los cristianos, la madurez de nuestras comunidades cristianas que tienen que ser en verdad misioneras en el mundo en el que vivimos.
Que el Espíritu del Señor nos dé esa fortaleza y esa sabiduría.

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