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domingo, 26 de abril de 2015

Buen Pastor que nos conoce y ama, que da su vida por nosotros, por quien nos sentimos amados y a quien quisiéramos amar más

Hechos, 4, 8-12; Sal. 117; 1Juan 3, 1-2; Juan 10, 11-18
Por dos veces nos repite Jesús en el evangelio: ‘Yo soy el Buen Pastor’. En una nos dice que es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas y en la otra ocasión para señalarlos cómo conoce a sus ovejas y las ovejas le conocen a El.
Aunque nuestro amor tiene que ser universal y hemos de amar a todos por la realidad de nuestra vida sabemos que amamos a quien conocemos; conocemos y amamos, amamos y desearíamos conocer más y más a quien hacemos objeto de nuestro amor y por quien al mismo tiempo nos sentimos amados. Se establece así una muy estrecha y hermosa relación de amor. Y porque conocemos y amamos somos capaces de darnos por quien amamos de verdad hasta el supremo sacrificio si fuera necesario.
Algo así es lo que nos está diciendo Jesús cuando nos dice que El es nuestro Buen Pastor. El Buen Pastor que nos conoce y nos ama; el Buen Pastor que es capaz de dar su vida por nosotros; el Buen Pastor por quien nosotros nos sentimos amados y a quien quisiéramos conocer más y más en ese sentido del conocimiento que es más que un saber del otro, porque es un querer vivir como aquel a quien amamos.
Y todo esto nos lo dice bajo la alegoría del pastor, del verdadero pastor, no el asalariado, y las ovejas. El verdadero pastor a quien la importan las ovejas, porque las conoce y las ama, porque las cuida y las defiende, porque es capaz de dar la vida por ellas. Así nos ama, nos cuida, nos alimenta, da la vida por nosotros. Bellas imágenes que nos están hablando del amor de Dios, porque Jesús viene a manifestarnos lo que es el amor del Padre, viene a regalarnos con el amor de Dios.
Jesús es, pues, quien ha dado su vida por nosotros; como nos decía san Pedro en el discurso de los Hechos de los Apóstoles es la piedra angular de nuestra salvación porque no hay otro nombre, ‘bajo el cielo no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos’. Como un signo de ello, les dice Pedro aquel día a los jefes del pueblo y a los senadores cuando lo hicieron comparecer ante el Sanedrín, pueden contemplar delante de ellos a quien en el nombre de Jesús ha sido curado. Porque Jesús es el Señor; porque fue crucificado por nuestra salvación desde la maldad de aquellos que lo llevaron hasta la cruz, como les dice, ‘a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos, por su nombre se presenta éste sano ante vosotros’.
‘El Buen Pastor que da la vida por las ovejas’ porque nos ama y su amor nos llena de su vida. Es mucho más que un rescate, porque el rescate nos dejaría como estábamos antes de haber caído en aquella cautividad; es mucho más porque una vez que Cristo se ha entregado por nosotros nos eleva, nos hace partícipes de su misma vida y por eso desde ese amor de Jesús, por la fuerza del Espíritu, comenzamos a tener nueva vida, comenzamos a llamarnos y ser en verdad hijos de Dios. ‘Mirad que amor  nos ha tenido el Padre, que nos decía san Juan en su carta, para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!... ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos… seremos semejantes a El, porque le veremos tal cual es’.
Así es el amor que Dios nos tiene y se nos manifiesta en Jesús, el Buen Pastor. Y porque nos sentimos amados así deseamos más y más conocerle y amarle, ansiamos de verdad vivir su misma vida, nos sentimos llamados a seguirle, nos sentimos impulsados a ser cada día más santos. Si vamos a ser semejantes a El, como nos dice san Juan, cómo entonces tiene que resplandecer nuestra vida en santidad; si vamos a gozar de la visión de Dios, cómo tiene que estar purificado nuestro corazón, porque solo los limpios de corazón verán a Dios, como nos dice el mismo Jesús en las bienaventuranzas.
Somos dichosos, sí, en ese amor que Dios nos tiene; nos sentimos dichosos con la dicha más grande que es el sentirnos amados de Dios. Vivamos, entonces, santamente nuestra vida. Vivamos en su amor, vivamos en su paz; nada nos puede perturbar porque aunque andemos por las cañadas oscuras de la vida, nada nos falta porque El nos conduce hacia fuentes tranquilas, el nos alimenta con su gracia, el cuida de nosotros con su amor.

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