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jueves, 5 de febrero de 2015

Tenemos que ser por nuestras obras signos ante el mundo de lo que es el amor y la misericordia de Dios

Tenemos que ser por nuestras obras signos ante el mundo de lo que es el amor y la misericordia de Dios

Hebreos 12,18-19. 21-24; Sal 47; Marcos 6,7-13
‘Y tan terrible era el espectáculo, que Moisés exclamó: Estoy temblando de miedo’. Son las palabras que el autor de la carta a los Hebreos pone en labios de Moisés. Es expresión de lo que vivieron los Israelitas al pie del monte Sinaí. Aunque tenían la experiencia gozosa de la liberación de la esclavitud de Egipto y del paso del mar Rojo que les llevaba rumbo a la tierra prometida de libertad y prosperidad, fruto del amor que Dios le tenía a su pueblo, sin embargo vivían en el temor ante la grandiosidad de las manifestaciones de Dios.
Pero desde Jesús esa ya no puede ser nuestra experiencia. No es en el temor sino en el amor donde se manifiesta Dios. ‘Vosotros os habéis acercado… al Mediador de la nueva Alianza, a Jesús’ nos dice el autor sagrado. Y ¿qué vemos en Jesús? La manifestación de lo que es el amor de Dios.       
Ya lo hemos meditado tantas veces: ‘Tanto amó Dios al mundo, que nos entregó a su Hijo único…’ ¿Qué es lo que hizo Cristo Jesús? ‘Pasó haciendo el bien…’, que nos dice san Pedro. ¿Qué es lo que contemplamos en Jesús? Las obras del amor y la cercanía de Dios, es el Emmanuel, el Dios con nosotros, que por nosotros se entregó.
Como decíamos en el salmo ‘oh Dios, meditamos tu misericordia en medio de tu templo’. El Señor compasivo y misericordioso se nos manifiesta en Jesús. Ahí contemplamos la cercanía del amor  de la misericordia de Dios cuando le vemos junto a los que sufren, sintiendo lástimas por aquellos que están hambrientos de pan y de Dios, curando a los enfermos, perdonando a los pecadores, llenando de paz los corazones con su presencia y con su vida. Derramaría su sangre para poner en paz todas las cosas, para traernos la reconciliación y la paz.
Fue la obra de Jesús, su actuar y su vida. Así en nuestra fe en El nos llenamos de paz porque sabemos que El está siempre junto a nosotros para sanarnos, para levantarnos, para darnos vida, para llenarnos de paz, para ponernos en el camino del amor.
Tiene que ser nuestra actuar y nuestra manera de vivir también. Hoy le contemplamos en el evangelio enviando a los doce ‘dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos’, nos dice el evangelista. ¿Qué significa eso? Como Jesús han de ir haciendo el bien; como Jesús han de ir curando los corazones enfermos; como Jesús han de llevar la paz allá por donde vayan; como Jesús han de ser signos del amor de Dios para todos.
Al final el evangelista nos dirá: ‘Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban’. ¿Qué significa eso también para nosotros hoy? Tenemos que ser signos ante el mundo que nos rodea de lo que es el amor y la misericordia de Dios; nuestra vida tiene que estar impregnada del amor y del amor tenemos que ir contagiando a nuestro mundo. ¡Cuánto tenemos que hacer en este sentido! Cuántos dolores que mitigar, cuantos corazones atormentados que tenemos que curar, cuántas señales tenemos que dar de reconciliación y de paz hemos de dar entre tanta división y violencia como destroza a nuestro mundo.
Es la misión que Dios nos confía; es la misión que confía a la Iglesia, signo que ha de ser de la misericordia de Dios para todos.

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