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miércoles, 4 de febrero de 2015

La fe es abrirnos al misterio de Dios que se nos manifiesta y nos trasciende

La fe es abrirnos al misterio de Dios que se nos manifiesta y nos trasciende

Hebreos 12,4-7.11-15; Sal 102; Marcos 6,1-6
Si ayer decíamos que el texto del evangelio era como un canto a la fe, porque todo nos estaba hablando de la fe que teníamos que despertar en nuestro espíritu - ‘basta que tengas fe’, le decía Jesús a Jairo, ‘hija, tu fe te ha curado’ le decía a la hemorroisa -, hoy cuando Jesús va a su pueblo ‘se quejó de la falta de fe’ de sus paisanos.
Muchas veces queremos filtrar todo lo que vemos o lo que nos sucede solamente desde nuestros criterios demasiado racionalistas; la fe es confianza; la fe es fiarnos; la fe es abrirnos al misterio de Dios que se nos manifiesta y nos trasciende; con la fe tenemos que elevar nuestro espíritu y saber descubrir el misterio de Dios que está detrás o dentro de todo.
Cuando Jesús va a la sinagoga de su pueblo la gente se admira de cómo habla y de las cosas que cuentan que ha realizado en otros sitios. ‘La multitud que lo oía se preguntaba asombrada: ¿de dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José, Judas y Simón?... y desconfiaban de El’. Se quedan en aquel niño o aquel joven que han visto crecer entre ellos. Les era difícil, es cierto, quitarse de la cabeza las prevenciones que pudieran tener porque lo habían conocido de siempre. ‘Se extrañó Jesús de su falta de fe’. No habían sabido dar el paso adelante para no quedarse solo en lo que veían sus ojos o los razonamientos que podrían tener en su cabeza y abrirse al misterio de Dios que se les revelaba.
Nos cuesta también en muchas ocasiones dar el paso de la fe, de la confianza, de fiarnos de Dios. Pedimos quizá con fe desde nuestras necesidades o problemas pero no terminamos de creer en la respuesta de Dios a nuestras oraciones. Al tiempo que vamos pidiendo, y decimos que queremos hacerlo con fe, seguimos con nuestras prevenciones y razonamientos y nos falta la confianza, el fiarnos de verdad de Dios. Es necesario aprender a dar ese paso. Es necesario dejarnos conducirnos por Dios, porque será su Espíritu que actúa en nosotros el que nos ayude a darlo y a poner a tope nuestra fe.
Nos pasa en muchas situaciones y en muchos aspectos de la vida. Porque también nos pasa en nuestra relación con los demás. Ponemos por delante nuestros prejuicios ante la actuación de las personas que nos rodean y no siempre actuamos con la debida confianza. Y cuando hay desconfianza no hay apertura al otro, no sabemos caminar juntos, no terminamos de colaborar desinteresadamente con los demás.
Pidámosle al Señor que aprendamos a confiar. Que crezca nuestra fe. Que sepamos dejarnos conducir por el Señor. Será distinta nuestra relación con Dios; será más grande la paz que podamos sentir en nuestro corazón; haremos más fraternal nuestra relación con los demás.

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