La fe es abrirnos al misterio de Dios que se nos manifiesta y nos trasciende
Hebreos
12,4-7.11-15; Sal
102; Marcos
6,1-6
Si ayer decíamos que el texto del evangelio era como un
canto a la fe, porque todo nos estaba hablando de la fe que teníamos que
despertar en nuestro espíritu - ‘basta
que tengas fe’, le decía Jesús a Jairo, ‘hija,
tu fe te ha curado’ le decía a la hemorroisa -, hoy cuando Jesús va a su
pueblo ‘se quejó de la falta de fe’
de sus paisanos.
Muchas veces queremos filtrar todo lo que vemos o lo
que nos sucede solamente desde nuestros criterios demasiado racionalistas; la
fe es confianza; la fe es fiarnos; la fe es abrirnos al misterio de Dios que se
nos manifiesta y nos trasciende; con la fe tenemos que elevar nuestro espíritu
y saber descubrir el misterio de Dios que está detrás o dentro de todo.
Cuando Jesús va a la sinagoga de su pueblo la gente se
admira de cómo habla y de las cosas que cuentan que ha realizado en otros
sitios. ‘La multitud que lo oía se
preguntaba asombrada: ¿de dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han
enseñado? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y
José, Judas y Simón?... y desconfiaban de El’. Se quedan en aquel niño o
aquel joven que han visto crecer entre ellos. Les era difícil, es cierto,
quitarse de la cabeza las prevenciones que pudieran tener porque lo habían
conocido de siempre. ‘Se extrañó Jesús de
su falta de fe’. No habían sabido dar el paso adelante para no quedarse
solo en lo que veían sus ojos o los razonamientos que podrían tener en su
cabeza y abrirse al misterio de Dios que se les revelaba.
Nos cuesta también en muchas ocasiones dar el paso de
la fe, de la confianza, de fiarnos de Dios. Pedimos quizá con fe desde nuestras
necesidades o problemas pero no terminamos de creer en la respuesta de Dios a
nuestras oraciones. Al tiempo que vamos pidiendo, y decimos que queremos
hacerlo con fe, seguimos con nuestras prevenciones y razonamientos y nos falta la
confianza, el fiarnos de verdad de Dios. Es necesario aprender a dar ese paso.
Es necesario dejarnos conducirnos por Dios, porque será su Espíritu que actúa
en nosotros el que nos ayude a darlo y a poner a tope nuestra fe.
Nos pasa en muchas situaciones y en muchos aspectos de
la vida. Porque también nos pasa en nuestra relación con los demás. Ponemos por
delante nuestros prejuicios ante la actuación de las personas que nos rodean y
no siempre actuamos con la debida confianza. Y cuando hay desconfianza no hay
apertura al otro, no sabemos caminar juntos, no terminamos de colaborar
desinteresadamente con los demás.
Pidámosle al Señor que aprendamos a confiar. Que crezca
nuestra fe. Que sepamos dejarnos conducir por el Señor. Será distinta nuestra
relación con Dios; será más grande la paz que podamos sentir en nuestro corazón;
haremos más fraternal nuestra relación con los demás.
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