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domingo, 4 de enero de 2015

Bendito sea el Señor que nos ha regalado tanto hasta hacernos sus hijos

Bendito sea el Señor que nos ha regalado tanto hasta hacernos sus hijos

‘Bendito sea Dios… que nos bendijo en Cristo con toda clase de bendiciones… nos eligió… nos predestinó… a que fuésemos santos… a que fuésemos sus hijos adoptivos… nos colmó de la gracia en el Amado…
Sí, tenemos que bendecir al Señor. Nos ha regalado tanto. Es tanto el amor que nos tiene. Estos días lo estamos viviendo con toda intensidad. Estos días estamos sintiendo la ternura de Dios que así nos ama. Elegidos y amados de Dios, escogidos de manera especial desde toda la eternidad para que fuésemos sus hijos. Y nos regala su gracia.  Y nos quiere santos, pero está con nosotros en su infinita misericordia derramando efusivamente su gracia para que podamos vivir en esa santidad.
Tenemos que bendecir al Señor sin cansarnos. Cómo en su amor se nos revela y nos hace partícipes de su sabiduría eterna. Porque nos da su Espíritu podemos conocerle. Porque nos da su Espíritu podemos gozarnos en su amor. Porque nos da su Espíritu podemos participar de su gloria. Es nuestra luz, nuestra vida, nuestra gloria; lo es todo para nosotros. Así tenemos que acogerle, recibirle, dejar que plante su tienda en nosotros, porque en nosotros quiere habitar.  A los que le reciben les hace hijos de Dios, como hemos escuchado en el Evangelio; a los que le acogen les revela el misterio de Dios, porque El es nuestra revelación, la revelación de Dios para nosotros.
Es hermosa la reflexión que se hace san Pablo en la carta a los Efesios. El siente también el gozo en su corazón cuando ve la fe de aquella comunidad. ‘Yo que he oído hablar de vuestra fe no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en nuestra oración’. Y lo hace el apóstol en el deseo de que sigan creciendo en la fe, de que siga creciendo el amor en sus corazones, de que sigan dando testimonio de manera que todos se hagan boca de lo que es la fe y la vida de aquella comunidad.
¿Será así nuestra fe? ¿Será algo de todo esto lo que estamos viviendo con toda intensidad estos días de la celebración de la Navidad?  Que aprendamos a bendecir a Dios, porque es una forma de reconocer su amor y su gracia. Pero que seamos capaces de abrir nuestro corazón en la oración para que todos tengan su cabida en ella. San Pablo reza por aquella comunidad de Éfeso dando gracias por los testimonios hermosos de fe que contempla en ellos. Es lo que nosotros tenemos que aprender a hacer también bendecir al Señor por los testimonios de fe que vemos en tantos a nuestro lado que se manifiestan de muchas maneras.
Aprendamos a rezar por los otros, a dar gracias a Dios por los otros, dar gracias por tantos testimonios hermosos que recibimos de tantos hermanos a nuestro lado. Sepamos tener ojos luminosos para ver y reconocer la fe de los demás. Sepamos tener un corazón amplio, grande, siempre abierto para que en él quepan todos y en nuestra oración los tengamos en cuenta a todos. 

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