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lunes, 5 de enero de 2015

Necesariamente tenemos que optar por la vida porque optamos por el amor

Necesariamente tenemos que optar por la vida porque optamos por el amor


Necesariamente tenemos que optar por la vida. Quienes nos sentimos amados no podemos dar otra respuesta. Es algo esencial, fundamental, sin lo cual parecería que nada tiene sentido.
Y es que siempre estamos experimentando el amor de Dios en nosotros. ‘En esto hemos conocido el amor: en que El dio su vida por nosotros’. Abramos bien los ojos, que en ocasiones por nuestra manera de actuar pareciera que estamos ciegos.  Abramos bien los ojos y no solo veamos sino experimentemos el amor de Dios en nuestra vida. De tantas maneras se nos manifiesta, que tendríamos que estar repitiendo siempre, gracias. Pero nos olvidamos de agradecer ese amor de Dios. Como decíamos, pareciera que estuviéramos ciegos para no ver el amor que Dios nos tiene.
¿Qué es lo que estamos celebrando estos días sino el amor de Dios? Como hemos repetido tantas veces ‘tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su Hijo único’. Es lo que celebramos ahora con tanta intensidad en la navidad, si ciertamente hacemos una celebración de fe, una celebración profunda, allá en lo más hondo del corazón. Porque como tantas veces hemos dicho nos podemos quedar en superficialidades. No se trata solo de hacer cosas buenas, bonitas, amigables, familiares para hacer navidad. Eso tendríamos que hacerlo siempre. Lo que necesitamos es detenernos un poquito para contemplar con fe el misterio que celebramos, que es un misterio de amor, del amor que Dios nos tiene. Luego vendrán muchas consecuencias.
Optamos por la vida, como decíamos al principio porque optamos por el amor. Como nos decía san Juan en su carta hoy ‘nosotros hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque amamos a los hermanos’. ¡Qué hermoso! Cuando no amamos estamos en la muerte. Y eso es un peligro que nos acecha como una tentación muy terrible.
Con qué facilidad nos encerramos en nuestro egoísmo para pensar solo en nosotros mismos; con qué facilidad guardamos rencores y resentimientos en nuestro corazón; con qué facilidad dejamos que el odio que nos vaya metiendo dentro de nosotros. Cuando nos pasa algo así estamos muriendo, estamos dejando entrar la muerte en nosotros. ‘Porque el que no ama permanece en la muerte’, como nos decía san Juan. Y eso no tendría que caber en la vida de un cristiano.
Comencemos a amar de verdad. Pero amemos no solo a los que nos aman, porque como nos dice Jesús en el evangelio eso lo hace cualquiera, eso lo hacen también los paganos. Amemos a los que no nos aman, a los que nos hayan hecho daño, a los que quizá se consideran nuestros enemigos; amemos y oremos por aquellos a los que más nos cuesta amar. Amemos con generosidad. Amemos con amplitud de corazón. Aunque nos cueste. Con nosotros está la fuerza de su Espíritu que es Espíritu de amor. Estaremos llenándonos de vida. Estaremos llenando de vida nuestro mundo que tanto lo necesita. ‘No amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras’.
Optamos por la vida, porque optamos por el amor. Así daremos vida al mundo.

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