No solo cantamos al amor con bellas palabras sino que nos impregnamos del amor de Dios para amar con su amor a los hermanos
1Cor. 12, 31-13, 13; Sal. 32; Lc. 7, 31-35
Esta página de la carta a los Corintios que hoy se nos
ha proclamado es una de las páginas del Nuevo Testamento por la que sienten una
gran admiración la mayoría de los que la escuchan. Todos dicen que es una
página muy bella, que es un bello cántico al amor, muchas parejas la escogen
para la celebración de su matrimonio, pero me pregunto si la misma intensidad
de la admiración que sentimos por ella es la que ponemos luego en cumplirla y
realizarla en nuestra vida.
Las páginas del evangelio o de la Sagrada Escritura no
son solo para que sintamos admiración por ellas y nos quedemos como extasiados
ante su belleza literaria y poética. Si nos quedamos en eso estamos haciendo
una reducción muy peligrosa de la Palabra de Dios, como ya es una reducción
excesiva lo que se hace cuando se piensa en ella solo como expresión del amor
matrimonial y conyugal.
Decir de entrada que cuando san Pablo nos hace esta
descripción del amor, nos está hablando del sentido del amor cristiano, que
engloba también por supuesto el amor de la pareja, el amor matrimonial, pero
que hace referencia al amor que entre todos nos hemos de tener cuando queremos
vivir el sentido de Cristo y cuando queremos cumplir su principal mandamiento.
Es el sentido y el estilo del amor del que nos habla Jesús cuando nos dice que
tenemos que amarnos los unos a los otros como a nosotros mismos, y más aún,
como El nos ha amado.
El arranque parte de ahí, del amor que Dios nos tiene. No
podemos desconectar el amor que entre nosotros hemos de tenernos del amor de
Dios y del amor que hemos de tener a Dios, de manera que no será total el amor
que le tengamos a Dios si no amamos a los demás, que para nosotros son ya unos
hermanos. Dios es la fuente de nuestro amor y al mismo tiempo la meta; Dios es
la fuerza de nuestro amor porque El llena nuestro corazón de su gracia y de su
vida que es gracia y vida de amor; Dios es el modelo de nuestro amor, porque
además no hay amor más sublime que el amor que El nos tiene. Y para que
lleguemos a amarnos con un amor como el que El nos tiene derrama su Espíritu en
nuestros corazones.
Es el amor que tiene que envolver totalmente nuestra
vida; es el amor que dará el sentido de la mayor plenitud a cuanto hacemos y
vivimos; es el amor en el que nos asemejaremos a Dios. Y claro amando con amor
que tiene como fuente a Dios tendrá que ser un amor humilde y paciente, un amor
generoso y sin límites; un amor que nunca condena sino que siempre disculpa,
comprende y perdona; un amor que nunca nos hará sentirnos superiores ni engreídos
ni permitirá ningún sentimiento oculto que pueda mermarlo desde la envidia o la
desconfianza; un amor que se olvida de sí mismo para darse y para buscar
siempre lo bueno, lo justo, lo bello, la verdad que nos puede dar plenitud; es
el amor que se goza siempre con la alegría de los demás pero que también se
hace solidario de verdad para sufrir con el que sufre; un amor que siempre
buscará estar haciendo el bien.
Nos sentimos como embelesados con todo esto y nos
decimos ojalá pudiéramos vivir un amor así porque realmente es lo que nos haría
felices, pero no nos podemos quedarnos en la admiración sino que el amor hay
que ponerlo por obra, hay que plantarlo en nuestra vida y sus frutos tendrán
que notarse en las cosas buenas que hacemos los unos por los otros; no nos
contentamos con decir con un amor así es verdad que haríamos un mundo mejor,
sino que tenemos que comenzar a sembrar semillas de ese amor desde ya, por así
decirlo, no esperando para comenzar mañana a amar con un amor así, sino
comenzar a hacerlo desde ahora. El amor verdadero no se nos puede quedar en
bonitas palabras ni en hermosos deseos como si fuera un bello sueño, sino que
será algo que tenemos que comenzar a vivir en el día a día y en el minuto a
minuto de nuestra existencia, porque entonces seríamos solamente unos bronces
que resuenan o unos platillos que aturden, como nos decía san Pablo.
Como decíamos Dios es la fuente de nuestro amor y en El
encontramos la fuerza para vivirlo. Miremos a Dios que es amor y nos
contagiaremos de su amor; miremos a Jesús que es la expresión suprema de amor
que Dios nos tiene y nos sentiremos llenos de su gracia y de su fuerza para
poder amar con un amor como el de El. Alimentemos en Cristo nuestro amor; El
nos ilumina con su Palabra; El nos da su gracia; El enriquece nuestra vida con
la gracia de los Sacramentos. Empapémonos de amor de Dios para amar con su amor
a los hermanos.
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