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sábado, 20 de septiembre de 2014

El sembrador esparció la semilla por todo tipo de terrenos porque para todos es esa semilla salvadora de la Palabra de Dios

El sembrador esparció la semilla por todo tipo de terrenos porque para todos es esa semilla salvadora de la Palabra de Dios

1Cor. 15, 35-37.42-49; Sal. 55; Lc. 8, 4-15
‘Lo de la tierra buena son los que con un corazón  noble y generoso escuchan la Palabra, la guardan y dan fruto perseverando’. Así termina Jesús la explicación de la parábola a petición de los discípulos.
Podríamos decir que hoy no necesitamos hacer homilía, hacer comentario a la Palabra de Dios que hemos escuchado, porque el mismo Jesús se ha encargado de darnos la explicación de la parábola. ‘¿Qué significa esa parábola?’, le preguntan los discípulos, y en este caso el evangelista se está refiriendo a los más cercanos a Jesús, entre ellos los doce apóstoles escogidos.
Ya entendemos con lo que nos dice Jesús el sentido de la parábola. Pero siempre es necesario, como me gusta decir a mí, rumiar la Palabra que se nos ha proclamado, por muy clara que la veamos, como es en este caso no solo por la explicación que Jesús mismo nos hace, sino porque es una parábola bien conocida que hemos meditado muchas veces.
Y quizá tendríamos que comenzar preguntándonos, con lo que iniciábamos esta reflexión, si somos de verdad esa tierra buena, porque nuestro corazón está bien abierto para escuchar la Palabra y perseverar en la vida dando fruto. Siendo sinceros hemos de reconocer que no siempre lo somos, porque cuantas veces nos sucede que escuchamos y no escuchamos, oímos las palabras que se van pronunciando cuando se nos proclama, pero en nuestro interior no las estamos escuchando de verdad porque andamos distraídos con nuestros pensamientos o nuestras cosas y no le prestamos la suficiente atención.
Al ofrecernos el relato de la parábola la semilla sembrada a voleo cae en distintos tipos de tierras que no siempre están preparadas. Es en lo primero que tenemos que afanarnos nosotros, en ser esa tierra preparada arrancando esas malas hierbas o limpiándola de esos pedruscos que impedirán su crecimiento, labrándola lo necesario para quitar esa dureza del corazon que impide que penetre hondamente esa semilla de la Palabra de Dios en nuestra vida y no dejando que se la lleve el viento o se la coman las aves del cielo.
Pero hay un detalle en la parábola en lo que quisiera fijarme. El sembrador esparció la semilla por todas partes ya cayera en tierra buena y preparada o en esos otros tipos de tierra endurecida o llena de abrojos. Quizá alguien podría decir que el sembrador ya tendría que haber tenido cuidado de no echar la semilla donde sabía que no iba a germinar ni dar fruto para no perderla.
Pero, ¿quién es el sembrador? ¿Qué es lo que pretende el sembrador? El Sembrador primero es el Señor y El quiere que esa semilla de la Palabra de Dios llegue a todos, no solo a los que ya son buenos y sabemos que van a acogerla, sino también allí donde hay dificultad porque necesitaran de esa semilla, de esa luz de la Palabra de Dios que ilumine y transforme sus vidas.
Estos días con un grupo apostólico en el comienzo del curso reflexionaba precisamente con el texto de esta parábola. Y en el diálogo fue surgiendo esa consideración, de que no solo vamos a ir a llevar el mensaje donde sea fácil que lo escuchen, sino que nuestra misión de sembradores es hacer que esa semilla llegue a todos, también a los que se oponen o encuentran dificultades en si mismos para aceptar el mensaje del Evangelio. Jesús nos envía no solo a los sitios fáciles, venían a reflexionar, sino que nos envía a todos aunque vayamos a encontrar dificultades. Para todos ha de ser ese anuncio de salvación que es el Evangelio. Aquí podríamos recordar lo que nos previene Jesús cuando hace el envió de sus discípulos a anunciar el evangelio.

Creo que es una hermosa consideración que nos hemos de hacer quienes de manera especial tenemos la misión de ese anuncio del evangelio para no arredrarnos ante las dificultades. Pero puede ser también una hermosa consideración que nos hagamos todos, porque no solo es lo que nosotros hemos de preparar la tierra de nuestra vida para acoger la semilla de la Palabra de Dios, sino lo que tenemos que ayudar a los demás para que todos, aunque sea con dificultades, acojan ese mensaje del evangelio de Jesús.  

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