La inquietud por lo bueno que vemos en los demás es semilla del Reino de Dios
Rom. 7, 18-25; Sal. 118; Lc. 12, 54-59
Confieso que me gusta escuchar a las gentes del campo,
sobre todo cuando son mayores, porque fijándose en lo que sucede a su alrededor
en la naturaleza muchas veces nos dan hermosas lecciones muy útiles para
enfrentarnos a la vida. Suelen ser personas reflexivas y observadoras que se
fijan en muchos detalles, e igual que nos predicen los tiempos meteorológicos
que van a venir por las señales que ven en las nubes, por lo que han ido aprendiendo
en otras muchas cosas nos suelen dar sentencias muy acertadas válidas para la
vida.
Jesús en lo que hemos escuchado hoy en el evangelio les
dice que así como son observadores de las señales del cielo así también tendrían
que descubrir otras señales de los tiempos en lo que va sucediendo en la vida a
través de lo cual el Señor también nos puede hablar. Es lo que llamamos los
signos de los tiempos. Recordamos cómo con un visión profética el beato Juan
XXIII supo discernir esos signos de los tiempos para convocar contra todo pronóstico
un concilio para la Iglesia que tanto bien nos ha hecho en la renovación de la
Iglesia y de nuestra vida cristiana, como lo fue el Concilio Vaticano II.
Como decía antes en la referencia que hacia de entrada
es necesario que aprendamos a ser observadores y reflexivos con todo aquello
que nos va sucediendo. Como se suele decir nunca escarmentamos en cabeza ajena,
pero de nuestra propia vida, incluso de los errores que muchas veces cometemos,
tendríamos que aprender. Pero como se suele decir somos el animal que tropieza
dos veces en la misma piedra. Y esto nos sucede porque no somos lo
suficientemente reflexivos sobre lo que vemos en los demás o lo que nos sucede
en nuestra propia vida.
Es lo que nos previene hoy con detalle Jesús en sus
palabras en el evangelio. Procura arreglarte con el que te pone pleito, cuando
tengas un problema con alguien. Aprendamos la lección de lo que nos sucede
tantas veces cuando no somos capaces de dialogar para resolver los problemas,
que se van enconando los rencores en el corazón y vamos creando
distanciamientos entre unos y otros. Jesús nos habla de cosas muy concretas que
nos suceden cada día y tenemos que aprender a escuchar con amor y humildad su
palabra, que siempre es palabra de vida para nosotros.
Pero son también las inquietudes que podemos observar
en los demás, los mismos movimientos sociales que se van repitiendo en la
sociedad lo que tendría que hacernos abrir los ojos y saber hacer una lectura
positiva de todo eso además de tener una visión de fe de todo lo que sucede. Algunas
veces somos muy pesimistas y lo vemos todo negro, como si todo lo que sucede en
la sociedad fuera malo, pero creo que tendríamos que valorar ese despertar de
la gente que busca y desea algo mejor; muchas podemos equivocarnos, pero si no
arriesgamos a buscar algo nuevo y mejor nunca llegaremos a nada sino que nos
quedamos como anquilosados en la rutina de cada día.
Esos buenos deseos que vemos en tantos que luchan por
lo bueno son pequeñas semillas de ese Reino de Dios que como creyentes en Jesús
estamos obligados a construir. Son inquietudes que tendrían que estar en
nuestro corazón y cuando vemos que se despiertan en los demás son llamadas que
nos está haciendo el Señor a nosotros también.
Y eso bueno que vemos en los otros tenemos que saberlo
aprovechar para iluminarlo con la luz de la fe y la luz del Evangelio y todas
esas cosas conduzcan a Dios a los que tienen esos buenos sentimientos en su corazón.
Son señales que Dios va poniendo en el camino de nuestra vida para que
despertemos de nuestros cansancios y rutinas y sintamos la inquietud en nuestro
corazón por el evangelio que hemos de anunciar y ese Reino de Dios que tenemos
que construir.
Pidámosle al Señor que sepamos descubrir esas signos de
los tiempos, esas señales de su presencia y de su Palabra que podemos descubrir
en los demás y que nuestro corazón se despierte y se avive cada vez más nuestra
fe y nuestro amor.
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