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viernes, 25 de octubre de 2013

La inquietud por lo bueno que vemos en los demás es semilla del Reino de Dios

Rom. 7, 18-25; Sal. 118; Lc. 12, 54-59
Confieso que me gusta escuchar a las gentes del campo, sobre todo cuando son mayores, porque fijándose en lo que sucede a su alrededor en la naturaleza muchas veces nos dan hermosas lecciones muy útiles para enfrentarnos a la vida. Suelen ser personas reflexivas y observadoras que se fijan en muchos detalles, e igual que nos predicen los tiempos meteorológicos que van a venir por las señales que ven en las nubes, por lo que han ido aprendiendo en otras muchas cosas nos suelen dar sentencias muy acertadas válidas para la vida.
Jesús en lo que hemos escuchado hoy en el evangelio les dice que así como son observadores de las señales del cielo así también tendrían que descubrir otras señales de los tiempos en lo que va sucediendo en la vida a través de lo cual el Señor también nos puede hablar. Es lo que llamamos los signos de los tiempos. Recordamos cómo con un visión profética el beato Juan XXIII supo discernir esos signos de los tiempos para convocar contra todo pronóstico un concilio para la Iglesia que tanto bien nos ha hecho en la renovación de la Iglesia y de nuestra vida cristiana, como lo fue el Concilio Vaticano II.
Como decía antes en la referencia que hacia de entrada es necesario que aprendamos a ser observadores y reflexivos con todo aquello que nos va sucediendo. Como se suele decir nunca escarmentamos en cabeza ajena, pero de nuestra propia vida, incluso de los errores que muchas veces cometemos, tendríamos que aprender. Pero como se suele decir somos el animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Y esto nos sucede porque no somos lo suficientemente reflexivos sobre lo que vemos en los demás o lo que nos sucede en nuestra propia vida.
Es lo que nos previene hoy con detalle Jesús en sus palabras en el evangelio. Procura arreglarte con el que te pone pleito, cuando tengas un problema con alguien. Aprendamos la lección de lo que nos sucede tantas veces cuando no somos capaces de dialogar para resolver los problemas, que se van enconando los rencores en el corazón y vamos creando distanciamientos entre unos y otros. Jesús nos habla de cosas muy concretas que nos suceden cada día y tenemos que aprender a escuchar con amor y humildad su palabra, que siempre es palabra de vida para nosotros.
Pero son también las inquietudes que podemos observar en los demás, los mismos movimientos sociales que se van repitiendo en la sociedad lo que tendría que hacernos abrir los ojos y saber hacer una lectura positiva de todo eso además de tener una visión de fe de todo lo que sucede. Algunas veces somos muy pesimistas y lo vemos todo negro, como si todo lo que sucede en la sociedad fuera malo, pero creo que tendríamos que valorar ese despertar de la gente que busca y desea algo mejor; muchas podemos equivocarnos, pero si no arriesgamos a buscar algo nuevo y mejor nunca llegaremos a nada sino que nos quedamos como anquilosados en la rutina de cada día.
Esos buenos deseos que vemos en tantos que luchan por lo bueno son pequeñas semillas de ese Reino de Dios que como creyentes en Jesús estamos obligados a construir. Son inquietudes que tendrían que estar en nuestro corazón y cuando vemos que se despiertan en los demás son llamadas que nos está haciendo el Señor a nosotros también.
Y eso bueno que vemos en los otros tenemos que saberlo aprovechar para iluminarlo con la luz de la fe y la luz del Evangelio y todas esas cosas conduzcan a Dios a los que tienen esos buenos sentimientos en su corazón. Son señales que Dios va poniendo en el camino de nuestra vida para que despertemos de nuestros cansancios y rutinas y sintamos la inquietud en nuestro corazón por el evangelio que hemos de anunciar y ese Reino de Dios que tenemos que construir.

Pidámosle al Señor que sepamos descubrir esas signos de los tiempos, esas señales de su presencia y de su Palabra que podemos descubrir en los demás y que nuestro corazón se despierte y se avive cada vez más nuestra fe y nuestro amor.

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