Administradores de los dones de Dios siempre en bien de los demás
Rom. 6, 12-18; Sal. 123; Lc. 12, 39-48
‘Si supiera el dueño
de casa a qué hora va a venir el ladrón, no le dejaría abrir un boquete’; estaría vigilante, pondría una
mayor defensa o una mayor atención por aquellos lugares que se pudieran
considerar más sensibles, estaría atento para no dejarse sorprender. ‘Lo mismo vosotros, estad preparados, porque
a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre’.
Sigue el Señor precaviéndonos para que andemos
vigilantes. Por muchas razones, con mucha atención. Viene el Señor a nuestra
vida, y podríamos no reconocerlo; viene el Señor y podría pasar de largo si
nosotros no le abrimos nuestras puertas. Andamos con muchas puertas cerradas
hoy, y decimos porque hay miedo e inseguridad. Pero quizá la inseguridad la
tenemos dentro de nosotros porque nos distraemos, porque no estamos atentos,
porque quizá nuestra fe se haya enfriado o debilitado y no le demos importancia
a ese paso del Señor por nuestra cercanía, esperando que nosotros le abramos
las puertas.
Nos dice que ‘a
la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre’. Pudiera sucedernos
que estamos tan entretenidos con nuestras cosas materiales, con nuestras
preocupaciones y agobios que hayamos perdido ese sentido de trascendencia que
tendríamos que darle a nuestra vida; nos encontramos tan satisfechos con las
cosas que tenemos que ya no aspiramos a bienes más altos y podemos perder la
sensibilidad a lo espiritual; quizá incluso hasta queremos hacer el bien y
andamos preocupados por tantos problemas que vemos en la vida, que solo nos
preocupamos de hacer cosas por nosotros mismos para resolverlas, pero no somos
capaces de ver el lugar de Dios en todo eso que hacemos.
Viene el Señor a nosotros y si le abrimos las puertas
de nuestro corazón El va a despertarnos de esos nuestros ensueños y nos va a
ayudar a descubrir la verdadera hondura que tendríamos que darle a nuestra
vida. Nos despertará a lo espiritual; nos abrirá horizontes de trascendencia;
nos hará mirar a lo alto para que alcancemos grandes metas en la vida; se
presencia será para nosotros una fuerza nueva, una vida nueva para nuestro
corazón para que en nuestras luchas y trabajos, que muchas veces se nos hacen difíciles,
no nos sintamos derrotados ni fracasados sino que con la fuerza de su gracia y
de su Espíritu sigamos avanzando en la búsqueda de todo eso bueno pero con el
horizonte y la mirada de Dios en todo lo que hacemos.
Ante la advertencia de Jesús ‘Pedro le preguntó: Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por
todos?’ Se sentían en cierto modo aludidos en las palabras de Jesús que les
dirá que a ellos que se les ha dado una gracia especial y han recibido
especiales dones del Señor - ¡cuánto sería lo que tenían que agradecer por esa
cercanía de Jesús con ellos y a los que iba a confiar una misión especial en
medio de la nueva comunidad! - se les exigiría más, pero que esa advertencia
valía para todos porque todos habían de reconocer los dones recibidos del Señor
de los que tendrían que dar cuenta porque eran como administradores de esos
dones de Dios.
Efectivamente, esto tiene que hacernos pensar a todos,
porque todos hemos de reconocer los dones con que Dios nos ha regalado. Y de la
misma manera que un administrador o un encargado no puede aprovecharse de su
situación para actuar de mala manera y tratar mal a los demás, así hemos de
cuidar la respuesta que damos a los dones que Dios nos ha dado.
Empezar por reconocer cuanto de Dios recibimos; darnos
cuenta de nuestros valores y cualidades para hacerlos fructificar como tantas
veces nos enseña Jesús en el evangelio; una actitud de acción de gracias a
Dios, por otra parte, por esa gracia con la que el Señor nos acompaña siempre
en el camino de nuestra vida; y un ser capaz de poner al servicio de los demás
eso que somos y valemos, poco o mucho, pero con lo que tenemos que contribuir
también al bien de los otros, a la felicidad de los que están a nuestro lado.
Somos administradores de esos dones de Dios y ante El
un día hemos de dar cuenta. ‘¿Quién es el
administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su
servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a
quien su amo al llegar lo encuentre portándose así’. Que con ese corazón
fiel podamos presentarnos delante del Señor.
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