Vistas de página en total

jueves, 24 de octubre de 2013

Fuego, bautismo, paz, división interrogantes que se nos plantean ante el evangelio

Rom. 6, 19-23; Sal. 1; Lc. 12, 49-53
Fuego, bautismo, paz, división, tres o cuatro palabras en el mensaje del evangelio que de alguna manera nos dejan con cierto interrogante dentro de nosotros buscando qué quieren significar. De alguna forma nos desconciertan si no entendemos bien su significado o el sentido de lo que Jesús quería trasmitirnos.
Nos habla de fuego en el mundo y con el deseo de que esté y ardiendo. Hablar de fuego, después de la experiencia de que se nos queman y destruyen nuestros montes y bosques nos podría estar hablando de destrucción. Sin embargo también podemos pensar en un fuego purificador ya sea el que se emplea en ciertas industrias para purificar los metales o ya sea también porque arrojamos al fuego lo que no nos vale o nos sobra por inservible; pero podemos pensar en un fuego renovador y en cierto modo creador porque trabajados a fuego de ciertos metales podemos obtener herramientas u obras de arte.
Jesús nos dice que ha venido a prender fuego en el mundo ‘¡y ojalá estuviera ya ardiendo!’ Para comenzar a entender su sentido podemos pensar en la presencia del Espíritu en Pentecostés que se manifiesta en llamaradas como lenguas de fuego que se posan sobre los apóstoles que llenos del Espíritu se lanzarán por el mundo al anuncio del Evangelio, ya aquella misma manera en las propias calles de Jerusalén.
Podemos pensar, pues, en el ardor del Espíritu que nos transforma y nos purifica, como transformó y liberó de sus miedos a los apóstoles, para enviarnos con ese fuego del amor en nuestro corazón para hacer ese anuncio de Jesús. Y con el anuncio de Jesús vendrá, pues, la transformación de nuestros corazones y la transformación de nuestro mundo. Es el deseo de Jesús, que tiene que ser también nuestro deseo de que nuestro mundo se vaya transformando en el Reino de Dios. Es la inquietud que tiene que arder en nuestro corazón y con la que tenemos que prender, contagiar a los demás, como el fuego que se va prendiendo allá por donde va y lo va incendiando todo.
Nos habla de bautismo, también con la angustia o como la prisa para que se cumpla, y pensamos en pascua y pensamos en pasión y muerte. ‘¿Podéis bautizaros en el bautismo con que yo me voy a bautizar? ¿podéis beber el cáliz que yo he de beber?’ le preguntaba Jesús a aquellos dos hermanos que venían pidiendo primeros puestos. El cáliz lo tenían asegurado, el bautismo en la sangre también habían de padecerlo, pero lo de los primeros puestos había de pasar por hacerse el último y el servidor de todos, como el Hijo del Hombre que no había venido a ser servido sino a servir. Es la Pascua presente en nuestra vida, en esa ofrenda de amor que vamos haciendo de nosotros mismos.
Finalmente nos habla de paz y de división como contraponiéndolas aunque nos cueste entender que nos diga que nos ha venido a traer paz. Es cierto que los ángeles hicieron el anuncio de paz en su nacimiento y será también el saludo pascual de Cristo resucitado cuando se manifiesta a sus discípulos. Es cierto también que nos dirá en las bienaventuranzas que los pacíficos y los constructores de la paz verán a Dios.
¿Cómo entender ahora estas palabras de Jesús que anuncian división en lugar de paz? Ya nos viene diciendo en el Evangelio que ante El hay que hacer una opción radical. O estamos con Cristo o estamos contra Cristo. También el anciano Simeón allá en el templo anunció proféticamente que aquel niño iba a ser signo de contradicción y unos caerán y otros se levantarán.
Efectivamente cuando hacemos opción radical por Jesús nos vamos a encontrar mucha incomprensión en nuestro entorno, muchas veces incluso de aquellas personas más cercanas a nosotros. No todos nos van a entender. Muchos se van a poner en contra nuestra de tal manera que incluso sufriremos persecución; recordemos a los mártires de todos los tiempos. Es lo que ahora nos anuncia Jesús. Y aunque encontremos esa división, esa oposición, sí tenemos que decir, que no nos podrá faltar nunca la paz en nuestro corazón, porque realmente nos sentimos seguros de seguir a Jesús, de estar con El y de darlo todo por El. No tengamos miedo que su Espíritu estará siempre con nosotros.

Ahora sí que entendemos aquellas cuatro palabras y deseando ardientemente tendríamos que estar de que esté ardiendo nuestro corazón de amor por Cristo y nuestro mundo transformado por el Evangelio. Aunque tengamos que pasar por la pascua, por el bautismo, pero se llenará de paz nuestro corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario