Fuego, bautismo, paz, división
interrogantes que se nos plantean ante el evangelio
Rom. 6, 19-23; Sal. 1; Lc. 12, 49-53
Fuego, bautismo, paz, división, tres o cuatro palabras
en el mensaje del evangelio que de alguna manera nos dejan con cierto
interrogante dentro de nosotros buscando qué quieren significar. De alguna
forma nos desconciertan si no entendemos bien su significado o el sentido de lo
que Jesús quería trasmitirnos.
Nos habla de fuego en el mundo y con el deseo de que
esté y ardiendo. Hablar de fuego, después de la experiencia de que se nos
queman y destruyen nuestros montes y bosques nos podría estar hablando de
destrucción. Sin embargo también podemos pensar en un fuego purificador ya sea
el que se emplea en ciertas industrias para purificar los metales o ya sea
también porque arrojamos al fuego lo que no nos vale o nos sobra por
inservible; pero podemos pensar en un fuego renovador y en cierto modo creador
porque trabajados a fuego de ciertos metales podemos obtener herramientas u
obras de arte.
Jesús nos dice que ha venido a prender fuego en el
mundo ‘¡y ojalá estuviera ya ardiendo!’ Para
comenzar a entender su sentido podemos pensar en la presencia del Espíritu en
Pentecostés que se manifiesta en llamaradas como lenguas de fuego que se posan
sobre los apóstoles que llenos del Espíritu se lanzarán por el mundo al anuncio
del Evangelio, ya aquella misma manera en las propias calles de Jerusalén.
Podemos pensar, pues, en el ardor del Espíritu que nos
transforma y nos purifica, como transformó y liberó de sus miedos a los
apóstoles, para enviarnos con ese fuego del amor en nuestro corazón para hacer
ese anuncio de Jesús. Y con el anuncio de Jesús vendrá, pues, la transformación
de nuestros corazones y la transformación de nuestro mundo. Es el deseo de
Jesús, que tiene que ser también nuestro deseo de que nuestro mundo se vaya
transformando en el Reino de Dios. Es la inquietud que tiene que arder en
nuestro corazón y con la que tenemos que prender, contagiar a los demás, como
el fuego que se va prendiendo allá por donde va y lo va incendiando todo.
Nos habla de bautismo, también con la angustia o como
la prisa para que se cumpla, y pensamos en pascua y pensamos en pasión y
muerte. ‘¿Podéis bautizaros en el
bautismo con que yo me voy a bautizar? ¿podéis beber el cáliz que yo he de
beber?’ le preguntaba Jesús a aquellos dos hermanos que venían pidiendo
primeros puestos. El cáliz lo tenían asegurado, el bautismo en la sangre
también habían de padecerlo, pero lo de los primeros puestos había de pasar por
hacerse el último y el servidor de todos, como el Hijo del Hombre que no había
venido a ser servido sino a servir. Es la Pascua presente en nuestra vida, en
esa ofrenda de amor que vamos haciendo de nosotros mismos.
Finalmente nos habla de paz y de división como contraponiéndolas
aunque nos cueste entender que nos diga que nos ha venido a traer paz. Es
cierto que los ángeles hicieron el anuncio de paz en su nacimiento y será
también el saludo pascual de Cristo resucitado cuando se manifiesta a sus
discípulos. Es cierto también que nos dirá en las bienaventuranzas que los
pacíficos y los constructores de la paz verán a Dios.
¿Cómo entender ahora estas palabras de Jesús que
anuncian división en lugar de paz? Ya nos viene diciendo en el Evangelio que
ante El hay que hacer una opción radical. O estamos con Cristo o estamos contra
Cristo. También el anciano Simeón allá en el templo anunció proféticamente que
aquel niño iba a ser signo de contradicción y unos caerán y otros se
levantarán.
Efectivamente cuando hacemos opción radical por Jesús
nos vamos a encontrar mucha incomprensión en nuestro entorno, muchas veces
incluso de aquellas personas más cercanas a nosotros. No todos nos van a
entender. Muchos se van a poner en contra nuestra de tal manera que incluso sufriremos
persecución; recordemos a los mártires de todos los tiempos. Es lo que ahora
nos anuncia Jesús. Y aunque encontremos esa división, esa oposición, sí tenemos
que decir, que no nos podrá faltar nunca la paz en nuestro corazón, porque
realmente nos sentimos seguros de seguir a Jesús, de estar con El y de darlo
todo por El. No tengamos miedo que su Espíritu estará siempre con nosotros.
Ahora sí que entendemos aquellas cuatro palabras y
deseando ardientemente tendríamos que estar de que esté ardiendo nuestro
corazón de amor por Cristo y nuestro mundo transformado por el Evangelio.
Aunque tengamos que pasar por la pascua, por el bautismo, pero se llenará de
paz nuestro corazón.
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