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martes, 22 de octubre de 2013

La cintura ceñida y las lámparas encendidas para acoger al Señor y El nos irá sirviendo 

Rom. 5, 12-15.17-21; Sal. 39; Lc. 12, 35-38
‘Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas’. Se ciñe el que está dispuesto a caminar o a servir. Se enciende la lámpara para iluminar la estancia o para alumbrar el camino que hemos de recorrer o el camino del que llega.
Hoy nuestras calles y caminos están siempre iluminados como consecuencia del mundo en el que vivimos. Pero no siempre ha sido así y nos conviene comprenderlo para entender bien el sentido de lo que Jesús nos quiere decir. Quizá nosotros los mayores vivimos otras experiencias de oscuridad o de falta de luz en nuestros caminos y senderos. Hoy mismo si falla la luz pública que ilumina nuestras calles, encendemos algún tipo de luz que saquemos de nuestras casas o pongamos a la puerta para que el que pasa o el que llegue pueda orientarse y saber el camino.
El evangelio con esas imágenes del que se ciñe o del que tiene encendida la lámpara nos está hablando de la vigilancia con que hemos de vivir nuestra vida. Claro que buscamos la luz de Cristo y no queremos que nos falle la luz de la fe. Pero hemos de estar atentos para que no se nos apague y nos quedemos en la peor de las tinieblas. Pero esa vigilancia, como comprendemos por las palabras de Jesús no es una espera pasiva, porque nos dice que nos ciñamos como el que va a partir a realizar un trabajo o el que está dispuesto a servir. Es vigilancia activa porque se ha de estar atento a que no se apague la luz, sino que se mantenga encendida.
Y nos es necesaria esa vigilancia para nosotros mismos, para que no perdamos ni el rumbo ni el sentido de nuestra vida y también para que estemos dispuestos a recibir al que llega. ‘Aquí estoy para hacer tu voluntad’, repetimos en el salmo. ¿Cuál es esa voluntad del Señor? ¿En qué se  nos va a manifestar? Hacer la voluntad del Señor es tener ceñida nuestra cintura y encendidas nuestras lámparas siempre dispuestos al amor y al servicio, siempre dispuestos a acoger al Señor que llega.
Y llega el Señor a nuestra vida y hemos de estar dispuestos a acogerle. Que no nos suceda como a las vírgenes necias que no tuvieron aceite y se les apagaron las lámparas. Es necesario que estemos atentos para acoger al Señor que llega a nuestra vida y no nos confundamos y pueda pasar de largo junto a nosotros y no lo reconozcamos.
Llega el Señor a nosotros en su Palabra y en la gracia de sus sacramentos. Pero bien sabemos que llega el Señor a nosotros en el hermano, en el prójimo que está a nuestro lado o se acerca de alguna manera a nosotros. Y Jesús está detrás del rostro de ese hermano, de ese prójimo, de ese pobre que nos tiende la mano o está esperando de nosotros una sonrisa o una palabra de ánimo. Jesús está detrás de ese rostro del hermano que sufre, o que nos puede parecer una piltrafa por la apariencia con que se nos pudiera presentar en su pobreza o en la miseria de su vida marcada por muchas llagas. Tengamos encendidas nuestras lámparas para iluminar los rostros de nuestros hermanos con nuestro amor y nuestro servicio.
‘Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela… porque están siempre dispuestos para abrirle apenas venga y llame… si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos’. Pero fijémonos en lo que nos dice el Señor, cuál es la dicha que vamos a tener. ‘Os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo’.
Si estamos vigilantes, ceñidos y dispuestos para servir, con las lámparas encendidas para reconocer al Señor sea cual sea la hora en que llegue o la apariencia con que venga a nosotros, será el Señor el que nos siente a la mesa y nos irá sirviendo. Es hermoso. Cuando estemos de verdad dispuestos a servir, será el Señor el que nos sirva a nosotros, porque nos regala su gracia, porque nos hace participar de su reino, porque nos hará herederos de su gloria. 

¡Qué dicha más grande podemos alcanzar! ¿No sentimos un gozo especial en el corazón cuando escuchamos estas consoladoras palabras de Jesús? Creo que nos tenemos que sentir más impulsados a vivir esa vigilancia y esa esperanza. Será el Señor el que nos va a servir a nosotros.

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