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jueves, 5 de septiembre de 2013

Le escuchamos y nos invita a fiarnos de El para seguirle a dónde nos llame

Col. 1, 9-14; Sal. 97; Lc. 5, 1-11
‘Desde la barca sentado enseñaba a la gente’. Mucha gente se había agolpado a su alrededor. Había aprovechado la barca de Pedro que había llegado de la faena para subirse a ella y desde allí poder enseñar a la gente agolpada a la orilla para escucharle. Su fama se había extendiendo y la gente venía a su encuentro deseosos de escucharle porque sus palabras levantaban esperanza y ponían en rumbo nuevo a la vida.
Como el pescador que lanzaba la red al agua para recoger de la abundancia de peces que pululaban entre las aguas; como el sembrador que lanzaba la semilla en abundancia a la tierra esperando que produjera su fruto. Allí y así contemplamos a Jesús sentado ahora desde la barca enseñando, anunciando el evangelio del Reino de Dios al que todos estaban llamados.
Pero hoy la enseñanza no era solo para aquella multitud que había acudido de todas partes, sino que venía a enseñar a echar la semilla o a lanzar la red, porque iba a confiar a otros esa su misma tarea. Iba a ser momento de llamadas con vocaciones especiales y por eso le dirá a Pedro que reme mar adentro para echar de nuevo la red para pescar. Pedro se había pasado la noche intentando pescar pero no había cogido nada; ahora sería otra la pesca, sería de otra manera. Ahora no sería en las sombras de la noche sino con la luz de un nuevo día. Jesús estaba pidiendo fe en su Palabra y la confianza total de ponerse en sus manos para fiarse de él.
Aunque Pedro duda porque creía que no había nada que pescar sin embargo hay algo que siente en su corazón hacia Jesús que le hace confiar en El. ‘Nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada…’ Pero la pesca iba a ser diferente porque iba a aprender a pescar de otra manera. ‘Pero en tu nombre, por tu palabra, echaré las redes’. Y la pesca fue abundante; y fue necesario pedir la ayuda de los pescadores de las otras barcas; ‘la redada de peces era tan grande que reventaba la red… y los socios de la otra barca vinieron a echarles una mano y llenaron las dos barcas que casi se hundían’.
Sentado desde la barca Jesús había estado enseñando; como un sembrador también había lanzado en abundancia la semilla; ahora se recogían las redes y las cosechas, porque en el corazón de Pedro y de los que lo acompañaban algo estaba pasando. ‘El asombro se había apoderado de ellos’ ante lo que había sucedido. ‘Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: apártate de mi, Señor, que soy un pecador’. Antes había querido comportarse como un pescador avezado que sabía lo que había en aquel mar, pero ahora se había descubierto a sí mismo pecador. Entre sus dudas había comenzado a poner toda su confianza en el Señor fiándose de su Palabra, pero sin llegar a sospechar todas las maravillas que el Señor iba a realizar. Por eso se siente pequeño, se siente pecador.
Pero es que sí va a ser pescador o sembrador, que da igual la palabra, lo que importa es la misión, porque es Jesús el que va a seguir confiando en él, como lo haría también en los otros pescadores, como lo seguirá haciendo a través de los tiempos en los que de la misma manera seguirá llamando. ‘No temas, desde ahora será pescador de hombres’. Ya decíamos que iba a ser el momento de llamadas con especiales vocaciones.
Dios sigue llamando también entre nosotros. Está la primera llamada para que creamos en El, para que confiemos totalmente y nos apoyemos en su Palabra. Como el primer anuncio que iba haciendo por los pueblos y aldeas de Galilea, ‘convertios y creed en la Buena Noticia, creed en el Evangelio’. Es el primer paso, como lo hizo Pedro, cambió su manera de pensar y aunque pensaba que no había peces según sus propios humanos conocimientos, sin embargo se fió. Tenemos que aprender a fiarnos, aunque eso signifique que tengamos que cambiar nuestras ideas o nuestros criterios, porque abramos nuestro corazón a la Buena Nueva que nos anuncia Jesús.

Y cuando le demos nuestro sí, el sí de nuestra fe total y absoluta, nos dejaremos guiar a donde El quiera llevarnos; abriremos los oídos de nuestro corazón para escuchar su llamada e invitación. También nos querrá sembradores, o pescadores de hombres. ¿Cuál va a ser nuestra respuesta? En el texto del evangelio tenemos el ejemplo. ‘Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, le siguieron’. ¿Seguiremos al Señor a dónde nos llame y nos quiera conducir? Tenemos que descubrir la vocación a la que nos llama. 

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