El muchacho que comparte sus panes una señal del Reino
Hechos, 5, 34-42; Sal. 26Jn. 6, 1-15
‘Si es cosa de Dios,
no lograréis dispersarlos, y os expondréis a luchar contra Dios’, fue el sensato consejo de ‘Gamaliel, doctor de la ley, respetado por
el pueblo’ ante los hechos que estaban sucediendo que habían traído de
nuevo a los apóstoles a la presencia del Consejo del Sanedrín para juzgarlos
por la predicación que hacían del nombre de Jesús.
‘Será una bandera
discutida, había
anunciado el anciano Simeón en el templo,
y está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten’. Lo fue Jesús
en el tiempo de su predicación por los caminos y pueblos de Palestina, mientras
unos se admiraban y lo aclamaban, otros tramaron su condena y su muerte; lo
siguió siendo en la predicación de los Apóstoles en aquellos primeros momentos
después de Pentecostés como lo estamos viendo, y lo ha sido a través de todos
los tiempos.
Por la fuerza del Espíritu los apóstoles llegaban a
salir contentos de la presencia del Sanedrín aunque los hubieran azotado y les
quisieran prohibir hablar del nombre de Jesús. Pero ‘no dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando el
evangelio de Jesucristo’, como nos resume el texto que hoy hemos escuchado.
También nosotros queremos sentir el gozo de nuestra fe, el gozo del anuncio del
nombre de Jesús como nuestra única salvación. El ejemplo de los apóstoles nos
estimula y nos empuja para vivir y proclamar con toda hondura nuestra fe.
Pero detengámonos un momento en nuestra reflexión en el
evangelio proclamado que va a tener su continuidad en los próximos días. Una
vez más escuchamos el relato de la multiplicación de los panes y de los peces.
Importante fue en la catequesis de los apóstoles y primeros cristianos este
hecho, porque hasta seis veces se nos repite el milagro, o los milagros, de la
multiplicación de los panes en los cuatro evangelios.
‘Lo seguía mucha
gente, nos dice el
evangelista, porque habían visto los
signos que hacía con los enfermos’. Ante la multitud que se arremolinaba
alrededor de Jesús, ‘al ver que acudía
tanta gente, Jesús le dice a Felipe: ¿con qué compraremos panes para que coman
estos?’ Ya el evangelista nos comenta que Jesús sabía lo que iba a hacer y
lo que estaba era tanteando la reacción de los discípulos más cercanos a Jesús,
los apóstoles.
En lo que allí iba a suceder habían o tenían que
manifestarse muchas señales del Reino que Jesús estaba anunciando y
constituyendo con su persona y su predicación. Podríamos decir que Jesús estaba
tanteando también a ver hasta donde habían ido aprendiendo lo que Jesús les
había ido enseñando, en las señales a través de las cuales habría de
manifestarse el Reino de Dios. Aunque se preguntan por la cantidad de dinero
que necesitarían - y que seguro no tendrían - y dónde podrían conseguir pan
para toda aquella gente estando como estaban en descampado, pronto aparecerán
las primeras señales.
Por allí hay alguien dispuesto a compartir. ‘Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes
de cebada y un par de peces, pero ¿qué es esto para tantos?’ Pero allí está
la disponibilidad de los pobres - los panes de cebada eran la comida de los
pobres, lo normal hubiera sido que fueran de harina de trigo -, disponibilidad
para desprenderse y para compartir.
Y desde aquel compartir en la pobreza surgirá la
abundancia, porque siempre la generosidad del Señor es mucho más grande que la
nuestra. Ya conocemos el hecho y lo hemos escuchado en el Evangelio. ‘Jesús tomó los panes, dijo la acción de
gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que
quisieron del pescado’. Sentados en el suelo, como quizá habían estado
escuchando a Jesús, alimentando su vida con la Palabra, ahora se alimentan con
aquel pan que va a ser un signo del pan de vida que un día Cristo nos dará. Será
lo que más tarde les anunciará en la Sinagoga de Cafarnaún; ya lo iremos
escuchando en los próximos días.
Reunidos también nosotros en torno a Jesús, sentados a
sus pies como aquella multitud, queremos alimentarnos y venimos a escuchar su
Palabra cada día; hasta Jesús venimos también trayendo lo que son nuestras
necesidades y lo que son nuestras inquietudes; en Jesús ponemos toda nuestra
esperanza porque sabemos bien que nos va a alimentar porque es El mismo el que
se nos va a dar en comida.
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