Conocemos el don de Dios y queremos pedir el Pan de Vida
Hechos, 7, 51-59; Sal. 30; Jn. 6, 30-35
‘El que viene a mi no
pasará hambre y el que cree en mí nunca pasará sed’, le hemos escuchado decir a Jesús. ¡Qué
hermosas son las palabras de Jesús! ¡Qué sentido más hondo tienen para nuestra
vida!
Un día allá junto al pozo de Sicar en Samaría una mujer
le pedía a Jesús ‘dame de esa agua y no
tendré más sed y no tendré que venir aquí para sacarla’ como reacción a las
palabras de Jesús. ‘Si conocieras el don
de Dios y quién es el que te pide de beber, sin duda que tú misma me pedirías a
mí y yo te daría agua viva… porque el que beba del agua que yo quiero darle,
nunca más volverá a tener sed…’
Ahora es la gente de Cafarnaún la que le pide a Jesús ‘danos siempre de ese pan’. Jesús les
había hablado de ‘un pan que baja del
cielo y da vida al mundo’. Pero no era como ellos pensaban aquel maná que
habían recibido en su camino por el desierto rumbo a la tierra prometida del
que decían que era un pan bajado del cielo. Recuerdan ellos ese episodio del
peregrinar por el desierto ‘les dio a
comer un pan del cielo’. Pero Jesús les asegura que ‘no fue Moisés quien os dio un pan del cielo, sino que es mi Padre el
que os da verdadero pan del cielo’.
El diálogo que había ido surgiendo entre las gentes de
Cafarnaún y Jesús haciéndoles pensar en qué es lo importante que han de buscar
en El viene a conducir a esta afirmación tan importante que Jesús nos hace. ‘Yo soy el pan de vida. El que viene a mi no
pasará hambre y el que cree en mí nunca pasará sed’. Jesús nos está
definiendo su ser y su misión; lo que El tiene que ser para nuestra vida y lo
que nos ofrece que va mucho mas allá de un hambre o una sed física que El
quiera saciarnos. Es algo mucho más hondo lo que Jesús nos ofrece.
Igual que en otro momento nos dirá que es la luz de
nuestra vida o que es el Camino o que es la verdad, ahora nos dice que es el
pan de vida y que comiéndole a El saciaremos plenamente nuestra vida. En El
encontramos todo el sentido y el valor de nuestra vida; siguiéndole a El
caminaremos siempre por caminos que nos lleven a plenitud; dejándonos iluminar
por su vida, por su palabra nos vamos a encontrar con la plenitud mas honda
para nuestra existencia, con lo que es la verdad, toda la verdad de nuestra
vida.
Ojalá nosotros fuéramos capaces de hacerle la misma
petición de aquella mujer de Samaría o
de estas gentes de Cafarnaún, ‘dame de
esa agua’ que me lleve a la plenitud y yo nunca más busque saciarme en
otras aguas que siempre me dejarán sediento; ‘Dame, Señor, de ese pan’ que me dará la vida para siempre y que ya
nadie me podrá arrebatar. Nosotros podemos ya hacerlo con un sentido más hondo
que aquellas gentes de los tiempos de Jesús porque ya hemos tenido oportunidad
de comprender mejor las palabras de Jesús. No nos vamos a quedar en el agua que
saquemos de un pozo, ni de un pan que amasemos con nuestras harinas y cozamos
en nuestros hornos.
Nosotros sí conocemos el don de Dios y queremos hacerle
esta petición con todo sentido. Que no nos tenga que decir a nosotros Jesús
como ayer le escuchábamos que le decía a la gente que le buscaba en Cafarnaún
después de la multiplicación de los panes en el desierto ‘me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan
hasta saciaros’.
Nosotros sí sabemos ya cuál es el verdadero pan del
cielo que El quiere darnos, porque le queremos comer a El, porque queremos
entender y vivir con toda hondura lo que es nuestra fe en Jesús, porque
queremos en verdad alimentar nuestra vida de la Eucaristía no como un rito
mágico que realicemos, sino como algo hondo y vivo porque sabemos que estamos
comiendo a Cristo y comer a Cristo es seguirle y es vivirle, es escuchar su
Palabra y hacerla vida en nosotros porque para siempre ya su Palabra lo va a
ser todo para nuestra vida.
Comer este Pan de Vida que Cristo nos ofrece y que es
El mismo es para nosotros ya el gran signo, la gran señal de que en verdad
queremos vivir a Cristo; va a ser la gran señal de nuestra fe en Cristo - ‘este es el sacramento de nuestro fe’,
decimos y aclamamos en cada eucaristía - porque para siempre estaremos poniéndonos
en su camino, para siempre vamos a vivir con toda intensidad, con toda nuestra
vida nuestra fe en El. Y cuando celebramos la Eucaristía, nos alimentamos del
Pan de Vida que es Cristo con nosotros está toda la gracia, toda la vida divina
que El quiere ofrecernos y que nosotros hacemos vida nuestra.
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