Creciendo en nuestra fe pregustemos con esperanza la alegría pascual
Is. 49, 8-15; Sal. 144; Jn. 5, 17-30
En la medida en que en nuestro camino cuaresmal nos
vamos acercando más y más a la pascua vamos pregustando ya el gozo en el alma
por la salvación que está cerca y que vamos a vivir con toda intensidad en el
triduo pascual. Cuando nos hablan de una comida muy gustosa y nos la van
describiendo ya parece que en nuestra boca saboreamos los sabores y sentimos
hasta su olor. Así nos sucede con lo que la liturgia nos va ofreciendo en estas
últimas semanas de la cuaresma. Queremos vivir con tanta intensidad nuestra
preparación que ya vamos pregustando la alegría pascual.
‘Exulta, cielo;
alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo,
se compadece de los desamparados’,
era la invitación gozosa del profeta. Palabras que le decía Isaías al pueblo
que se encontraba desamparado y cautivo, porque se anunciaban ya los tiempos en
que se abrirían los caminos para la vuelta de nueva la libertad de su tierra.
Es el gozo que nos da la esperanza de la salvación, del perdón que el Señor nos
concede cuando volvamos a El y que vamos a vivir intensamente en la celebración
de la pascua.
Algunas veces
hemos revestido demasiado el tiempo de la cuaresma de telones negros que
parece que nos llenan de tristeza, pero cuando vivimos en esperanza no podemos
vivir en la tristeza porque tenemos la certeza de la salvación que llega a
nuestra vida. Aunque sintamos el peso en la conciencia de que somos pecadores y
que tantas veces nos alejamos del Señor, tenemos la seguridad del abrazo del
padre que nos espera y que quiere hacer fiesta con nuestra vuelta porque por
encima de todo siempre va a vencer el amor del padre, va a vencer el amor de
Dios.
Recordemos además que Jesús rompiendo todos los moldes
y costumbres de su época nos decía que cuando ayunáramos o hiciéramos
penitencia nos laváramos la cara y nos perfumáramos porque nuestro ayuno o
penitencia quien tiene que notarlo es el Señor que ve nuestro corazón.
El evangelio de los días en medio de la semana desde
ayer hasta que lleguemos a la semana de pasión prácticamente vamos a hacer una lectura
literalmente continuada del evangelio de san Juan. Son los momentos en que
Jesús cada vez más claramente se nos va manifestando como Hijo de Dios y como
nuestro salvador, pero que motivará el rechazo por parte de los judíos a la
palabra y a la acción de Jesús que conducirán a su pasión y a su muerte en la
cruz.
En Jesús se va manifestando el actuar y la palabra de Dios;
será algo que les cuesta entender a los judíos - y cuando en el evangelio de
Juan se dice judíos se está refiriendo de manera especial a sus dirigentes - y ‘por eso los judíos tenían ganas de matarlo,
como nos ha dicho hoy el evangelista, porque
no solo violaba el sábado - recordemos el episodio de ayer de la curación
del paralítico de la piscina que fue en sábado - sino porque también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a
Dios’.
¿Qué nos ofrece Jesús? Viene a darnos vida. Es la
salvación que Jesús nos ofrece. Y nos habla de resurrección; y nos habla de que
hemos de escucharle y creer en El y creer en Jesús es creer en quien le envió,
es creer en Dios. ‘Os aseguro, nos dice,
quien escucha mi palabra y cree al que me envió, posee la vida eterna y no será
condenado, porque ha pasado de la muerte a la vida’.
Aquí tenemos un aspecto que hemos venido resaltando
continuamente, la fe, sobre todo como estamos en el año de la fe. Tenemos que
crecer en nuestra fe; tenemos que hacer que nuestra fe sea cada vez más madura
y más viva; tenemos que cuidar nuestra fe, preocupándonos de formarnos
debidamente porque vayamos creciendo más y más en el conocimiento de Jesús y de
su evangelio. Creemos en Jesús y estamos llamados a la vida eterna. ¿No tiene
eso que llenarnos de esperanza y con gozo en el alma ir pregustando ya la
Pascua que vamos a celebrar?
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