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miércoles, 13 de marzo de 2013


Creciendo en nuestra fe pregustemos con esperanza la alegría pascual

Is. 49, 8-15; Sal. 144; Jn. 5, 17-30
En la medida en que en nuestro camino cuaresmal nos vamos acercando más y más a la pascua vamos pregustando ya el gozo en el alma por la salvación que está cerca y que vamos a vivir con toda intensidad en el triduo pascual. Cuando nos hablan de una comida muy gustosa y nos la van describiendo ya parece que en nuestra boca saboreamos los sabores y sentimos hasta su olor. Así nos sucede con lo que la liturgia nos va ofreciendo en estas últimas semanas de la cuaresma. Queremos vivir con tanta intensidad nuestra preparación que ya vamos pregustando la alegría pascual.
‘Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo, se compadece de los desamparados’, era la invitación gozosa del profeta. Palabras que le decía Isaías al pueblo que se encontraba desamparado y cautivo, porque se anunciaban ya los tiempos en que se abrirían los caminos para la vuelta de nueva la libertad de su tierra. Es el gozo que nos da la esperanza de la salvación, del perdón que el Señor nos concede cuando volvamos a El y que vamos a vivir intensamente en la celebración de la pascua.
Algunas veces  hemos revestido demasiado el tiempo de la cuaresma de telones negros que parece que nos llenan de tristeza, pero cuando vivimos en esperanza no podemos vivir en la tristeza porque tenemos la certeza de la salvación que llega a nuestra vida. Aunque sintamos el peso en la conciencia de que somos pecadores y que tantas veces nos alejamos del Señor, tenemos la seguridad del abrazo del padre que nos espera y que quiere hacer fiesta con nuestra vuelta porque por encima de todo siempre va a vencer el amor del padre, va a vencer el amor de Dios.
Recordemos además que Jesús rompiendo todos los moldes y costumbres de su época nos decía que cuando ayunáramos o hiciéramos penitencia nos laváramos la cara y nos perfumáramos porque nuestro ayuno o penitencia quien tiene que notarlo es el Señor que ve nuestro corazón.
El evangelio de los días en medio de la semana desde ayer hasta que lleguemos a la semana de pasión prácticamente vamos a hacer una lectura literalmente continuada del evangelio de san Juan. Son los momentos en que Jesús cada vez más claramente se nos va manifestando como Hijo de Dios y como nuestro salvador, pero que motivará el rechazo por parte de los judíos a la palabra y a la acción de Jesús que conducirán a su pasión y a su muerte en la cruz.
En Jesús se va manifestando el actuar y la palabra de Dios; será algo que les cuesta entender a los judíos - y cuando en el evangelio de Juan se dice judíos se está refiriendo de manera especial a sus dirigentes - y ‘por eso los judíos tenían ganas de matarlo, como nos ha dicho hoy el evangelista, porque no solo violaba el sábado - recordemos el episodio de ayer de la curación del paralítico de la piscina que fue en sábado - sino porque también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios’.
¿Qué nos ofrece Jesús? Viene a darnos vida. Es la salvación que Jesús nos ofrece. Y nos habla de resurrección; y nos habla de que hemos de escucharle y creer en El y creer en Jesús es creer en quien le envió, es creer en Dios. ‘Os aseguro, nos dice, quien escucha mi palabra y cree al que me envió, posee la vida eterna y no será condenado, porque ha pasado de la muerte a la vida’.
Aquí tenemos un aspecto que hemos venido resaltando continuamente, la fe, sobre todo como estamos en el año de la fe. Tenemos que crecer en nuestra fe; tenemos que hacer que nuestra fe sea cada vez más madura y más viva; tenemos que cuidar nuestra fe, preocupándonos de formarnos debidamente porque vayamos creciendo más y más en el conocimiento de Jesús y de su evangelio. Creemos en Jesús y estamos llamados a la vida eterna. ¿No tiene eso que llenarnos de esperanza y con gozo en el alma ir pregustando ya la Pascua que vamos a celebrar?

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